Ayer, el director general de Pemex Exploración y Producción (PEP), Gustavo Hernández, dijo que representantes de empresas como Chevron, Shell, Exxon, British Petroleum, Ecopetrol y otras ya mostraron su interés en los energéticos mexicanos.
Era de esperarse; y de hecho, se hacen guajes: desde hace meses o años que estarán listas para entrarle al negocio México y habrán sostenido pláticas al respecto. No las culpo. Es a lo que se dedican.
No me sorprende, incluso, que Petrobras de Brasil y PetroChina, así como la empresa nacional Iraní de Petróleo, estén listas para el gran reparto. No me sorprende tampoco que Cubapetroleo y Petróleos de Venezuela mostraran ya su interés en la venta de garaje.
A la hora de la hora, a nadie le importa que los mexicanos no fuéramos consultados para abrir este sector. A nadie le importan las causas de la resistencia a la Reforma Energética de Enrique Peña Nieto y del Partido Acción Nacional. Las primeras empresas, de las más corruptas del mundo, están siempre apuntadas en primera fila; son parte de guerras, si es necesario, para garantizarse energéticos. Las segundas son igualitas que las anteriores, con una excepción: se trata de empresas nacionales o estatales, emanadas de “gobiernos revolucionarios”.
El petróleo ha mantenido la dictadura en Venezuela durante ya bastantes años; lo mismo pasa en Irán. Cuba, en cambio, ha debido “abrazar a los gobiernos revolucionarios” que, como Venezuela, le venden energéticos a buen precio o con descuentos de regalo. China es una dictadura inmoral que opera con pragmatismo. Brasil también está en lo suyo: en el negocio. No sorprende, pues, que estas petroleras “revolucionarias” le den la espalda a la izquierda mexicana o a los ciudadanos que rechazan esta apertura. Negocio es negocio. Las dictaduras viven de dinero, como cualquier economía de mercado. Y México significa, en este momento, negocio y dinero.
Lo he escrito antes y lo repito para seguir argumentando: Yo no creo en esta reforma, y no por “nacionalista trasnochado”; creo que el sector energético mexicano necesita ser reformado, sí, pero no por estos; no por Pedro Aspe Armella y Enrique Peña Nieto; no por Vicente Fox. A estos tres no les creo un solo instante que tengan interés legítimo por darle algo a México. Creo que quieren negocios y ya. Aún cuando los mexicanos paguemos con nuestros recursos no renovables su ambición. No creo en esta reforma porque los operadores son los mismos saqueadores de siempre, los corruptos hasta la médula que, como Fox (y como los dos anteriores), mantuvieron y mantienen en total impunidad a gente como Carlos Romero Deschamps. Mi argumento es que esta reforma debió ser legitimada con una consulta nacional que no se dio. Y no hablo de la consulta por darle coba al PRD, sino porque es un tema serio que debió ser sometido a la opinión de todos los ciudadanos.
No me sorprende, decía, que Cuba y Venezuela sean ahora parte de la “reforma neoliberal” de Peña Nieto (uso sus palabras y levanto, con burla, el puño izquierdo). Si a los mexicanos no les importan sus recursos, pues a ellos menos, dirán.
Lo que no deja de sorprenderme, lo que me tiene verdaderamente en shock, a lo que no puedo acostumbrarme, es a que los mexicanos no digan (digamos) ni pío. Apenas un puñado ha expresado algo. El Congreso hizo lo que quiso y en las redes sociales (por citar foros) apenas se discutió la Reforma Energética. Una pedrada al “Piojo Herrera” habría provocado una revuelta social, seguro. Pero no esta reforma, encabezada por saqueadores profesionales.
No me sorprende que Cuba y Venezuela sean parte del saqueo, insisto. Al final, las dictaduras son saqueadoras de voluntades y recursos de los pueblos y si a los mexicanos no les importa, pues a los dictadores menos.
Y, bueno, los hijos de los que no protestan deberán pagar por estos momentos tristes; los hijos de los que no dicen ni pío se lamentarán cuando no quede una gota de crudo y ni un litro de gas. (Sus hijos: yo sólo tengo dos perros).
Los hijos de los babean mientras los saqueadores hacen lo suyo serán los que vean a Pedro Aspe Armella y a todos los que él representa (entre otros, creo yo –sin datos para confirmarlo–, Carlos Salinas de Gortari) cómo se llevan hasta los platos de cartón y los tenedores de plástico de la cocina.
Mea culpa: mi generación vio cómo el empresario del momento (como ahora es Aspe), Carlos Slim Helú, se quedaba con Teléfonos de México. Y no hicimos tampoco nada. Mea culpa doble (o que se siente como doble): justo esta semana me toca pagar el recibo de celular al hombre más rico del mundo…
*Esta columna refleja sólo el punto de vista de su autor
Por: Alejandro Páez Varela
@paezvarela
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