Este domingo 25 abril, el proceso para renovar escaños en el parlamento europeo, estuvo marcado bajo dos directrices: en primer lugar, nuevos partidos, marginales hace apenas unos cuantos meses, han logrado avances en curules y aceptación popular; sus victorias se leen, además, dentro de un proceso de constante rechazo a la Unión Europea (UE) que, para mantenerse cuajada, ha recurrido al cierre de cinturones económicos y medidas de emergencia.
Así, fue posible que ayer, en contraste, la extrema izquierda y la extrema derecha, alcanzaran su primer coto de poder que de una parte castiga a las viejas opciones y por el otro genera desconcierto y desconfianza.
El emblema más importante lo otorgó Francia. Bajo el lema, los franceses “no quieren seguir siendo dirigidos desde afuera”, el ultraderechista Frente Nacional de Marine Le Pen se convirtió, por primera vez en unos comicios de ámbito nacional, en el primer partido de ese país en vencer una elecciones internacionales; con el 25 por ciento de los votos, según las estimaciones de varios institutos de sondeos divulgadas al cierre de los colegios, ha derrotado la influencia de François Hollande.
En segunda posición se situó la conservadora Unión por una Mayoría Popular (UMP), con algo más del 20 por ciento de los votos, en tercer quedó relegado el Partido Socialista (PS) en el Gobierno, quien logró apenas el 14 por ciento de las preferencias electorales.
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