Por Fernando Ortiz
Cientos de personas provenientes, en su mayoría, de Siria a la deriva en altamar frente a las costas libias; personas atrapadas en un camión en Austria; peregrinos sin rumbos, desolados y con la pesada carga de ser perseguidos en su propia tierra, por un grupo vandálico que no da otra salida más que la de huir.
Las guerras en Medio Oriente, la pobreza en África, producto del saqueo, y las condiciones infrahumanas de trabajo en Asia están teniendo su repercusión en una de las peores crisis humanitarias de los últimos años. Aquellas revueltas suscitadas en el norte del continente africano y Medio Oriente en 2010, llamadas primavera árabe que daban esperanza a la zona. La democracia era bienvenida mientras iban cayendo las tiranías. Ahora podríamos llamar el invierno árabe, la incertidumbre y el terror son las consecuencias de las revueltas. Malas estrategias geopolíticas de los países europeos y de los Estados Unidos han dejado un caos y hundido a países como Afganistan, Iraq, Siria, Libia, Líbano, Palestina, en una crisis, donde los civiles, buscan migrar con la esperanza de encontrar mejores condiciones de vida, cosa que muchos solo mueren por tratar de conseguirla.
Los que logran sobrevivir a las calamidades que enfrentar en su recorridos, se encuentran a su llegada con comunidades que los segregan, ya sea por su cultura, su condición de refugiados, nivel económico, alimentados por el racismo y la xenofobia que aún se vive en el discurso de muchos europeos.
Hablar de las causas que provocan estas hordas masivas de migrantes nos llevaría tiempo y un profundo análisis, pero visto desde una manera concreta, la estrategia de los países imperantes en la zona, y quienes provocaron esta crisis, simple falló. Estados Unidos pensó que la guerra con Afganistán duraría a lo mucho unos cuantos meses, no contaba con una guerra que llevaría más de diez años, y que además no tuvieran la victoria en sus manos.
Misma situación en Libia por parte de la OTAN, pensando que destituyendo y asesinando el gobierno de Muamar El Gadafi se establecería un gobierno que cumpliera con sus intereses, cosa que no ha ocurrido y ahora este país del norte de África se encuentra sumida en luchas étnicas y tribales que parecen no tener fin.
El caso más caótico es el de Siria, donde a más de cincuenta meses de iniciada una guerra civil, el gobierno de Bashar Al Assad se ha mantenido en pie de lucha, contra los rebeldes que quieren derrocarlo del poder, y al mismo tiempo teniendo una lucha sangrienta contra el DAESH, grupo terrorista que “nadie sabe de dónde saca recursos” para combatir con armamento de última tecnología.
Tanto la Unión Europea como los Estados Unidos, pretendían mover el tablero mundial hacia su lado, vieron una oportunidad clara en aprovechar las revueltas árabes y sestar un golpe de autoridad en aquellos países, pretendiendo ser vistos como colaboradores de este gran cambio. Después de cinco años, las consecuencias son: más de un millón de refugiados Sirios solo en Líbano, casi un millón más en Turquía, medio millón en Jordania y otro medio millón de personas divididas entre Iraq y Egipto, esto sin contar los más de 250.000 muertos en el conflicto.
El mal llamado Estado Islámico es uno de los factores que más incita a migrar. Los yihadistas han asesinado a más de 80.000 musulmanes; éste es el gran peligro que corren los refugiados de los países en conflicto, no solo son perseguidos en sus tierras sino que su destino final encontrará la misma situación, un desprecio y una carga de prejuicios por lo que su calvario parece no tener fin.
Parece que el rechazo a los diferente o lo ajeno es parte de la naturaleza humana pues el problema de la migración no es exclusivo de Medio Oriente. El terror se ha extendido por África, grupos como Boko Haram o Al Shabab, aunado a las crisis alimentarias y de salud también han provocado un éxodo entre los habitantes de los países subsaharianos.
Algunos de los migrantes muertos en las costas de Libia procedían de Bangladesh, país asiático que se distingue por la pobreza y la marginación de sus habitantes quienes trabajan para grandes industrias trasnacionales casi como esclavos con el único fin de conseguir algo de sustento para sus familias. La democracia y el capitalismo, impulsado por Occidente pareciera salirse de control.
La migración es ahora el problema que debe de atacarse y poner énfasis en una solución; culturas enfrentándose en territorios europeos parece ser el siguiente paso como ya sucedió a principios de este año en Paris.
Y a nosotros como mexicanos no nos es tan ajeno este problema, violencia y persecución es lo que nuestros hermanos centroamericanos sufren por el narcotráfico y las pandillas delincuenciales provocando el escape de muchos guatemaltecos, hondureños y salvadoreños a nuestro país, sabiendo los terribles peligros con los que se enfrentarán, solo recordemos el caso ocurrido en San Fernando Tamaulipas en 2011 donde más de setenta migrantes fueron asesinados.
Los mexicanos conocemos el tema de la migración y sus consecuencias desde inicios del siglo XX, la búsqueda del sueño americano se convirtió en un canon para muchas familias; los braseros y los después llamados “mojados” son un legado con el que hoy se lucha, pues al menos dentro de los candidatos republicanos por la presidencia del país de las barras y las estrellas existe un cierto desprecio y miedo a la migración centroamericana y principalmente mexicana.
Hemos visto la humillación con la que se trata a nuestros connacionales, hemos oído los prejuicios de ciertos candidatos que irónicamente provienen de migrantes y ahora buscan ser el mandamás del país más poderoso del mundo.
La migración es una constante en nuestra civilización, muchas cosas se han logrado por la migración, pero ahora estamos frente a una confusa situación alimentada por estereotipos que conducen al desprecio.
La migración no solo afecta a los países en conflicto, sino a los que son el puente o el camino de un posible destino de los desplazados, ese es el caso de Austria, por ejemplo, donde hace unos días murieron setenta migrantes, situación que ahora abarca a Hungría lugar de procedencia del camión donde se encontraron los cadáveres.
La desesperación es tal que en ocasiones los migrantes buscan solo salir del infierno que padecen en sus tierras, un ejemplo paradójico es que uno de los países donde más migrantes llegan es Grecia, país sumido en una terrible crisis económica que además debe lidiar y dar una solución a la migración. Líbano es otro caso similar al de Grecia. Podemos hablar de Turquía, uno de los países con más refugiados por las guerras en Iraq y Siria, el cual libra su propia guerra en la zona del Kurdistán.
Hondureños y salvadoreños huyendo de la inseguridad y deciden como opción llegar a nuestro país, sumido en crisis de poder, violencia y una economía llena de incertidumbre.
Antes de preocuparse por petróleo, agua o recursos, la comunidad internacional debería considerar qué hacer frente a esta crisis, es una situación global, no exclusiva de ninguna zona y donde los países más poderosos son causantes y ahora parte de la migración pues son ellos la meta final de muchos que desean cambiar la tristeza por algo de esperanza, aceptando el rechazo propio de ser diferente.
¿Será que por eso el tema principal sea la migración en las presidenciales de los Estados Unidos?
El exilio es el resultado del éxodo humanitario, ese que ahora llamamos migración; el que ahora alimenta los prejuicios y aquel que fue provocado por la avaricia del hombre, de sentirse dueño no solo de la Tierra y sus recursos sino de las propias vidas de los seres que la habitan.
* En memoria de todos aquellos migrantes, refugiados y desplazados que han tratado de encontrar una vida digna donde les fue arrebatada por la codicia.
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