El elector goza del sagrado privilegio de votar por un candidato que eligieron otros. (Ambrose Bierce)
A 19 días de haber arrancado las campañas políticas del proceso electoral más complejo de la historia de nuestra democracia porque se realizarán en un escenario de profunda desconfianza generado por la crisis de credibilidad e impunidad, corrupción y violencia que se detonó crudamente con el caso Ayotzinapa y que se agudiza por las respuestas pobres de la clase política, del gobierno y de los partidos en sus estrategias electorales.
Este es pues, un proceso electoral sumamente atropellado, desde mi particular punto de vista, sobrecargado de puestos de elección popular en esperan de timoratos becarios por un lado y por el otro, viejos zorros de pradera sedientos de la presa presupuestal, experimentados seductores de la lente, cargados con una calculadora y un tabulador propenso a ajustes vertiginosos en cuanto al costo del voto y levantamiento del dedo en San Lázaro.
Es previsible que la desafección a la democracia se manifieste el próximo domingo 7 de junio con una menor participación ciudadana en las urnas y la anulación del voto por lo sucedido en los últimos meses en nuestro país en los renglón de corrupción, economía y seguridad, el gobierno llega con una muy baja aprobación a su gestión y en general hay un alto descrédito hacia los políticos, así como a los partidos en que militan. Si a esto le sumamos la pérdida generalizada de confianza en las instituciones electorales, el escenario pasa de gris a negro.
Además, la transformación del IFE a INE de ninguna manera se aprecia como un avance en el diseño de nuestro sistema democrático; los nuevos partidos no significan una opción verdaderamente diferenciada y novedosa; las figuras de los candidatos independientes no son alternativas sólidas para contender en su gran mayoría; las rutas de mercadotecnia y acción electoral de los partidos no rompen el guión que por años han ejecutado; hay una sobresaturación de mensajes; y de parte de la sociedad no ha surgido un movimiento que agite las campañas, más allá de los promotores de la anulación del voto y los opositores a la realización de comicios, sin dejar de reconocer la iniciativa Tres de Tres de Transparencia Mexicana, que plantea a los candidatos que presenten a los votantes sus declaraciones patrimonial, de impuestos y de intereses.
Así, estamos ante un coctel que apunta a profundizar en el desánimo social, uno de los peores obstáculos para la democracia, pero principalmente para encausar un sacudimiento y rectificación ante nuestros desastres nacionales. Es necesario explorar algunas causas de esta actitud a la que se llegado en la antesala de una cita que debería ser motivo de celebración nacional y que está bastante lejos de serlo.
Por: Francisco Vázquez.
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