Por Julio Sabines Chesterking*
Mucho se ha escrito sobre la visita del Papa Francisco a México. He leído opiniones a favor, otras en contra; algunos se emocionaron, otros resultaron molestos por distintas razones. Y aunque es un tema un saturado y no es precisamente actual, no quise evitar escribir sobre lo que a mí me hizo pensar al respecto.
Primero que nada, me parece pertinente aclarar que yo me considero francamente liberal, y soy absolutamente partidario del estado laico. Por lo anterior, la visita del Papa Francisco me puso algo nervioso, porque no me dejo nada contento ver a actores políticos buscando sacar raja de la misma, ni me siento feliz al ver el uso excesivo de recursos públicos en eventos de carácter religioso, pero sobretodo, porque sé que después de una visita como esta, los actores religiosos buscan influir de manera importante en las agendas públicas, y principios que son de carácter intimo buscan llegar a la esfera pública, como lo son los embates en contra de la libertad sexual, o del matrimonio entre personas del mismo sexo, o en contra de la terminación del embarazo, etcétera, ante cuales los grupos religiosos pretenden influir lo que su dogma les dicta hacia el dominio de lo público. Ahí es donde más me preocupo.
Dicho esto, yo estuve pendiente de los mensajes de Francisco, y muchos me gustaron mucho, mas allá de que mis posturas personales en la mayor parte de las ocasiones son lejanas a las de la iglesia católica. El evento que más me conmovió fue su visita a la cárcel de Ciudad Juárez, en donde hablo de la misericordia. Sinceramente el mensaje me llegó profundo, y es aquí en donde encontré la respuesta al porqué del fenómeno de su visita. Y es que México está urgido de símbolos, en lo personal me parece terrible como todo puede ser cuestionado y destruido. Si alguien cree en algo o en alguien, siempre habrá alguien que inmediatamente lo desacredite, ese se ha vuelto el deporte nacional. Si crees en Juárez, resulta que no era tan bueno, es más, lo contrario; si crees en Lázaro Cárdenas, algunos dirán que lo hizo mal; si crees en una opción política, esta está llena de vicios y si crees en la virgen de Guadalupe, pues no, no nos representa a todos, representa un dogma y a una institución completamente cuestionable.
Yo sinceramente envidio, a los vecinos estadounidenses, como han logrado tener símbolos intocables, no existe quien hable mal de George Washington, ni de Abraham Lincoln, es más, hasta lo mitifican en películas donde además mata vampiros. Mi punto es que los símbolos que unifican una sociedad, permiten un elemento de acuerdo, de cohesión social, un punto de partida; en México no tenemos eso y vivimos en confrontación permanente, ni siquiera la bandera y el himno son elementos de acercamiento, mucho menos una corriente política.
Yo soy partidario de la mitificación de algunos personajes, ninguno religioso por supuesto, pero me parece imposible no reflexionar sobre el importante papel que juega una persona como el Papa Francisco, que se convirtió temporalmente en un símbolo de unidad entre los católicos de México, que son mayoría, y también me parece imposible no ser conmovido por ese mensaje, la misericordia. Tal vez esté lejos de la realidad nacional, pero entiendo perfectamente como una sociedad se sienta refugiada en un símbolo que alcance a la mayoría, y como, además, se sienta identificada con un mensaje de concordia.
¿Ahora qué hago? Porque a mi ese símbolo no me sirve, y siempre habrá alguien, como yo, que ya sea un símbolo u otro, no se sienta identificado. ¿Cómo le hacemos para encontrar un símbolo o una idea que nos identifique a todos? Que nos una y nos dé un punto de partida para avanzar como nación. No logro contestar esa pregunta, pero si tú tienes una idea, me haría feliz escucharla.
¡Se buscan símbolos! ¡URGENTE!
*Nació en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, México. Comenzó su actividad profesional a los 15 años, en organizaciones diversas políticas. Es Licenciado en Derecho, y cuenta con una Maestría en Administración Militar para la Seguridad y Defensa Nacionales, además, tiene con un Diplomado en Federalismo en la Reforma del Estado Mexicano, así como distintos cursos sobre Seguridad y Defensa en el extranjero. Su experiencia profesional se ha concentrado en diversas entidades de la administración pública federal y de carácter político partidista. Ha sido profesor invitado en diversas instituciones académicas, entre ellas el inacipe, el cesnav, el ceefa, la fundación Colosio, entre otros.
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