En vez de donar nuestro mínimo ahorro al financiamiento del circo mediático del Teletón, sería de mayor provecho canalizar estos mismos recursos hacia nuevas iniciativas de autogestión informativa en comunidades, barrios, escuelas y centros de trabajo. Una ciudadanía consciente y participativa podría obligar al Estado a atender directamente a los grupos vulnerables, así como generar el crecimiento económico y la paz social necesarios en todo el país. No debemos caer en el juego de las limosnas interesadas de Televisa, Walmart, Telcel, Telmex y demás monopolios. En lugar de ello, trabajemos para construir soluciones de largo plazo desde nuestras vidas cotidianas.
Regala un pescado a alguien y le darás alimento para un día, enséñale a pescar y lo alimentarás por el resto de su vida, reza un viejo proverbio chino. La Biblia contiene la misma lección. No deberíamos permitir que la oligarquía nacional desvirtúe y pervierta la innata solidaridad y generosidad del pueblo mexicano. Las donaciones al Teletón, y los redondeos en el supermercado, solamente perpetúan la problemática de fondo al avalar la suplantación de las responsabilidades públicas del Estado por el paternalismo de los oligarcas. En lugar de atender los síntomas, habría que transformar de raíz el sistema de injustica que permanentemente genera más niños pobres, desnutridos, enfermos, traficados, explotados y discapacitados.
La buena noticia es que el apoyo popular para el proyecto oligárquico de dominación excluyente tiene hoy un tope máximo de no más de una tercera parte de la población. Recordemos que los miles de millones de pesos invertidos por los más poderosos intereses nacionales e internacionales a lo largo de la última década solamente alcanzaron para lograr 36 por ciento de la votación para Felipe Calderón en 2006 y 38 por ciento para Enrique Peña Nieto en 2012.
Y el apoyo verdadero para estos dos representantes de los intereses más mezquinos y corruptos del país probablemente fue mucho menor. Los estudios más serios en la materia estiman que la ilegal campaña mediática del miedo combinado con las artes de la alquimia electoral, inflaron artificialmente el voto para Calderón en por lo menos 6 por ciento. Y seis años después fluyeron aún más recursos, a los medios de comunicación, a las casas encuestadoras, a los funcionarios corruptos, a la guerra sucia y al financiamiento de un masivo operativo de compra y coacción del voto en favor del PRI. El porcentaje de la población que auténticamente deseaba que Peña Nieto fuera su Presidente en 2012 muy difícilmente rebasaría un tope máximo de 25 por ciento.
Hoy el total estancamiento de la economía nacional, combinado con el desgaste del gobierno actual, aumentan de manera consistente la irritación y la desesperación de la población mexicana. Asimismo, las mentiras de la oligarquía se diluyen cada día más conforme avanza la influencia de las redes sociales y los medios alternativos de comunicación.
En este contexto, invertir nuestros esfuerzos en la construcción de una nueva arquitectura de dignidad y conciencia ciudadana rendiría enormes frutos. Un proyecto inicial, que muchos ya llevan a cabo, sería la difusión masiva de la pluralidad informativa y los apasionados debates que tienen lugar en espacios como Facebook y Twitter. Habría que llevar nuestros retweets y likes a la práctica por medio de la reproducción física del material virtual que más nos haya interesado. Podemos leer en voz alta los textos y reportajes con nuestros amigos, distribuir resúmenes de noticias en nuestras comunidades, comentar los últimos debates con nuestros colegas, e incluso interrumpir la programación televisiva de nuestros familiares para reproducir rápidamente un par de videos de YouTube.
Un buen ejercicio es comparar y contrastar la información conseguida por medio de las redes con el material y los puntos de vista presentados en la radio y la televisión comerciales. Después de un par de sesiones de contraste, aún el más enajenado de Televisa o Tv Azteca rápidamente se dará cuenta de que locutores como Joaquín López Doriga, Carlos Loret de Mola y Javier Alatorre presentan una versión sumamente distorsionada y parcial de los hechos. Y este muy importante reconocimiento inicial constituye el primer paso hacia el desarrollo de una nueva conciencia crítica y participativa. Para muchos, el contraste rápidamente se volverá innecesario. Ellos solos decidirán simplemente apagar la televisión y encender una computadora o, mejor aún, abrir un buen libro.
Al convertirnos todos en promotores de la pluralidad informativa y el debate informado podemos ir construyendo de manera lenta pero sistemática una nueva sociedad. Pero es importante tomar en serio esta labor, con la inversión del tiempo y los recursos necesarios para garantizar la efectividad de la estrategia. En lugar de donar al Teletón, redondear en el supermercado, dejar propinas a los cuidacoches o derrochar el dinero en general, canalicemos nuestra generosidad y solidaridad hacia causas más valiosas. Invirtamos nuestros ahorros en el pago de fotocopias e impresiones de artículos bajados de Internet, en la edición de nuevos medios comunitarios, en el transporte para asistir a reuniones políticas y manifestaciones ciudadanas o en una cámara de video o un teléfono para realizar nuestros propios videos y reportajes ciudadanos.
El cerco mediático no se romperá solo o sin fuertes resistencias. Pero la generalización de acciones de autogestión informativa constituiría un paso definitivo hacia la liberación de las conciencias y la eventual e inevitable derrota histórica de los aparatos ideológicos de la oligarquía dominante.
Fuente: La Jornada
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