“Podrán cortar todas las flores, pero nunca detendrán la primavera”.
Pablo Neruda
El movimiento estudiantil de 1968 fue un hecho social en el que además de estudiantes de la UNAM y el IPN participaron profesores, intelectuales, amas de casa, obreros y profesionistas en la Ciudad de México y que fue reprimido por el gobierno mexicano mediante la matanza de Tlatelolco ocurrida el 2 de octubre de 1968 en la Plaza de las Tres Culturas.
El genocidio se cometió en contra de una manifestación pacífica por el Ejército Mexicano y el grupo paramilitar Batallón Olimpia fraguada por el gobierno mexicano en contra del Consejo Nacional de Huelga, órgano directriz del movimiento.
Gracias a la acción gubernamental al pretender ocultar información, no se ha logrado esclarecer exactamente la cantidad oficial de asesinados, heridos, desaparecidos y encarcelados. La fuente oficial reportó en su momento 20 muertos, pero investigaciones actuales deducen que los muertos podrían llegar a varias centenas y responsabilizan directamente al Estado Mexicano.
Politólogos e historiadores coinciden en señalar que este movimiento y su terrible desenlace incitaron a una permanente y más activa actitud crítica y opositora de la sociedad civil, principalmente en las universidades públicas, así como a alimentar el desarrollo de guerrillas urbanas y rurales en los años setenta.
Autores como Fernand Braudel, Immanuel Wallerstein y Carlos Antonio Aguirre Rojas coinciden en señalar al movimiento de México insertó en un contexto planetario de luchas sociales surgidas y recreadas de las universidades, luego de vivirse un periodo de bonanza económica por la Posguerra, siendo Braudel el primero en denominar al movimiento Revolución cultural de 1968, caracterizado por revolucionar para siempre los tres principales espacios de recreación de la cultura: la familia, los medios de comunicación y la escuela
En nuestros días vivimos la masacre de Ayotzinapa en Guerrero donde 43 normalistas fueron desaparecidos y presuntamente brutalmente asesinados. Si esto le sumamos el latente conflicto en IPN y los hechos ocurridos hace unas horas en la UNAM el escenario se le está minando cada vez más a Enrique Peña Nieto, político que regresó al viejo partido a Palacio Nacional y que a estas altura parece que el país, inevitablemente, se le está escapando de las manos.
*Esta columna refleja sólo el punto de vista de su autor
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