Por Fernando Ortiz C.
Una mancha más en la ya desprestigiada y poco popular imagen del presidente Enrique Peña Nieto, el tema ahora es el plagio de su tesis de licenciatura, cursada en la Universidad Panamericana en 1991. La vocera de dicha información la controversial Carmen Aristegui.
La noticia ha desatado cualquier cantidad de opiniones, que van desde la indignación y rechazo, hasta la justificación o menosprecio del hecho, haciéndolo pasar como una simple anécdota más del acontecer presidencial.
Desde mi perspectiva esta noticia tiene varias ópticas desde la cual tiene que ser abordada. La primera de ellas es el tema del plagio, el cual se ha minimizado y se ha considerado como algo que un estudiante hizo para lograr obtener un título universitario y que a su vez es una práctica cotidiana dentro de las aulas en nuestro país.
El plagio de varios párrafos de la tesis que presentó el ahora presidente de la Republica, a mi parecer no tiene ninguna justificación y es una falta a la ética académica, una deshonestidad que no puede pasar desapercibida ni en él ni en ningún estudiante, tal como lo mencionó en su momento el político colombiano Diego Luis Córdoba: “Por la ignorancia se desciende a la servidumbre, por la educación se asciende a la libertad”.
Es importante señalar que la situación del plagio es una acción que debería comenzar a tomarse en cuenta con más seriedad dentro de la educación de México, no porque sea el dirigente de un país tiene más peso que el de cualquier estudiante, simplemente la deshonestidad es algo recurrente en las aulas y no se toman las medidas para atacarlo, se deja pasar y veinticinco años después se destapan este tipo de prácticas que se hacen más evidentes e indignantes cuando el nombre del presidente de un país se ve involucrado en ello.
La segunda esfera de análisis va encaminada a cuestionar las formas y los cómos son obtenidos los grados universitarios; hoy toca a Enrique Peña Nieto ser exhibido pero ¿Cuántos como él estarán inmiscuidos en situaciones truculentas?
Los cuestionamientos se hacen cada vez más fuertes ante la falta aparente de capacidad de los sinodales o asesores de tesis de una de las universidades con más prestigio en el país, prestigio que hoy se pone en tela de juicio frente al escándalo del plagio.
El análisis no se queda solo ahí, una pregunta clave es ¿por qué ahora se ventila este problema? El equipo de investigación de Aristegui, y la propia conductora, esperaron el momento clave para lanzar “la bomba informativa”; la noticia aparece en un día clave, un día antes de comenzar el ciclo escolar 2016-2017 aprovechando la situación de conflicto del CNTE en varios estados de la República.
Mientras se busca hacer una reforma a la educación pública se ataca a la educación privada, interesante situación, una forma de cuestionar el espectro completo del sistema educativo y posiblemente de esta manera legitimar la lucha de los docentes o de algunos seudo maestros que han aprovechado el momento para convertirlo en una afrenta política más allá de las exigencias laborales.
Dentro del mismo campo de las intrigas educativas también el panorama se torna turbio frente a un posible, y muy probable, secuestro de la educación tanto pública y privada, donde mientras en la educación pública se trata de mejorarla, actualizarla y buscar estándares que fortalezcan la educación, algunos han buscado obtener alguna tajada política o simplemente presionar para desestabilizar dichas propuestas haciendo que en manos de algunos cuantos quede el futuro de millones de niños y jóvenes esperando a reanudar clases o al menos que existan ventajas competitivas dentro de la educación que reciben.
Por el otro lado, la educación privada, esa que solo algunos tienen el privilegio de acceder en nuestro país, se encuentra en el ojo del huracán; las prácticas que se dan ¿en realidad serán las mejores para el país?, son éstas las que aportan más al progreso. Son las que abocan, y se jactan, de ser mejor que las que el Estado proporciona.
La educación privada, esa que ahora no se sabe si está secuestrada bajo el modelo de negocio y “venta de títulos”, raptada por personajes que ven un campo fértil en aquellos que confían en que lo que reciben los hará salir adelante frente a las condiciones laborales de la actualidad.
Ambas partes parece que caen en una caja negra donde no se sabe qué hay o qué se puede encontrar, educación pública y privada secuestrada por intereses políticos o económicos, títulos ficticios que solo sirven para maquillar las estadísticas que se le exigen a México con el fin de pregonar un avance y una modernización.
El problema no queda ahí, en esta lucha de intereses, dimes, descalificaciones, justificaciones, venganzas y más, la figura de Carmen Aristegui surge como la de una persona empoderada por sacar a la luz el bochornoso acto de la falta de claridad en la revisión y logros de los estudios del Presidente de la República. Una mensajera de la verdad y lucha contra el sistema, una conductora libre y sin ataduras. Una líder de opinión polémica, que en su momento destapó la Casa Blanca del Peña Nieto y su familia pero que calló ante las propiedades de otros personajes de la farándula política nacional.
Carmen Aristegui una periodista que ha caído en el bache o en el juego de las venganzas, con seguidores al por mayor por ser la voz anti sistema pero con un creciente número de detractores que cuestionan sus intereses reales por presentar estas noticias o al menos de tener algunos tapujos para hablar de lo que acontece en el panorama nacional, solo presentando cierta información sesgada y en ocasiones con tintes de apoyo a ciertas facciones políticas.
¿Cuál es el interés de la periodista? Esa es la gran pregunta. Podremos creer en una mujer que quiere dar a conocer el plagio de Peña Nieto con el único fin informativo, o será una venganza ante su salida de la televisión. Podremos creer en una noticia que para ella misma deje en segundo plano el plagio y se ponga interés en un ataque al sistema educativo. Será una investigación libre o será una noticia que tiene un precio. Será que todo esto es solo una lucha de poder y un desquite de parte de la periodista contra el Presidente Peña Nieto. Las respuestas se pierden en el espacio político, plagado de intereses y de verdades que salen a la luz para favorecer a ciertas facciones o grupos.
La Universidad Panamericana, a mi parecer es la más afectada en toda esta situación, dado que al exhibir el plagio realizado pone de manifiesto la falta de rigor en la revisión en una cuestión básica como el plagio, añadiendo los cuestionamientos a los títulos otorgados por la institución en los diferentes grados que ofrece.
Además queda la universidad entre la espada y la pared en las acciones que tomaría. Quitar el título a Peña Nieto sería la salida mediática pero sus implicaciones serían enormes, una revisión exhaustiva de los títulos que han otorgado y quitar los que contengan alguna situación común a la tesis del presidente.
No quitar el título provocaría para la Universidad Panamericana el desprestigio y la indignación de otras instituciones tanto públicas como privadas frente a la aceptación del plagio y reivindicación del grado obtenido bajo las prácticas que se le imputan a la tesis de Peña Nieto.
Otro afectado sería el supuesto asesor y responsable de cumplir con los requisitos académicos para la obtención de grado, el magistrado Eduardo Alfonso Guerrero, pues ostenta un cargo público y justifica la deshonestidad del de Atlacomulco, deslindándose del problema. Parece que al final la culpa y responsabilidad se estará pasando entre la Universidad Panamericana y el magistrado.
Una situación más es la que se está promoviendo de destituir al presidente por lo sucedido con su tesis, escenario que provoca un análisis y debate profundo de las exigencias que se tienen dentro de la propia Constitución para aspirar a puestos públicos. Las respuestas, de los porqués tenemos a la clase política que parasitariamente se aferra a vivir del presupuesto público y no beneficia al progreso de la nación, están en la propia Carta Magna la cual exige requisitos como: ser mayor de treinta cinco años, ser mexicano por nacimiento e hijo de padre mexicanos. Eso es todo lo que se exige para ser presidente, para dirigir a un país de ciento veinte millones de personas es suficiente tener cierta edad y nacer en México.
Ahora se entiende el por qué tenemos la clase política pues la misma Constitución y las leyes lo avalan y ahí es donde entramos al círculo vicioso que se ha destapado con la noticia de Aristegui.
¿Pedimos grado de estudio a los políticos a sabiendas que dichos títulos pudieron obtenerse de manera truculenta o sin el mayor reparo de indagación académica?, eso es el meollo del asunto, un contexto sin pies ni cabeza donde no hay por dónde exigir o al menos empezar. Para aquellos que piden la destitución del presidente, lamentablemente no es posible, no existe la más remota posibilidad que esto conlleve a una presión mediática donde renuncie Peña Nieto; si no renunció frente a situaciones como: la Casa Blanca, Ayotzinapa, frente al tráfico de influencias, una tesis no será la que provoqué su dimisión.
En conclusión el plagio venga de que venga tiene que tener consecuencias, se tiene que tomar seriedad en el tema por parte de académicos y miembros de la comunidad educativa, ¡Cómo buscar un cambio! si en cuestiones de honestidad no se pone el mínimo interés en este tipo de prácticas. ¿Qué calidad moral se puede exigir o se debería exigir en las instituciones educativas? Esta es la pregunta que queda en el aire para no seguir surcando entre los mares de la impunidad y mediocridad.
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