Apenas bastaron unas semanas y es otro país.
No hay un “levantamiento civil” por la tragedia de los jóvenes normalistas; eso sería una exageración desmontable en tres segundos. Por desgracia, son relativamente pocos los que protestan, considerando cuántos mexicanos somos. Pero son suficientes para demostrar que las causas sociales no son las causas de los partidos. Suficientes para mostrar que hay un ánimo distinto. Muy distinto aunque igual, porque las demandas son las mismas: un “Ya basta de corrupción, impunidad e inseguridad”.
Es el mismo grito que una y otra vez se hizo a Felipe Calderón; el mismo que llevó al PAN al tercer lugar en 2012.
Este cambio repentino, este país distinto es la consecuencia de creer que se puede crear una percepción a partir de estrategias de comunicación. Es el problema cuando se “salva” a un pueblo a punta de anuncios por tele.
En el sueño de Enrique Peña Nieto, era posible salvar un país desde Punta Mita. No pudo ser así. No puede ser así cuando la premisa, de entrada, era ignorar la violencia.
Es un país distinto al de hace unas semanas. Dos gárgaras de sangre: Tlatlaya e Iguala. Dos gárgaras que resumen el sabor del México real.
Ignorar la violencia le salió caro al gobierno federal. Por varias vías, el Procurador Jesús Murillo Karam fue advertido sobre quién era el Alcalde de Iguala. Le llegó desde Human Rights Watch una petición para que lo investigara.
La mandó al bote de la basura. Y en la siguiente escena, el país de fachada que construía su jefe se fue a la basura, también. Al señor Murillo Karam gracias.
Luego, un botellazo a Cuauhtémoc Cárdenas. También allí hay señales. El Alcalde de Iguala, José Luis Abarca Velázquez, es perredista (y prófugo de la justicia). Uno de “Los Chuchos’”, como el dirigente nacional, Carlos Navarrete. Un botellazo de hartazgo a los políticos.
Alguien debería explicarle a Cárdenas que muchos de esos que se congregan en sus mítines son “convocados”. Alguien debería recordarle que no puede salir de su oficina del Centro Histórico del DF así como así, a sumarse a una marcha de verdaderos indignados, de verdaderos protestantes. Gente que sale a las calles a levantar el puño izquierdo no porque la trae un líder de tribu perredista, sino porque realmente son de izquierda. Son la izquierda de verdad, no esa burla que se cocina en oficinas del Distrito Federal.
Esos no van con tortas, deberían decirle a Cárdenas. Esos van por el dolor. Y lo ubican a él, a Cárdenas, como parte de la culpa por su dolor. Ángel Aguirre, Gobernador de Guerrero, también es perredista. No debió olvidarlo Cárdenas.
Un país distinto en pocas semanas. Carlos Navarrete no lo entendió. Sólo así se explica que se haya comprado con tanto gusto su primera gran derrota pública: salió a darle su apoyo a Aguirre.
Navarrete se compró una derrota, caiga o no caiga Aguirre, porque el Gobernador de Guerrero no gobierna Guerrero, aunque lo retenga. A Guerrero lo gobiernan los intereses mezquinos: los de los caciques de toda la vida, los de lo políticos distanciados de la gente, los de traficantes de vidas y almas y armas y drogas.
Veo y veo y no entiendo qué hará el PRD para poder colocar en elecciones próximas un voto real sin acarreos. Veo y veo y no entiendo qué harán los partidos para chupar voluntad de los votantes. Sólo voto para no dejar al voto corporativo decidir por mí. Pero ahora me la estoy pensando.
***
Paréntesis largo: (No viajo en Metro porque camino, pero uso sus instalaciones dos o cuatro veces al día. Las uso como pasos peatonales rumbo a mi casa. Sobre todo en tiempos de lluvia.
Muchas veces me detengo. Juego con la música en los audífonos y veo zapatos. Qué zapatos. Los zapatos hablan mucho de lo que somos.
La gente que corre tiene empleo, pienso. Bienaventurados. Corre a llegar temprano o de regreso a casa. Ni tiempo de ver noticias, ni tiempo de darse cuenta, ni ganas de escarbarle mucho a la situación: van concentrados en no llegar tarde, en no perder lo poco que tienen en su casa o en donde trabajan: sus pertenencias, sus hijos, su lugar en la empresa, su todo.
Vieran a esa gente de regreso a casa. Vieran su cansancio. El país se descompuso, pero para ellos estaba tan descompuesto desde antes, pienso. El país se descompuso ahora y ellos ya estaban descompuestos.
Zapatos, zapatos, muchos zapatos. Pongo las suites de Bach para pensar que bailan, para que se vean menos miserables. Me enoja escribir de política. Me enoja leer de política. Me enoja sentir enojo por la política.
Zapatos, zapatos, muchos zapatos. Zapatos como la gente: destartalados, desvencijados, que no sabe que están derrotados de antemano.
Ayer pensé que debo tomar un taxi de mi casa al trabajo y viceversa y dejar de caminar.
Apenas bastaron unas semanas y es otro país, decía. Pero para muchos, para esos que veo ahora camino a casa, no hay país distinto: es un mismo México destartalado, desvencijado, que no sabe que lo han derrotado de antemano).
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