Y, como sucede con todos los hechiceros de la tribu, cuando sus poderes sobrenaturales son cuestionados, es cuestión de días. Los tigres no los aleja el mago de la tribu; hay que ir a cazarlos con arcos y flechas. Entonces, ¿para qué mantener al brujo?
John William Cooke
Como se dice: “todos tienen el gobierno que merecen”. A dos años de haber elegido a Enrique Peña Nieto como presidente de los Estados Unidos Mexicanos, el país atraviesa por la peor crisis política y de seguridad de los tiempos modernos.
El PRI gobernó al país azteca por 70 años hasta el año 2000. Los errores que cometió el ahora presidente del país, además de causar sorpresa e indignación entre la gente, sin duda alguna, están repercutiendo en su credibilidad en México y el mundo.
Dicen los apologistas del presidente que la masacre de Tlatlaya y los desaparecidos en Iguala se reducen a hechos lamentables en sólo dos entidades federativas del país, pero que México sigue firme en la ruta de las reformas y la transformación que la república necesita.
Que insensateces se atreven a decir y a escribir aquellos que han vivido en la comodidad de la tecnocracia y alimentados por el erario público. Por su puesto que podemos disentir en cuanto a ideología y métodos de “lucha” que instrumentan algunos sectores como los profesores de la CNTE y los propios normalistas. Lo que no debemos hacer es distorsionar las realidades ante la desaparición o muerte de uno de aquellos de los que diferimos.
En esta colaboración no escribiré más sobre los crímenes inadmisibles de Tlatlaya e Iguala, pues considero que periodistas y editoras han invertido suficiente tinta y papel abundando sobre estos hechos violentos. Esta vez me limitare a exigir una sola cosa: ¡Justicia!
¡No más decálogos!
Todo parce indicar que los asesores del presidente Enrique Peña Nieto están tratando de sacar de la chistera algún guión y escena que aleje la mirada del pueblo mexicano y del mundo de la tragedia y las heridas incurables que ha dejado la muerte y el terror a su paso por México. No lograrán hacerlo. Ni aunque Peña Nieto despida a los perdonavidas que lo rodean y contrate a David Copperfield, podrá cicatrizar las heridas sangrantes de un país agraviado, violentado y ninguneado.
Sé parte de la conversación