Por Alejandro Páez Varela
Póngalo en este orden:
Primero, el Presidente Enrique Peña Nieto anuncia sus vacaciones de fin de año.
Luego, llega una escasez de gasolina que pega en gran parte del país.
Sin resolver lo anterior, se anuncia un “mega gasolinazo” de más de 20 por ciento a partir del 1 de enero (y, en el colmo de la insensibilidad, también se da a conocer que el Gobierno federal –es decir, usted y yo– asumirá 161 mil 80 millones 204 mil pesos de la deuda de pensiones con el sindicato priista de la CFE).
En esos días, con el país verde del enojo por la escasez y el “mega gasolinazo”, el Presidente jugó golf en Mazatlán.
Pues oiga, no es necesario que agite todo lo anterior porque, solito, hace ¡boom!
He visto tantos videos, tantos mensajes de texto y de Whatsapp, tantos memes y tantas mentadas de madre (así: mentadas de madre) que si no fuera porque soy de los enojados, estaría harto.
Me pregunto, carajo, quién lleva la agenda de este país; a quién se le ocurre encadenar todos estos eventos en ese orden; me pregunto si alguien tiene en sus manos la estrategia del Gobierno federal en su conjunto. O si hay “conjunto”, siquiera.
Me pregunto si al menos alguien le lleva la agenda al Presidente como para que le diga que NO puede soltar la piedra y salir corriendo, justamente porque es el Presidente.
Me pregunto si saben que lo malo cuenta, y cuenta mucho. Y que cuenta más –lo malo– cuando se escalona deliberadamente, parece, para transformarlo en furia.
Me pregunto si saben que hay furia, pero también me pregunto si les vale una tiznada porque ya nos midieron el agua, a todos.
***
Me digo, a veces, que México toca fondo con esta administración federal, y pienso: que de una vez se desplome esto, para ver si los mexicanos entendemos por las malas.
Pero no, no vamos a tocar fondo. No todos vamos a tocar fondo, por desgracia. Estos cuatro años no nos llevarán a tocar fondo. Ni con los dos que vienen, ni con Donald Trump, siquiera.
¿O el PRI, podrido, rebosante de pus, de donde salen gobernadores y funcionarios corruptos como gusanos, ha tocado fondo en estos cuatro años? No, desgraciadamente no.
¿O el Presidente, con la peor percepción pública de la historia, ha tocado fondo? No, desgraciadamente no.
¿O nosotros, los ciudadanos, hemos tocado fondo?
Allí está el tema. Depende de quién responda.
Los 55.3 millones de mexicanos en pobreza, sí; pero otros no.
Usted que me lee, tiene con qué pagar Internet; entonces no ha tocado fondo.
Los súper ricos (todos los que se hicieron en los últimos 30 años con concesiones del Gobierno mexicano) no van a tocar fondo nunca.
Y hay una clase media alta que tampoco tocará fondo, que puede perfectamente sobrevivir porque la clase media baja es la que ha transitado a la pobreza, hacia tocar fondo.
Entonces el país no tocará fondo nunca, porque no todos van hacia el fondo. Justamente de eso se trata la desigualdad.
Y esa desigualdad desafortunada se vuelve una fortuna porque muchos tienen esperanzas, tienen porvenir, mientras otros van cayendo al fondo.
Y esa desigualdad desafortunada diluye en un mismo caldo la desesperación y la esperanza; la angustia y el hartazgo; las ganas de lanzarse a la calle a gritar y el miedo a hacerlo.
No, no vamos a tocar fondo.
Los idiotas que votarán en 2017 por el PRI en el Estado de México a cambio de 500 pesos no sienten haber tocado fondo.
Y entonces, en México, la desesperación y la angustia conviven con la esperanza. Y entonces los deseos de tomar del rabo a los políticos y sacarlos a patadas se nulifica.
Unos tienen con qué esperar, gracias a la desigualdad. Y “no se meten en problemas”.
Otros están en el fondo, nulificados, resolviendo lo suyo, lo de diario: comer, transportarse, mantener el empleo, sobrevivir con babas.
Las cúpulas empresariales aplauden con mucha facilidad, como sabemos: allí están las fotos de principios de sexenio (de principio de todos los sexenios); esos no van a tocar fondo.
La clase política gana muy bien, se regala bonos cada vez que se presta la ocasión y agachan la cabeza para no perder su estatus; no, desgraciadamente esos desgraciados no van a tocar fondo.
La clase media tiene miedo a perder lo que tiene y los ricos más ricos, tan ricos que son obscenamente ricos, por lo regular no participan en el juego con todos los demás.
Ni tocamos fondo ni nos unimos por esos 55.3 millones que viven en la pobreza, en el fondo.
Nos unimos sólo para extender lo más que se pueda el chiste de Rubí.
Nos unimos sólo para ver futbol, para hacer memes.
Pero no nos unimos con los 55.3 millones que están en el fondo y entonces el barco flota.
No tocamos fondo todos, y con eso nos basta para mantener el barco a flote que, mientras está a flote, hay quien sigue saqueándolo: ya se llevaron los salvavidas y ahora arrancan los sillones, el motor, el ancla.
Maravilloso país que no toca fondo. Desgraciados que somos, todos, porque unos (que se cuentan en millones) sí tocan fondo y a los demás nos vale una tiznada.
Ese es el tema: que no sólo hay desigualdad en México, hay un profundo egoísmo, un me-vale-madre-lo-que-venga siempre y cuando eso que venga pueda capotearlo, pueda surfearlo por encima de todos los demás.
No, no tocamos fondo. Sólo esos 55.3 millones, y el resto, la otra mitad, no nos movilizamos y el PRI lo sabe, y Peña lo sabe, y los políticos deshonestos lo saben y entonces se aprovechan para saquear el barco, o lo que queda del barco, aunque el agua llegue hasta los pies de los que ocupan la caseta de navegación.
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