El chile es un fruto consumido por el 25 por ciento de la población mundial, pero ¿por qué gusta tanto? Un investigador del Cinvestav, al estudiar los efectos de la capsaicina, principal sustancia activa del chile, trata de encontrar una respuesta a esta pregunta.
¿Qué mecanismos biológicos están detrás de este gusto “masoquista” por el picante? Esta pregunta se la hacen los científicos que estudian los efectos de la capsaicina, la principal sustancia activa del chile.
El titular del Laboratorio de Neurobiología del Apetito explica que la capsaicina por sí misma no es un sabor como el dulce, amargo, salado, ácido o umami (presente por ejemplo en la carne). Por lo tanto, el principal compuesto del chile no activa el sistema gustativo, sino el trigeminal, que detecta y procesa estímulos potencialmente peligrosos para el cuerpo humano y que producen dolor.
O sea, no importa con qué otras sustancias se mezcle, dulces o saladas, el picor de la capsaicina siempre predomina. Por eso cuando comemos un platillo simple o “aburrido” –como tortillas con pollo (enchiladas)- condimentado con chile, la sensación de picor de la capsaicina es la que perdura por más tiempo y a la que ponemos más atención. “Quizá a eso se refiere la gente cuando dice que el chile le da sabor a su comida”, argumentó el académico.
Fuente: El Financiero
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