Reynosa tiene miedo desde hace ocho años. Y las promesas de las autoridades de recobrar el orden son cada vez más inverosímiles. Este viernes los narcobloqueos y enfrentamientos que se registraron en la ciudad fronteriza mostraron de nuevo que el gobierno hace mucho que perdió el control de la región.
Junto con Matamoros y Nuevo Laredo, Reynosa es uno de los tres bastiones de la delincuencia organizada para controlar el tráfico de drogas y trata de personas hacia los Estados Unidos en Tamaulipas. Lo malo es que siempre habrá grupos criminales que quieran adueñarse de este punto estratégico y los efectos serán notorios.
¿Cómo es vivir en una ciudad donde no sabes si regresarás vivo?, ¿cómo es una ciudad en la que en cualquier momento un sicario puede quitarte tu vehículo e incendiarlo?, ¿cómo es una ciudad donde la gente se autoimpuso un toque de queda y la vida nocturna es nula?. Esto es Reynosa.
La joya de la corona
Reynosa cayó en guerra desde que a mediados de la década pasada, el Cártel del Golfo sufrió una escisión y su entonces brazo armado, Los Zetas, se separó, creando su propia organización. Entonces se encontraron en una guerra sin cuartel que causó miles de muertos .
Tras una racha de decapitados, extorsiones, desapariciones y colgados en puentes, Los Zetas tuvieron bajas sensibles que redujo su presencia en Reynosa y permitió que el Cártel del Golfo pudiera hacerse de la plaza. El culmen para el Cártel del Golfo sería la caída de Omar Treviño Morales, Z-42, líder del organismo y cuya detención provocó que el Cártel del Golfo ya no tuviera más problemas operativos.
Sin embargo, cuando todo apuntaba al dominio total del Cártel del Golfo, se arraigó una confrontación interna que se remonta a 2010 y ha tenido sus puntos más sangrientos en 2015.
Tras la muerte de Antonio Cárdenas Guillén, Tony Tormenta en 2010, dos facciones, la de Los Metros y Los Rojos, pelearon por el poder de la estructura criminal. A lo largo de estos años, más grupos se han sumado a la disputa para contrarrestar el poder de Los Metros quienes impus
ieron “mano de hierro” a las operaciones de todo el corredor tamaulipeco. Si a principios de este año la ola de ejecuciones se disparó, fue por esta situación.
El diablo anda suelto
El pasado viernes, Reynosa se convirtió en tema de agenda nacional después que elementos federales detuvieron a José Tiburcio Hernandez Fuentes apodado El Gafe, líder del Cártel del Golfo y quien era acusado de provocar la escalada de violencia que afecta a la ciudad desde el año pasado. Tras la aprehensión se desató una oleada de enfrentamientos y narcobloqueos que durante doce horas generó pánico en la población, no toda la Zona Metropolitana de Reynosa – Río Bravo.
Mientras tanto en México efectuó un recorrido por Reynosa tras los bloqueos que se desarrollaron en once puntos de la ciudad.
“Reynosa es una ciudad movida, ahorita son los días buenos porque la gente que viene de Monterrey y va a McAllen pasa por aquí, pero cuando pasan estas cosas se nos muere todo”
comenta Lucía Salzar Linares, dueña del único negocio de tacos que permaneció abierto sobre el Boulevard Las Fuentes. El resto de los comerciantes sabía que la gente tenía miedo de salir y se había acabado la venta. Doña Lucía lo sabía también, de hecho sólo esperaba que le diera la medianoche para guardar sus cosas y “guardarse” en casa.
Mientra la gente se guarecía, efectivos militares realizaban recorridos por las calles desoladas. En el primer cuadro de Reynosa, sobre Morelos, Matamoros y Aldama, efectivos militares y de la Policía Federal Preventiva custodiaban la presidencia municipal que en otros incidentes violentos fue blanco de ataques y granadazos. En los alrededores, los negocios también optaron por cerrar.
Los más incautos, quienes viajaban en vehículos particulares, eran sometidos a revisiones después que se colocaron retenes en los ingresos y salidas carreteras, así como en las avenidas principales de la ciudad, como la Mil Cumbres, Boulevard del Maestro, Praxedis Balboa y Herón Ramírez.
A través de redes sociales, muchos de los habitantes seguían pasando reportes de bloqueos (a pesar que estos habían concluido) y afirmaban que durante el fin de semana seguirían los ataques. Los ataques en verdad habían concluido, pero el miedo prevalecía.
“A nosotros nos toca primero”
Javier vive en la colonia San Antonio. Le han tocado dos balaceras y el pasado viernes el bloqueo con se colocó a pocos kilómetros de Periférico, cerca de Jarachinas. Su esposa estaba en el estacionamiento de un centro comercial sobre el Periférico cuando ocurrió la balacera, tuvo que descender de su camionera para protegerse de los tiros.
“Pues uno nunca se acostumbra verdad, uno nomás sabe que debe ponerse al tiro y no meterse. Ahora, siempre nos toca los balazos por allá porque es el ingreso de Monterrey… siempre, siempre tapan allí, siempre porque es de donde vienen los polis. Y dejan a la ciudad encerrada”.
En las sociedades de padres de familia de Reynosa incluso han tenido que desarrollar capacitación sobre qué hacer en las escuelas en caso de un contingencia como la del viernes. Lo principal y el procedimiento más frecuente es que mientras la emergencia esté en proceso, ningún niño sale de las instalaciones.
¿Ya se acostumbraron a la violencia? En Reynosa dicen que no, lo que es un primer paso para entender que sí. Por ejemplo, a pesar de que la tasa de homicidios es de 14 por cada 100 mil habitantes, la más baja comparado al resto de las ciudades fronterizas, cuando menos cada 24 horas ocurre una balacera en algún punto de la ciudad.
Incluso los habitantes han tenido que recurrir a aplicaciones para celulares para avisarse en cuanto ocurre una situación de emergencia. A eso se suma que el sitio web Valor por Tamaulipas se ha convertido en un referente para alertarse en cuanto ocurre la violencia. Para muchos de los residentes de la ciudad es el único medio confiable asegurando que todos los demás se encuentran coptados por los criminales.
Universidades, tiendas de autoservicio y locales pequeños han tenido que cerrar sus puertas debido a las constantes amenazas y extorsiones por parte de grupos de la delincuencia organizada.
“Antes nuestra ciudad era muy bonita, pero pues ya no es de nosotros, la gente se está yendo porque se cansan, y es lógico, uno quiere llegar a su casa, o salir a divertirse con seguridad y no se puede, eso no es vida”, concluye con tristeza Javier.
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