Por: Fernando Ortiz C.
Emitir una predicción de hacia dónde se dije el gobierno de Donald Trump o cuál será su próximo movimiento político es una apuesta arriesgada pues el mandatario ha demostrado un sinfín de contradicciones, desplantes e impulsos que más de demostrar ser el mandatario del país más poderosos del mundo, pareciera que se trata de un engreído reyezuelo que busca tener la atención del mundo.
De las acciones que ha tomado en tan solo dos semanas, una de las más controversiales es la ahora conocida orden ejecutiva llamada Muslim ban, una disposición de restricción migratoria que busca restringir la entrada a los EE.UU a ciudadanos de siete países: Libia, Irán, Irak, Somalia, Sudán, Siria y Yemen, todos ellos de mayoría musulmana.
Entre el caos, la confusión y el enfado, tanto de los afectados como los familiares de aquellos que pedían ingresar a la Unión Americana, surgen una serie de dudas sobre las razones que se tuvieron para presentar tal decreto.
Bajo el pretexto de proteger a la nación contra el ingreso de terroristas, la principal paradoja es que algunos de los países que resguardan o patrocinan a ciertos grupos terroristas no fueron parte de dicha medida.
Arabia Saudita es una nación conocida por ser uno de los países que han engrosado las filas de DAESH para combatir a las fuerzas alineadas al régimen de Bashar Al-Assad. Se tienen datos del 2016, donde se esboza que aproximadamente 30,000 saudíes se enrolaron en diferentes grupos terroristas dentro de Siria.
El ejemplo anterior es una muestra de los inconsistentes juicios que el actual presidente de los Estados Unidos y su gabinete realizan desde que están en sus funciones; se considera que tomaron solo siete países al azar y decidieron que eso era suficiente para detener las posibles amenazas de terrorismo, dejando a un lado al país que más terroristas aporta a lo largo y ancho del planeta. Será que siendo la nación saudí el mayor socio comercial petrolero del país de las barras y las estrellas se puede pasar por alto estos “pequeños detalles”.
La lógica actual que establece el mandatario carece de sentido frente a la protección que busca ofrecer a su país; ejemplo como el de Arabia Saudita no es el único, podemos nombrar al pequeño emirato de Catar, el cual se sabe por varios medios, que el grupo terrorista Ansar al Sharia ha obtenido recursos en armamento mediante el patrocinio del gobierno catarí.
En Siria también Catar tiene injerencia apoyando al grupo Ahrar al Sham y algunas filiales de Al Qaeda; la pregunta sigue siendo ¿por qué ellos no son detenidos? La respuesta es obvia, es un aliado incondicional de Estados Unidos y una alianza que fortalece el poder norteamericano en la zona. El ministro de Desarrollo alemán, Gerd Müller y el escritor lituano Daniel Estulin han hecho constantes pronunciamientos sobre la participación del gobierno de Catar en el abastecimiento de armas para el Estado Islámico.
Solo por hablar del grupo terrorista DAESH, existen dentro de sus filas de combatientes más de cinco mil tunecinos, dos mil jordanos, mil marroquís e increíblemente aproximadamente cuatro mil miembros divididos entre nacionalidades francesas y del Reino Unido. La pregunta se vuelve retórica, ¿por qué no restringir la entrada de estas nacionalidades a suelo americano?
Maestros de la hipocresía lo llamaría, lanzan una cruzada supuestamente anti terrorismo sin volcarse a las verdaderas naciones que dentro de su territorio se entrenan para convertirse en terroristas.
Los intereses son más poderosos y se muestran de manera evidente en este tipo de acciones que solo buscan acaparar la atención mundial y que a la postre no erradican el problema que supuestamente buscan combatir.
¿Dónde se encuentra la verdadera lucha? Solo está en aquellos países no alineados a los intereses de los EE.UU o en naciones que representan un peligro menor respecto a la prevención de entrada de terroristas.
¿Qué beneficios obtuvo el decreto presidencial? Aparentemente acumuló más conflictos y dificultades a un costo muy alto, pues según las palabras del “flamante” presidente norteamericano solo 109 personas fueron detenidas, mientras que las manifestaciones en aeropuertos, como en Seattle, se suscitaron manifestaciones y protestas donde cerca dos mil personas participaron.
Donald Trump está jugando con fuego, sus desfachateces están provocando que su ya golpeada imagen comience a caer en pedazos junto a su mandato. Mientras Trump no enfrente a la monarquía saudí, patrocinadora del Estado Islámico (del cual el magnate inmobiliario es un férreo crítico) no se puede hablar de una medida consistente que busque proteger a los EE.UU. de la amenaza terrorista.
El costo político provocado por el Muslim ban es alto y el gabinete presidencial debe saber que los días corren y cada vez más se pierde la confianza en el rumbo que Donald Trump quiere tomar, si es que existe algún camino trazado o solo es improvisación y arrebatos del multimillonario, ahora en su faceta de presidente.
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