En octubre finalmente se dio por terminado este sueño de Trump, una lástima que ahora esté con otro…
Se calculaba que las ganancias serían suficientes para pagar las deudas que se generaron durante la construcción
El hoy presidente electo de los Estados Unidos, Donald Trump, inició su fortuna en el negocio de los bienes raíces, mismo que heredó de su padre Frederick Trump, un inmigrante alemán. El negocio de la familia Trump estaba conformado por 25 mil viviendas y contaba con unos ingresos de 50 millones de dólares anuales solo en concepto de alquiler.
Sin embargo, una vez que tomó las riendas del negocio, Donald Trump decidió invertir donde su padre jamás lo hizo: el mercado inmobiliario de Manhattan, tan rentable como peligroso. En poco tiempo, Donald se granjeó un nombre en el mundo de los negocios, siendo la Torre Trump de Manhattan, con 50 pisos, el símbolo de su ascenso.
En 1990 se abrió camino en el mundo de los casinos, en Atlantic City, donde tuvo la oportunidad de crear construcciones tan excéntricas como él, desde viviendas y varios hoteles, hasta el casino que le costó su fortuna.
El primero de tres casinos, fue Trump Plaza, sin embargo no sentía que fuera del negocio, ya que tenía la sensación de que pertenecía a sus socios. Al aprovecharse de Conrad Hilton, que deseaba echarse a un lado en la construcción de un hotel con 325 millones de inversión e innumerable dificultades administrativas, Trump se hizo con la propiedad del rentable Castle Hotel Casino, sin embargo este no saciaba la ambición de Trump, por lo que decidió abrir un tercer casino.
Al convencer a los inversores de otra mastodóntica e inacabada construcción, el mencionado Taj Mahal, para continuar las obras si le cedían la propiedad, completaría su tríada de casinos satisfactoriamente.
A pesar que los dueños anteriores del Taj Mahal habían quedado en quiebra porque se trataba de una inversión muy grande para que fuera rentable, el magnate no dudó en tomar las riendas y prometió que él lo terminaría.
Tenía 150 metros de altura, 1.250 habitaciones (400 de ellas suites de lujo), más de 50.000 metros dedicados a exposiciones, un teatro enorme, capacidad de dar de comer a 13.000 comensales a la vez e incluso un estadio de 24.000 metros cuadrados.
Los asistentes podían encontrar en su interior un casino con 3.000 máquinas tragamonedas y cerca de 200 mesas de juego envueltas en una estética oriental excesiva, remanentes árabes e indios. Quizá no se parecía la Taj Mahal original, pero probablemente se trataba de la versión vulgar que Trump visualizaba del palacio indio en su cabeza.
El casino fue la sensación, al inicio se lograron ingresos de un millón de dólares al día, sin embargo la deuda que tenía Trump por la construcción superaba los mil millones de dólares.
Después de un año de la inauguración el empresario se declaró en bancarrota, con lo que pudo reestructurar sus créditos bancarios y retener el Taj Mahal.
Después de la crisis económica de 2008, el magnate se alejó del negocio de los casinos en 2009, y fue entonces que el multimillonario Carl Icahn adquirió el Trump Taj Mahal, quien tampoco ha sido capaz de sacar a flote el enorme casino.
El Trump Taj Mahal ha acumulado pérdidas de casi US$100 millones desde que se lo compró a Trump, en 2009, y recientemente enfrentó una larga huelga de sus trabajadores que no hace posible su viabilidad económica.
Finalmente a mediados de octubre se cerraron las puertas del casino.
Fuente: ABC
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