“La tiranía totalitaria no se edifica sobre las virtudes de los totalitarios sino sobre las faltas de los demócratas.” Camus, Albert
Obviamente que podríamos describir la cantidad de injusticias y sufrimientos que pasan los mexicanos en este estatus de ilegalidad: son motivo de chantajes, abusos policíacos mexicanos y americanos, secuestros, robos, enfermedades, alejamiento de su tierra de origen, incorporación forzada al mundo del narcotráfico, bueno, son indescriptibles las penalidades por las que atraviesan estas personas. Hay miles de historias que nos desgarran el alma y de las cuales abusan muchos escritores y periodistas. Pero aparece la otra gran pregunta: ¿qué ocurre con la inmigración en la frontera sur del país? Con un flujo migratorio de entrada a México calculado en unas mil personas al día, que en su inmensa mayoría inician la travesía en nuestra tierra hacia “el sueño americano”, es bien sabido que gran parte de las rutas de la delincuencia y del narcotráfico ocurren en estas latitudes.
Los cárteles de las drogas de México adquirieron fincas o rentaron grandes extensiones de tierra a ambos lados de la frontera que divide al territorio mexicano de Guatemala, lo que les permite trasladar sin problema enervantes o armas de un sitio a otro.
La falta de vigilancia en la frontera de México con Guatemala preocupa al Gobierno de Estados Unidos, según se desprende de los últimos cables diplomáticos estadounidenses filtrados por WikiLeaks y recogidos por el diario español El País. En uno de los cables, la situación es calificada de “dramática” y los diplomáticos describen la frontera como un territorio dominado por narcotraficantes y contrabandistas de armas, donde las avionetas cargadas con cocaína aterrizan a plena luz del día. Parte del problema tiene que ver con la falta de presencia de las autoridades: mientras Estados Unidos tiene más de 30 mil agentes en la línea fronteriza con México; se estima en más de 500 los policías mexicanos que protegen los límites con Guatemala.
Son conocidos los conflictos que se dan en Chiapas y Quintana Roo por esta inmigración ilegal y nuestro país, en una confusa política al respecto, tiene una actitud de tolerancia hacia el fenómeno. Por un lado, se está enfrentando una cruenta batalla con los carteles del narco y, por otra parte, pareciera que se facilita la inmigración ilegal, que significa finalmente facilitar la chamba al narco. Hace algunos años el comisionado del Instituto Nacional de Migración (INM), Salvador Beltrán, negó que en México exista o haya habido una “cacería de migrantes”, y reiteró que “la política del Gobierno es en favor de los derechos humanos de los indocumentados porque hay una política de apertura”.
¿Eso significa que tenemos la puerta abierta? O estamos pensando: “que pasen, total no se van a quedar, van a los Estados Unidos”. Pero no se nos olvide que este paso va acompañado de muy diversos fenómenos que más tarde que temprano nos van a afectar. Nadie niega que en los centros de detención de inmigración se debe tratar al inmigrante en las mejores condiciones y respeto a sus derechos humanos elementales, como son el respeto por su persona, apoyarlo con alimentos, atención médica, dormitorios adecuados, acceso a un abogado en su caso, tener contacto con sus familias, entre otros. Y es bien sabida la impresionante violación a los derechos humanos de estas personas en nuestro país. Me ha tocado vivir la experiencia de cómo los elementos de las autoridades de inmigración tratan con desprecio absoluto a las personas centroamericanas. Pero después de estas caricias a sus derechos humanos deben retornar de regreso a su país, porque es un paso ilegal o insisto: ¿quitamos las fronteras?
Por lo tanto, el asunto es eminentemente ético: si queremos que los Estados Unidos tengan un trato respetuoso por los derechos humanos de nuestros compatriotas, también tenemos que hacerlo nosotros con los inmigrantes centroamericanos. Si queremos que los Estados Unidos faciliten el ingreso de inmigrantes a su tierra, también lo tendríamos que hacer nosotros, si queremos que los americanos abran su frontera, como así se percibe por las declaraciones populistas de los políticos, también tendríamos que hacerlo nosotros.
Eso se llama integridad, el valor de la congruencia. ¡Jamás exijas a otros lo que tú no haces! ¿Será correcto, será prudente abrir la frontera y que vengan los centroamericanos a competir por los bienes y satisfactores de los que carecen muchos de los mexicanos y en especial los oaxaqueños? ¿Será correcto facilitarle la entrada al crimen organizado? Continuará…
*Esta columna refleja sólo el punto de vista de su autor
Por: Francisco Vázquez
@PACOVASQUEZP
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