Memoria y olvido son como la vida y la muerte. Vivir es recordar y recordar es vivir. Morir
es olvidar y olvidar es morir. (Samuel Butler)
A todo hombre que detenta el poder en lo alto se le recuerda por alguna cosa que para
bien o para más haya marcado su gobierno. Desafortunadamente en México y el mundo a
los dos últimos presidentes de filiación panista se les recuerda por cosas atroces e
inadmisibles.
En lo particular a Vicente Fox Quezada lo recuerdo como el presidente de ornato, aquel
que aseguraba que dormía a pierna suelta mientras el país se desmoronaba entre sus
manos. Ese gris personaje también paso a la historia por ceder el poder de decisión en su
gobierno a su esposa Marta Sahagún. Casi nadie lo recuerda por ser aquel “zorro azul” que
echó al viejo partido por la puerta de atrás de Los Pinos.
En el caso de Felipe Calderón la triste e inadmisible historia de su gobierno se centra en
los más de 100 mil muertos y desaparecidos durante su mandato al declarar esa absurda
guerra contra el crimen organizado. Será que padezco miopía o alguien que me ilumine si
a Felipe Calderón Hinojosa se le recuerda por algo distinto a lo antes citado por su
servidor.
Sin duda alguna nadie escapa a la gloria o a la pena de la historia, por ello el actual
mandatario mexicano Enrique Peña Nieto ya tiene reservado su lugar en los anales. Atrás
quedaron los gloriosos días del México de las grandes reformas estructurales, hoy solo
queda sobre la piel de nuestro país la herida por los desaparecidos de Iguala y los
crímenes de Tlatlaya a manos de militares.
Por todo lo anterior y lo que mis amables lectores puedan agregar a la triste historia de los
tres personajes antes mencionados, ellos, los tres, pueden decir lo que quieran; que en
sus respectivos gobiernos se hicieron abras monumentales, pueden auto elogiarse como
siempre lo hacen, también puede atribuirse virtudes que sólo ellos se miran, pero lo que
no podrán hacer es quitarse el sello de la triste historia que llevan en sus respectivas
frentes.
Por: Francisco Vázquez.
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