Por Pablo Montaño*
El exceso de rodeos y reflexiones en torno a la democracia mexicana puede resultar un ejercicio nauseabundo y deprimente; incluso cuando las cosas van bien, sobran los motivos para no sonreír con tanta seguridad. Los invito brevemente a una vuelta más a la pasada elección, esperando que de esta deprimente tarea surja algo más fuerte y renovado; en uso de la sabiduría del cliché si esto no nos mata nos hace más fuerte, y de sobrevivir, México tendrá una fortaleza titánica.
Contrario a las lecturas de distintos dirigentes de partido, el voto en la pasada elección poco tiene que ver con el castigo, la ilusión o el convencimiento por campañas e ideas. Primero, no se castigó al PRI, el que castiga ejerce una amenaza y en nuestro caso la amenaza era la continuidad de administraciones corruptas, el saqueo de arcas públicas y el cinismo que excede la imaginación de cualquier parodia. En todo caso hace más sentido hablar de un ”voto para evitar el castigo”.
Por su parte, las victorias del PAN no son necesariamente las victorias de la ciudadanía; sin duda, muchos se aliviaron al ver la derrota del PRI, pero sobrevive un retrogusto amargo: se votó con miedo y lejos del ejercicio de elegir a quien realmente me representa. No me sorprendería escuchar de algún anarquista/homosexual/pro legalización de la mariguana/anticapitalista que haya votado por el PAN; sus luchas e ideales difícilmente las verá representadas en su candidato (ahora futuro gobernador), pero por lo menos colaboró a que no ganara el PRI. A esto último se empieza a reducir la noción de un buen resultado.
Estos limitados alcances de nuestro voto no deben convertirse en nuestra norma. Hace un año tuve el extraño privilegio de votar con ilusión, confiando que mi voto sumaba a un cambio; lo hice por Kumamoto, motivado en la idea de tener un diputado que probara que la política se puede hacer de una forma distinta y sus primeros meses en el cargo prueban que eran esperanzas bien fundadas. Exigir estos escenarios donde se vota con convicción no debe ser un lujo ni algo reservado a la anécdota, un reclamo que no está fuera de lugar. Sea por la vía independiente, con nuevos partidos surgidos de plataformas ciudadanas o (después de una purga y reestructura) desde algunos de los partidos existentes, debemos esperar elecciones que nos muevan en planos distintos a los del pánico y el desánimo. Por ahora, disfrutemos de la media sonrisa sin perder de vista que falta mucho por recorrer.
Twitter: @pabloricardo2
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