Por Pablo Montaño
1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10, 11, 12, 13, 14, 15, 16, 17, 18, 19, 20, 21, 22, 23, 24, 25, 26, 27, 28, 29, 30, 31, 32, 33, 34, 35, 36, 37, 38, 39, 40, 41, 42, 43, justicia.
No termino de acostumbrarme al paso de esas 43 vidas encapsuladas en un número. Al corear la consigna no puedo evitar figurar un rostro por cada número, una historia, un sueño amputado, una madre, un padre, una butaca vacía. Ya fueron dos años y la indignación le sobrevive a la verdad histórica. Nos quieren conducir al olvido, a elevar mentiras mal contadas a peritajes, a que nos hartemos, a que el tiempo lo borre y la apatía nos haga indiferentes. La justicia sigue pendiente y la pregunta vigente, ¿dónde están?
Además de justicia, en México necesitaremos sanar, convencernos de que nos queda país. Al visitar Colombia me encontré más de una vez con una frase que los colombianos repetían como una especie de mantra o conjuro: “En Colombia somos más los buenos.” Llegaba como un matiz después de hablar de seguridad o de las zonas que no se debían frecuentar sin algunas precauciones. La violencia y el narco los golpeó a extremos de estigma; cuando fue común encontrar hospedajes que presumían de no recibir colombianos como garantía de seguridad o las inevitables y exhaustivas revisiones en fronteras y aeropuertos. Hace unos días y después de 52 años de conflicto armado, Colombia celebró el cese al fuego definitivo con las FARC. Los “buenos” le dieron la vuelta a un capítulo histórico que los tuvo acorralados, que les cercenó el país. Costó reconocer que las armas y la guerra abierta se quedaban cortas frente a la palabra y el diálogo. Cuatro años para construir un acuerdo, cuatro años para empezar a cerrar heridas.
A nosotros nos falta la verdad; saber, entender y caminar. La arrogancia de Peña será su marca. El desprecio al duelo y al reclamo de justicia, serán el lastre de un sector de la población que se niega a entender que no solo es un 43 de Ayotzinapa, un 22 de Tlatlaya, un 72 de San Fernando, un 15 de Salvárcar, un 49 de Hermosillo. Son las vidas que nos recuerdan que vivimos en un México de impunidad, corrupción, violencia y olvido. Un México donde sin duda somos más los buenos, pero, todavía no llegamos.
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