Por Alejandro Páez Varela
Una de las preguntas más insistentes en ciertos círculos políticos es cuándo se va a enfermar a José Antonio Meade. Conforme el invierno crudo avanza, algunos dicen que le puede dar influenza. Otros ya lo ven débil, incluso asustadizo, y cualquier señal alborota: le dieron a algunos columnistas las fotos de la esposa haciendo compras de Navidad, y luego luego se dijo que ella sería el nuevo rostro de la campaña; antes nombraron a Aurelio Nuño como coordinador y luego luego se fortaleció la idea de su “enfermedad”; ya tienen listo al ex Secretario de Educación para que lo sustituya, se rumoró.
No es que me junte en los comederos de políticos, por supuesto, pero tengo oídos y oigo. Muchos escuchamos, pues, el runrún. También es runrún –y las encuestas no ayudan a desmentirlo– que “la candidatura de Meade no prende” y entonces el virus de influenza (o de lo que sea) se le ve, casi físicamente, arrastrándose como un perro detrás del candidato del PRI. El perro virus que atacará a Meade en algún momento y que lo sacará de la contienda.
La última encuesta de Parametría, de apenas hace cuatro días, confirma lo que se rumora: que Meade no prende. La alianza Morena-PT-PES aparece con 42 por ciento de las preferencias electorales efectivas. Diez puntos abajo, en la segunda posición, quedan PAN-PRD-MC con 32 por ciento de la intención de voto. Y en un tercer lugar, todavía más abajo, quedan PRI-PVEM-Panal. Juntos reúnen apenas un 26 por ciento, márgenes muy por debajo del tradicional voto duro.
En días pasados, sin embargo, Financial Times hizo su apuesta: Meade ganará por la “formidable estructura” del PRI, dijo. Influyente en los medios económicos y financieros, el diario británico parece olvidar muchos detalles. Personalmente creo que se fue con el cliché, y se olvidó de hacer su trabajo. La “formidable estructura” la vemos los mexicanos muy distinto hoy que cuando Enrique Peña Nieto era candidato. Hay mucho hartazgo, mucho. La estructura que mueve a Meade es la misma que tiene a México con un crecimiento inercial que con dolor supera el 1 por ciento; la formidable estructura es la que nos tiene con estos salarios, una terrible escalada de precios (inflación histórica) y el desmantelamiento completo, completito, de lo que fue nuestra gallina de los huevos de oro: el sector energético.
El diario financiero y económico no dijo que el PRI ya no tiene Chihuahua, Tamaulipas, Veracruz y Quintana Roo, de donde la “formidable estructura” habría sacado miles de millones para financiarse en años pasados recientes. El diario financiero apenas toca lo medular: que la administración Peña Nieto es un fracaso –vista desde las encuestas–incluso en sus bastiones; que la guerra llegó a niveles insostenibles y que muchos (incluyendo los que forman las células más vulnerables de la “formidable estructura”) no saben si vivirán mañana en un país que arroja miles de muertos por año.
En Londres sobrevaluaron “la formidable estructura”, mientras los comederos políticos rumoran la “enfermedad” del candidato del PRI. Visiones muy distintas. Análisis muy disparejos.
Quizás el Financial Times no sale de compras al súper, no toma una carretera, no tiene a los hijos en la escuela, no tiene un padre o una madre desaparecidos y no ve televisión: los escándalos son tantos, que hasta viendo Televisa y TV Azteca la gente se puede enterar que una generación de políticos bribones llegó al poder con Peña; que no pudo proteger a todos (como a César Duarte) y que algunos fueron apresados en el extranjero por corruptos.
El diario no se enteró, parece, que todo le ha salido mal a este Gobierno y que José Antonio Meade, quien ha participado en ese todo, podría ser su peor error: es el candidato más cómodo para la élite cierto; pero podría no ser el más viable.
***
La exigencia ciudadana de una segunda vuelta debió ser atendida por los asesores del Presidente (para su propia conveniencia, por supuesto; demostraron en 5 años que les vale lo que pida la gente). Creyeron que les bastaría una primera y no; al menos al día de hoy, no: si fueran hoy las elecciones, dice la última encuesta. Pensaron que dividiendo por aquí y por allá (como en Edomex), con un puñito de votos de sus socios en el negocio (como en Edomex) podrían asegurar la Presidencia. En cambio, una segunda vuelta volcaría el “voto útil” (que en el caso de Fox fue inútil) hacia dos. Y si Meade y Anaya son tan cercanos como dice AMLO, entonces juntos alcanzarían 39 por ciento en segunda vuelta. Salió mal no hacerle caso a los ciudadanos. Mal.
La división misma del voto salió mal. Primero creyeron que tendrían dos candidatos: el suyo (Meade u Osorio), y el suyo (Margarita Zavala o Miguel Ángel Mancera). Con ese propósito, para influir en el PAN, le dieron a Ricardo Anaya hasta por detrás de las orejas. Lo que hicieron es que radicalizaron a Anaya y se les salió del guacal. Anaya es más cómodo que AMLO para ellos, en Presidencia; pero ahora lo tienen muy lejos y el muchacho se sabe vender: acercarse a él, hacerlo su “plan b”, les saldrá muy caro.. si es que lo logran.
Pero lo que lograron fue debilitar a Margarita, quien perdió todo su encanto fuera del PAN; y afianzaron a Anaya, quien se plantea ahora como víctima de un sistema corrupto, corruptor y caduco (y lo es: la madriza no estuvo para menos). Con un tiro que les salió por la culata, siguieron inflando a Jaime Rodríguez Calderón. Pero la base de “El Bronco” no le pega a AMLO: se trata, mayoritariamente, de la clase media regia que es panista-priista, a juzgar por los últimos 20 años de votaciones. Y el panismo-priismo lo representa Meade. Entonces, con el actual escenario, en realidad el ex Gobernador de Nuevo León le pega a Meade, no a AMLO. Después del tiro por la culata, a los asesores presidenciales les salió una bala chueca que les pegó en un pie.
En fin. Creo que muchos estarán repensando, a estas alturas, qué hubiera pasado si Presidencia no hubiera desinflado a Miguel Ángel Osorio Chong. ¿Sería mejor candidato? Con más tablas, seguramente. Pero no era del equipo de Luis Videgaray o era la competencia de Videgaray y entonces perdió en la intriga palaciega.
Quizás Meade se convierta en el peor error de un Gobierno que ha demostrado ir de tumbo en tumbo, de caída en caída. La diferencia es que este error les puede costar más caro de lo que imaginan.
–La libertad –me dijo hace poco un amigo–. Les puede costar incluso la libertad. Si Meade no gana, seguramente el que quede tendrá ganas de aprovechar su bono político para meter a uno, dos o tres pesos pesados a la cárcel.
No me extrañaría.
Pero faltan meses para verlo, y ya saben ustedes qué vaivenes da la sopa mientras va del plato a la boca.
Sé parte de la conversación