Recuerdo un país con miedo; durante gran parte del sexenio de Felipe Calderón, por ejemplo. Recuerdo un país en zozobra: cuando la devaluación y la crisis de 1996-1997, o cuando mataron a Luis Donaldo Colosio. Recuerdo un país atónito en varias ocasiones, como el día en que el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) se levantó en armas y nos hizo despertar del sueño de cartón y serpentinas del salinismo. Recuerdo un país marchando, indignado; y se me vienen a la mente las movilizaciones por la inseguridad en la Ciudad de México.
Pero no recuerdo un país con miedo, con zozobra, atónito, marchando, indignado y además triste, como triste está, hoy, por la desaparición de los 43 jóvenes normalistas y la aparición de fosa tras fosa tras fosa, con cadáveres, y cadáveres, y cadáveres.
El miércoles pasado, siguiendo la marcha por los desaparecidos, escuché a ocho o diez señoritas cantar. No era una canción de guerra; no era, en esencia –aunque en el contexto lo fuera–, una canción de protesta. Era un canto de amor triste, prestado por Fito Páez:
¿Quién dijo que todo está perdido?
Yo vengo a ofrecer mi corazón
Tanta sangre que se llevó el río
Yo vengo a ofrecer mi corazón. […]
Luna de los pobres siempre abierta
Yo vengo a ofrecer mi corazón
Como un documento inalterable
Yo vengo a ofrecer mi corazón. […]
***
No es fácil engañar a tanta gente a un tiempo, si esa misma gente ha sido engañada tanto. A la chistera del mago se le van acabando los trucos; entonces, cuando el mago mete la mano para sacarse otro conejo ya no hay conejo: hay un cadáver. Entonces, cuando el mago mete la mano para sacarse un largo pañuelo de colores, se le viene un brazo podrido, agusanado.
Debe ser complicado para los políticos hablar de justicia social, de seguridad, de transparencia, cuando tienen la boca tapada con el estiércol que han sembrado. Les debe ser difícil repetir las promesas de que ahora sí atacarán la corrupción y frenará el saqueo y echarán a andar este país con la frente en alto, sin vergüenza, sin ser el hazmerreír de la comunidad internacional. Pero los han repetido tanto, han sacado tantos conejos de la misma chistera para tener embobados a los que pagan por el espectáculo, que ya no funciona.
Esos 43 desaparecidos comían apenas. Esos 43 desaparecidos salieron de los pueblos más pobres de México a estudiar en una escuela maltratada durante años. Tenían un sueño, y no pensaban cristalizarlo en ellos: soñaban con compartir; soñaban con enseñar.
Esos pobres desarropados, que vivían en cuartos pelones, eran la esperanza de los otros que esperaban en casa: la esperanza de sus padres y sus hermanos; la esperanza de los hijos de los otros a los que enseñarían a leer y escribir.
Ahora ese sueño se ha roto. Más de un mes desaparecidos.
No es fácil engañar a tanta gente, si a esa gente se le ha engañado tanto. La promesa de modernidad de Enrique Peña Nieto no es sino el mismo engaño de siempre.
Ahora sí quisiéramos que el mago metiera la mano a la chistera y se sacara algo concreto y no un conejo ni un pañuelo largo de colores, sino a los 43 con vida.
Pero sabemos que el mago es limitado. Tenemos miedo, ahora que mete la mano, a lo que va a sacar.
Y uniré las puntas de un mismo lazo
Y me iré tranquilo, me iré despacio
Y te daré todo y me darás algo
Algo que me alivie un poco más.
[…]
¿Quien dijo que todo está perdido?
Yo vengo a ofrecer mi corazón.
Tanta sangre que se llevó el río
Yo vengo a ofrecer mi corazón.
***
Un país triste, lleno de tragedias. Y una tragedia (los ejecutados por soldados en Tlatlaya) va sepultando a la que sigue (los desaparecidos de Iguala).
¿Cómo le vamos a explicar a las siguientes generaciones que no hicimos algo? ¿Cómo le vamos a explicar a los que vienen que nos quedamos en casa, viendo televisión?
Un país triste no puede ser un país manco, pienso. Los que roban ahora robarán a tus hijos; los que matan y desaparecen, seguirán matando y desapareciendo si no hacemos algo. Los que mienten y engañan y difaman y tienen embobada a la mayoría lo seguirán haciendo si no hacemos algo.
¿Quién dijo que todo esta perdido? Yo vengo a ofrecer mi corazón.
— Y una nota final: El sábado hackearon la cuenta de la cantante pop Belinda en Facebook para atacar a SinEmbargo. Luego, en su cuenta de Twitter (@belindapop) dijo: “Yo no puse eso en Facebook, creo que me hackearon!”. El ataque es a mi persona, pero otros periodistas de este sitio son atacados también.
En SinEmbargo sabemos que no es fácil hacer el periodismo que hacemos. Los ataques continuaron el domingo y seguirán, cada vez más fuertes. No nos asustan, nos nos acobardan, no nos doblan. Todo lo contrario. SinEmbargo alcanzó esta semana su máximo histórico: casi un millón de visitas diarias. Que le sigan: al menos uno de los seguidores de Belinda se ha vuelto fan del sitio y eso, eso ya es una gran ganancia.
Por cierto, desde el viernes la organización internacional Artículo 19 lanzó una alerta y pidió al Gobierno del Distrito Federal, a la Procuraduría General de la República, a la Comisión Nacional de Derechos Humanos y a la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal que garanticen la seguridad de los periodistas de SinEmbargo y abran una investigación por los ataques.
Por supuesto, ninguna autoridad ha movido un dedo. No ofrecieron seguridad, tampoco investigan nada. ¿Por qué suena eso tan conocido? ¿Dónde más lo hemos escuchado?
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