Por Karla Lara
La narco-cultura o la vida alrededor del narcotráfico representa hoy no sólo un estilo de vida que promueve y enaltece uno de los delitos graves sancionados en nuestro país, sino una fuente de inspiración para quienes han visto la oportunidad de negocio existente al replicar en historias (de no ficción), la vida de los narco traficantes conocidos, tanto nacionales como extranjeros…
Las llamadas narco-series, narco-películas, producciones a manera de biografías y diferentes programas visuales estilo documental sobre el tema “narco” forman hoy parte de una oferta importante en volumen de entretenimiento familiar en sistemas de televisión de paga, a demanda y abierta.
Sin entrar en el debate acerca de si corresponde o no a la libertad de expresión que otorga nuestra Constitución, y bajo la cual, las personas pueden manifestar sus ideas en los medios y maneras que mejor les parezcan y sin caer tampoco en la opción de censurar dichos contenidos, el punto a exponer es la manera en la que se ha normalizado la cultura alrededor del narcotráfico como un tema inspiracional y aspiracional que atrapa la atención de niños, jóvenes y familias completas.
No importa la edad, el sexo o el estrato social al que se pertenezca, diferentes audiencias disfrutan y comparten estos contenidos y está por demás decir que no sólo se trata de enaltecer un delito transfronterizo que ha cobrado vidas y sembrado la violencia en nuestro país a diestra y siniestra, sino que resulta ser un modelo a seguir por representar la supuesta abundancia y opulencia de la vida fácil alrededor de las actividades de los cárteles y sus líderes.
Diversos autores lo han denominado la “apología del delito”. Se define a la apología como la exposición, ante una concurrencia de personas o por cualquier medio de difusión, de ideas o doctrinas que ensalcen el crimen o enaltezcan a su autor. La apología sólo será delictiva como forma de provocación y si por su naturaleza y circunstancias constituye una incitación directa a cometer un delito. La razón de ser de este delito está clara: la libertad de expresión no puede proteger la lesión de bienes jurídicos superiores… Cuando la libertad de expresión se convierte en un instrumento al servicio de los que atentan contra la vida y la libertad, debe actuar el derecho penal, pero, estamos hablando de “entretenimiento”.
¿Cuántos nos hemos cachado mirando o siguiendo por elección una narco serie o un narco documental?, ¿Acaso no resulta contradictorio condenar y juzgar lo que desde muchos hogares se consume como entretenimiento?, y es que las historias suelen ser las mismas o similares: el niño o niña y luego el joven limitado en sus opciones de desarrollo y preparación que admira a un narco y lo imita hasta volverse no solo un narco respetado, sino un padrino que no solo provee a su familia sino a su comunidad con bienes y servicios que antes no estaban a su alcance… y así, en una interpretación limitada de ese estilo de vida se pasa por alto no solo que se trata de delito grave perpetuado por personas que claramente atentan no solo contra la salud y la vida de las otros, sino contra diversas garantías individuales también contenidas en la Constitución.
Productores y televisoras han encontrado un gran negocio al producir y difundir esos contenidos, actores han dado vida y personalidad a los anti-héroes, a los narcos a quienes tantos niños y jóvenes reales en nuestro país quieren imitar, la series mas allá de promover o no la comisión de delitos, lo que hacen es normalizar esa situación, no solo brindan información detallada de cómo llevar a cabo no el narcotráfico, sino que detallan la manera en la que supuestamente se vive alrededor de dicha actividad, principalmente la forma en la que viven los narcos, en un formato de telenovela contado como historia de ficción… el malo se vuelve el bueno y el delincuente un héroe…, al que se admira, al que se emula, al que se le tiene compasión y acaba en muchas situaciones siendo la víctima de a justicia o del derecho.
Personas que condenan la situación violenta actual en nuestro país, por otro lado consumen el “narco-entretenimiento”, para estar en la conversación, para convivir, para saber de qué se trata, para tener un tema vigente y así, todos los días y a todas horas, esos contenidos, ese “narco-entretenimiento” ocupa la mente y las ideas de personas, de familias que dedican horas y horas de su tiempo a ver y discutir la misma historia con diferente personaje, es una actualización de las antes telenovelas, solo que ahora basadas en hechos reales, en delitos actuales, en personajes reprobables a los que se aspira imitar.
Se trata de una problemática social de estos tiempos, no porque se graben y se transmitan las narco-series o los narco-contenidos el delito se agrava, lo que en realidad sucede es que se normaliza, y en la medida que se vuelve normal, se convierte en aceptable aunque sea ilegal. Y la lógica es por demás opuesta: el narco tráfico en sí mismo es un negocio que atenta contra la vida y la salud, pero que genera millones y millones de dólares a su paso, y la producción del narco entretenimiento, también se está convirtiendo en una industria millonaria, una actividad justificada atrás de invocar la “libertad de expresión” como una garantía constitucional, una industria que se suma y se vuelve parte del problema. Los comunicadores no dejan de tener una gran responsabilidad en lo que comparten, porque deben preguntarse cuál es el objetivo detrás de dicha comunicación: ¿sembrar consciencia?, ¿volverlo normal?, ¿sancionarlo como crítica pública?, ¿darlo a conocer? o simple y sencillamente generar dinero, millones al explotar la brillante idea de enaltecer uno de los mas graves delitos de nuestra época en este país que ya de por sí nos duele desde tantos lugares…
@KarlaDoula
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