Por Andrei
Tras el asesinato del periodista Javier Valdez Cárdenas, cofundador de Ríodoce, una parte del gremio periodístico se movilizó en distintos puntos del país exigiendo seguridad y justicia.
Es de celebrarse la iniciativa de los trabajadores de medios y periodistas independientes que salieron a las calles en estados como Baja California, Guerrero, Hidalgo, Ciudad de México o Quintana Roo.
Es de celebrarse que se haya ingresado una queja ante la Comisión de Derechos Humanos en Quintana Roo; que la ONU y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) llamaran al Gobierno Federal combatir la violencia contra periodistas; que órganos políticos como el INE y la ALDF se pronunciaran por protegerlos y también a la libertad de expresión; que periodistas de renombre se sumaran a la causa favoreciendo así el seguimiento mediático de la actividad del gremio.
Incluso es buena noticia que el Gobierno Federal, aunque con fines evidentemente políticos y, seguramente sólo de forma nominal, ofreciera mayor protección a través de los gobiernos estatales y la Fiscalía Especial para la Atención de Delitos Cometidos contra la Libertad de Expresión (Feadle).
Estas son consecuencias positivas de expresar abiertamente en los medios, en las calles y en las redes, la indignación por la impunidad e inseguridad de la que los periodistas son víctima.
Es de celebrarse, por supuesto, pero habrá que cuestionarse si es suficiente. ¿Los periodistas realmente se defienden? ¿Los periodistas deben defenderse solos?
Unos 103 han sido asesinados del año 2000 a la fecha. Este 2017 ha sido el año más letal, al menos en lo que va del año, con 6 asesinatos.
Pero el tema de la inseguridad no es el único que aqueja al gremio, sino también la precariedad salarial, la censura, la explotación, la corrupción, el acoso laboral y sexual, el favoritismo…
Los asesinatos son la expresión máxima de las malas condiciones de esta labor, pero se debe hacer ver que detrás se esconden muchas otras cosas.
¿Los periodistas se defienden? ¿Se defienden bien? ¿Quiénes los defienden a ellos?
En dónde están los tantos periodistas ausentes, lejanos a estas manifestaciones de indignación?
¿En dónde está el ciudadano común, que parece indiferente?
¿En dónde está al menos una iniciativa seria para organizar a un gremio (que históricamente se ha caracterizado por tener malas condiciones laborales) para defender sus derechos y dignificar su labor?
¿En dónde están los pronunciamientos y propuestas concretas de ejes de acción de organizaciones como el Sindicato Nacional de Redactores de la Prensa o el Club de Periodistas de México que, se supone, pretenden agrupar a periodistas y defender y mejorar su trabajo?
¿En dónde están los directores editoriales, periodistas de renombre con importante influencia política?
¿En dónde están los dueños de los medios de comunicación y sus socios, patrones de muchos de estos trabajadores que están en constante riesgo? No debe olvidarse que otros responsables directos de las condiciones precarias de la labor periodística son las empresas de comunicación.
Periodistas sin voz
Hay, dentro del gremio periodístico, una suerte de egos, diferencias e intereses que impiden que actúen de forma conjunta en pro del bien común.
Si los periodistas no se organizan y ejecutan acciones concretas que vayan más allá de la manifestación (hasta el momento funcional) se quedarán sin voz.
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