Por Fernando Ortiz C.
La destrucción de monumentos históricos por parte del Estado Islámico se hace cada vez más frecuentes. Ya sea por supuestas interpretaciones coránicas, desviaciones teológicas, por encontrar tesoros escondidos, para traficar con piezas históricas o por el simple hecho de sembrar terror y destruir, el Estado Islámico decidió dinamitar el templo de Baal que se encontraba ubicado en la histórica ciudad de Palmira en Siria.
Entre lo que consideran sacrilegio, pagano o infiel, los milicianos del Estado Islámico han dejado una huella trágica en lo correspondiente al legado cultural e histórico, no solo de la región, sino del patrimonio de la humanidad.
En marzo pasado, la ciudad de Hatra, ubicada al norte de Irak y fundada a principios del siglo II a.C, fue demolida y destruida casi en su totalidad por los yihadistas. La ciudad asiria de Nirmud y el museo de Mosul también sucumbieron ante los extremistas.
Parece que con cada avance del grupo terrorista, en las zonas que domina, más ciudades y zonas históricas serán presa del vandalismo y condenadas a ser destruidas. Entre las declaraciones del líder del Estado Islámico, Al Baghdadi, ha incitado a los miembros del grupo terrorista a destruir las pirámides de Egipto y cualquier monumento que sea considerado pagano o que provoquen la idolatría y se alejen de los conceptos islámicos según sus interpretaciones.
Pero la destrucción del legado histórico y cultural no es algo exclusivo del Estado Islámico o de la caótica situación de Medio Oriente. En nuestro país, hace unas cuantas semanas, en la ciudad Tlaltizapán, el gobierno autorizó la destrucción de los vestigios arqueológicos del siglo V d.C. con el pretexto de que el trazo de la autopista interoceánica, que pretende unir al puerto de Acapulco con el de Veracruz, pasaba por ese lugar y por lo tanto se dictaminó su destrucción.
Según un artículo publicado por el Sol de México en nuestro país existen 11 zonas arqueológicas catalogadas como Patrimonio de la Humanidad, 48 zonas de monumentos arqueológicos con declaratoria, 187 zonas arqueológicas abiertas al público, 45,732 sitios arqueológicos registrados; 120 mil monumentos históricos; 107 mil 658 monumentos históricos inmuebles catalogados en las 32 entidades federativas; 85 por ciento inmuebles de propiedad privada; 15 por ciento de propiedad pública (federal, estatal, municipal); 59 zonas de monumentos históricos con declaratoria; y 620 mil piezas inventariadas en custodia.
Entre saqueos, negligencias, malos manejos, olvido y muchos otros problemas, el legado cultural e histórico de nuestro país se ve encuentra en una situación precaria y vulnerable, similar a la que ocurre en Medio Oriente con el Estado Islámico.
En México no necesitamos de un grupo terrorista que destruya, que llegue con maquinaria, palos, picos y palas para echar abajo los monumentos, es suficiente con un gobierno ineficiente e incapaz de proteger el patrimonio de los mexicanos.
Otro lamentable caso es el de zona Cuahilama, ubicada en Xochimilco, la cual ha sido dañada, por la ausencia de vigilancia y protección. Uno de los casos más irónicos de devastación arqueológica lo podemos encontrar en la ciudad de Cholula, donde miembros del INAH (Instituto Nacional de Antropología e Historia) observaban como era aplanada una parte de la zona arqueológica y se limitaban a recoger algunas piezas, todo por la construcción de un parque temático, avalado y autorizado por el propio gobernador del estado.
México es una zona arqueológica con un legado único, siendo uno de los países con más tradición cultural y poseedor de un sinnúmero de monumentos dignos de ser preservados, pero las autoridades parece que solo ven la importancia de unas cuantas piezas o sitios para dar un poco de presupuesto público. La zona maya, Teotihuacán y algunas otras zonas son las que tienen el privilegio de ser conservadas mientras otras, a lo largo y ancho de la nación son destruidas, saqueadas o ignoradas.
Se debe de reconocer y hacer un llamado tanto a la sociedad como a las autoridades para que se tomen medidas que garanticen la conservación de estos sitios que nutren a nuestra historia.
Debemos mirar con más detalle esta situación, y no solo escandalizarnos del terrorismo que se ejerce en Medio Oriente, pues en nuestro país prácticamente vivimos día a día con este terrible problema de abandono o desinterés por la historia y los sitios que enriquecen nuestra cultura.
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