Por Manuel Tenedor
Hace 205 años, México inició la batalla por emanciparse de la Corona Española. La madrugada del 16 de septiembre, las campanas de la parroquia de Dolores, resonaron a su máxima capacidad y el cura Miguel Hidalgo convocó al pueblo a levantarse en armas en contra del yugo ibérico.
Fueron once años de batallas sangrientas que, supuestamente, terminaron con 300 años de dominio español en territorio mexicano. Nuestro país ya se presumía independiente en 1821.
En la tradicional ceremonia del Grito de Independencia, tercero que le toca amenizar a Enrique Peña Nieto, fue notoria la escasa emoción en la cara del priista. El gobierno y la propaganda mediática vendieron la ceremonia como austera y comprobamos nuevamente la poca química del presidente de la república con el pueblo.
Ni con los acarreados de Peña se llenó la plancha del Zócalo capitalino, ni tampoco con protestas de repudio. Irónicamente el país conmemora a los rebeldes que nos dieron patria pero en el México actual, se combate a toda costa la disidencia.
Las medidas de seguridad insistieron en basculear niños, sembrar francotiradores en los alrededores y levantar manifestantes a la menor provocación. En las redes se discutía arduamente acerca de si existían razones por las cuales festejar la independencia del país.
Desconozco qué tantos “¡Viva México!” sean adecuados en un país que atraviesa por uno de sus peores momentos. Me queda claro que México no es sus políticos apátridas ni tampoco es la selfie con sombrero charro y bigote. En sentido estricto, la patria es todo eso que nos liga a la tierra natal o adoptiva. Vínculos culturales, históricos, afectivos, climáticos, etc. La patria no es nomas rendir honores a una bandera o cantar el himno nacional, es un sentimiento.
Nadie puede negar las cualidades que por destino nos otorgó la naturaleza. Playas, selvas, desiertos, lagos y montañas presumibles pero con poco mérito humano en su creación.
El neoliberalismo no solamente ha dañado el desarrollo social y económico de la nación, también actúa como influencia ideológica en lo que sentimos hacia México. La idolatría del mexicano por lo foráneo ha venido justificando indirectamente el bombardeo de productos extranjeros y el debilitamiento de la industria nacional. Económicamente el país está lejos de ser independiente.
La crisis en derechos humanos, la violencia, los muertos, desaparecidos y la impunidad han puesto en peligro la vida misma de los que vivimos en este país. Lo único digno de celebrar es que esta fecha conmemorativa nos permite pasar un tiempo con seres queridos, pero para muchos mexicanos ya ni eso es posible.
Dejando de lado las circunstancias de vida, el México de 2015 tiene muy poco que celebrar como Nación y valdría la pena preguntarnos que sentimos por la deteriorada patria.
Se dice que: “El que no quiere a su patria, no quiere a su madre”. Algunos defienden la patria con revolución mientras que a otros les parece exagerado querer a su país.
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