Agradezco la oportunidad que me da Karla Rivera y todo el equipo que hace posible
#MientrastantoenMéxico al publicar las siguientes líneas.
En nuestros días hay un tema que a mi parecer merece una discusión profunda y
exhaustiva. No debe ser tratarlo desde un solo punto de vista partidista, ideológico y
menos con el sesgo que abraza la conveniencia. Es un asunto que nos debe ocupar a todos
los ciudadanos, actores políticos, legisladores y gobernantes en conjunto. Me refiero a la
protesta social.
Si bien es cierto que la libre manifestación de las ideas es un derecho universal, no
olvidemos también que, existen quienes a conveniencia embaucan y manipulan masas con
el fin de hacer de la protesta social toda una industria que arroja ganancias monetarias
millonarias. Ejemplos hay muchos en nuestro México como en el mundo.
En el caso de las protestas ciudadanas realizadas en el marco de respeto irrestricto
al estado de derecho se debe considerar el uso de armas por parte de los cuerpos de
seguridad pública en contra de los manifestantes, como un delito de estado. Dado que
en este caso no se observa infracción alguna por parte del o los participantes. Sin duda,
gobernados y gobernantes debemos aprender a diferencias entre una protesta ciudadana
enmarcada en la legalidad y aquellas que se realizar abiertamente en la ilegalidad.
Me refiero a aquellas en las que se agrede a la ciudadanía y se provoca con dolo la
intervención del Estado con el fin de victimizarse y crear mártires para obtener prebendas,
limosnas del erario público.
En la mesa de este juego perverso se encuentran operadores de todos los niveles, colores,
gustos y sabores dispuestos a mover piezas para ajustar cuentas al de enfrente, al que
hay que apretar para que afloje y abra la llave. Que nadie se sorprenda. Todos conocen y
saben la existencia de esta miscelánea y los costos de los productos que se ofertan en ella.
Por eso sostengo que no se trata de armar policías para arrojarlos sobre manifestaciones
y protestas, sino de desenrollar la madeja que se encuentra tras bambalinas de tanto
alboroto. No le den más vueltas al asunto. Un gobierno solo puede ser cómplice o
incompetente cuando sus gobernados salen a las calles a incendiar lo que encuentran a su
paso.
No tengo duda, son contadas las protestas ciudadanas justas alejadas del mercenarismo y
canibalismo. Esas pocas son dignas del respeto y apoyo colectivo.
*Esta columna refleja sólo el punto de vista de su autor
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