Por Alejandro Páez Varela
Con Donald Trump o sin Donald Trump en la Presidencia de Estados Unidos, los mexicanos deberíamos estar muy preocupados por lo que pasa en nuestro país ahora mismo.
Con o sin Trump, en Veracruz hay datos para considerar que hubo un saqueo masivo del dinero de los ciudadanos, pero el principal operador de este episodio negro –considerado “histórico” por la Auditoría Superior de la Federación– está prófugo y ninguno de sus secuaces más cercanos, a nivel Secretaría, está detenido. Javier Duarte de Ochoa, considerado por el Presidente Enrique Peña Nieto como un hijo del “nuevo PRI”, está impune, en estos momentos, y todavía no sabemos a ciencia cierta cuánto fue lo que se robó. La justicia mexicana parece operar como opera siempre: apuesta a que se nos olvide. Sabían que era un malandro y el Gobierno federal no hizo nada para tenerlo bajo vigilancia, aún cuando, un día antes de su renuncia, se reunió con el Secretario de Gobernación para decirle que se iba. Lo dejaron escapar, pues. Le dieron un periodo de gracia, supongo. A eso suena toda esta charada.
Con Trump o sin Trump, en Chihuahua se repitió, parece, según toda la evidencia, una operación de saqueo masivo como la de Veracruz. Pero nadie ha movido un dedo para llamar a cuentas al priista César Duarte, y lo que vemos es que se le tiende una cobijita para que se acueste sobre sus millones. No lo digo yo: lo dice Javier Corral Jurado y todos los nuevos funcionarios estatales. Y si usted le agrega que el nuevo Procurador Raúl Cervantes es amigo de Duarte y que Arely Gómez –la que primero se hizo guaje con el expediente– queda al frente del aparato anticorrupción, entonces podemos apostar que el gobierno juega, también aquí, a que se nos olvide el caso y pasemos, como solemos hacerlo, a otra cosa.
Con Trump o sin Trump, los mexicanos deberíamos estar muy preocupados por la deuda pública. Ya ronda el 50.5 por ciento del PIB, y si alguno de ustedes no sabe qué significa eso, pues le doy una idea: cuando se nos vino el descalabro de 1995-1996, la deuda andaba en un 35.5 por ciento del PIB. Es decir, estamos otra vez en un peligro grave, en un peligro inminente, y todos hacemos como que no vemos y el Gobierno federal apuesta a eso: a que se nos olvide y ya.
Con Trump o sin Trump, gane o pierda el sátrapa fascista, octubre de 2016 fue uno de los meses más violentos en una década que llevamos de guerra, y la estrategia de seguridad del actual gobierno confirma que ha fracasado, rotundamente. No hay, pues, esperanza de que esto acabe. Peña Nieto podría cerrar con casi el doble de muertos que Felipe Calderón Hinojosa, y todo nos dice que no tendrá siquiera la sensibilidad de admitirlo para razonar mejor la estrategia y como suele suceder en estos casos, apostará a que se nos olvide que vivimos una guerra atroz que este diciembre cumplirá una década. ¿160 mil muertos? ¿180 mil muertos? Es probable que así cierre el sexenio, gane Trump o no la Presidencia gringa.
Con Trump o sin Trump, las últimas cifras confiables de Coneval nos dicen que sólo Rosario Robles agregó dos millones de pobres a los que ya existían. Y como le metieron mano a la medición de la pobreza, ya no podemos conocer el dato concreto. Pero si hace dos años estábamos mejor que hoy, entonces pueden imaginarse, así, bajita la mano, que otros dos millones de pobres se sumaron desde los tiempos de la Robles y otros dos, pónganle, los escondieron, entonces bien podríamos cerrar un sexenio con seis millones de nuevos pobres, una cifra vergonzosa y que se hace aún más vergonzosa cuando uno recuerda que a punta de mentiras y promesas hicieron a la masa creer que vendría crecimiento y bienestar si votaban por el PRI.
Con Trump o sin Trump en la Presidencia de Estados Unidos, el Ejército mexicano sigue en las calles combatiendo al crimen organizado. Y Peña Nieto prometió una Gendarmería que resultó en puras nueces huecas. Y Petróleos Mexicanos, totalmente quebrado, sigue regalándole dinero al sindicado priista de Carlos Romero Deschamps. Y en el Estado de México se siguen repartiendo despensas y tortas. Y ninguna de las promesas sobre transparentar la relación del poder con la prensa se cumplieron. Y ya nos olvidamos de Roberto Borge. Y ya no pasó nada con Rodrigo Medina.
Con Trump o sin Trump, el país va de mal en peor y no lo digo yo, lo dicen las cifras: no crecemos, hay amenazas de inflación, el salario de la mayoría está hecho añicos, la confianza del consumidor está por los suelos.
Con Trump o sin Trump, somos un país en el que se tortura, se extorsiona, se roba, se mata y en números crecientes los ciudadanos recurren a los linchamientos para hacerse justicia con sus propias manos.
Pues sí, lo de Trump suena de la tiznada. Y ya veremos que pasa el martes.
Pero mientras llega, las cosas aquí siguen empeorando. El güero ojete no ha metido todavía mano y la situación se pone peor a diario, aunque a nadie parezca importarle siempre y cuando pueda pagar el recibo de la televisión por cable.
Con Trump o sin Trump, México camina, hoy mismo, por una cuerda delgada. El PRI la volvió a hacer, y nadie parece enterarse o interesarse por nada.
Y el Gobierno federal feliz de que no lo veamos, o no lo queramos ver, o nos valga una tiznada.
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