El término “micromachismos” fue acuñado por el psicoterapeuta Luis Bonino
Existen muchas formas en que las mujeres son violentadas física o emocionalmente
Por Juventino Montelongo
Seis de cada 10 mexicanos considera que nuestro país es machista, de acuerdo con una encuesta hecha por Parametría, lo cual representa el 62 por ciento de la población nacional.
Sumado a ello, tres de cada seis está seguro que la violencia en contra de las mujeres es culpa de ellas mismas, mientras que el 21 por ciento piensa que en realidad es culpa del gobierno.
La encuesta también dijo que una de cada tres personas conoce a alguna mujer que es maltratada física y emocionalmente, el 28 por ciento señaló haber conocido a alguien que sufre de violencia intrafamiliar, el 21 por ciento de acoso sexual, el 8 por ciento ha sido privada de su libertad o fue abusada sexualmente y el 6 por ciento conoció a una mujer que fue asesinada.
A pesar de esto, existen muchas otras formas en que las mujeres son violentadas física o emocionalmente, aunque como son casi imperceptibles, suelen repetirse constantemente.
Este tipo de acciones son conocidas como “micromachismos”, los cuales fueron definidos por el psicoterapeuta Luis Bonino Méndez en 1991, como “las prácticas de dominación y violencia masculina en la vida cotidiana, del orden de lo ‘micro’ al decir de Foucault, de lo capilar, de lo casi imperceptible, lo que está en los límites de la evidencia”.
Las acciones descritas por Bonino que están dentro de los micromachismos son varias: imponer y mantener el dominio y su supuesta superioridad sobre la mujer, reafirmar o recuperar dicho dominio ante la mujer que se “rebela” de “su” lugar en el vínculo. Así, el psicoterapeuta los describe como “microabusos y microviolencias que procuran que el varón mantenga su propia posición de género creando una red que sutilmente atrapa a la mujer, atentando contra su autonomía personal si ella no las descubre (a veces pueden pasar años sin que lo haga)”.
Para Bonino, los micromachismos se dividen dependiendo de los comportamientos masculinos, ya que pueden ser coercitivos (o directos), encubiertos (de control oculto o indirectos) y los de crisis.
En los coercitivos (o directos), los hombres utilizan la fuerza, ya sea física, emocional, económica o psíquica para “intentar doblegar a la mujer, limitar su libertad y expoliar el pensamiento, el tiempo y el espacio, y restringir su capacidad de decisión”.
Algunos ejemplos propuestos por el psicoterapeuta para poner en claro este tipo de violencia son: intimidación, control del dinero, que los hombres no participen en la limpieza del hogar, creer que el varón tiene que decidir qué, cuándo y dónde hacer algo, insistir tanto en algo que la mujer tiene que ceder para dejar de ser molestada, decidir cuándo tener sexo o la imposición de ideas.
A los micromachismos encubiertos, Bonino los define como los que los hombres ocultan, ya sea en su intención u objetivo de dominio, utilizando el afecto para disminuir el pensamiento y las acciones de la mujer.
Estos se distinguen por creer que la mujer es maternal por naturaleza, pensar que sólo ellas pueden ser las que estén al cuidado de una relación o incluso cuando los hombres creen que por ser quien trabaja más no debe preocuparse por las labores del hogar.
También está la falta de apertura a ser más comunicativo, poner límites en la relación, querer recibir todo el afecto sin dar nada de él, las mentiras, los comentarios utilizados para imponer, descalificaciones, autoalabanzas, negar que una mujer puede ser autónoma o hacerla sentir culpable de sus problemas.
Para finalizar, los de crisis son definidos por el psicoterapeuta Luis Bonino como los que suelen utilizarse en “momentos de desequilibrio”, ya sea querer controlar los horarios de la mujer, como tiempos y salidas de la casa o trabajo, decir que las apoyas cuando en la realidad no es así, distanciamiento o amenazas, negarse a ser criticados, dar regalos después de alguna pelea y prometer que se cambiará, tratar de dar lástima y hacerse la víctima.
Todos estos comportamientos traen consecuencias fatales para las mujeres, ya que además de ser asesinadas, violadas o acosadas, también son afectadas de manera emocional, al agotarse y no tener energías para sí misma, tener baja autoestima, no poder desarrollarse personalmente ni profesionalmente y estar harta de las relaciones.
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