Por Pablo Montaño
Por cinco años hice un video blog que con comedia y sátira describía la política nacional. El proyecto nunca despegó más allá de un extendido círculo de amigos y un par de menciones que viralizaron algunas pocas ediciones. Como premisa, tenía mantenerme al margen del narco, por miedo, en mi proyección de México el narco no existía y los hilos del país estaban en manos de las élites políticas; sin duda, una visión equivocada por el papel que juega este monstruo en el día a día de nuestro país. Esta semana asesinaron a Javier Valdez, alguien que sí hablaba del narco y cuyo miedo era inferior a su compromiso por relatarnos la realidad que vivimos.
Tristemente, la tragedia no para con su muerte, las reacciones confunden la labor que él hacía, algunos de los que sólo pintan una visión sesgada, parcial y digerida de la vida nacional, se suman al duelo como pares de Javier, como si estuvieran, estuviéramos, en su mismo nivel. Esta simplificación de la labor de los periodistas de (nuestra) guerra confunde lo que perdemos con cada voz que sí habla de lo que realmente está pasando. Una forma de desaparecer el periodismo es difuminarlo, diluirlo, decir que todos lo hacemos y aislar a los que realmente lo hacen o a los que lo hacen a pesar de verdadero peligro.
De las frases e ideas que se comparten de Javier, me aferro a su lectura del buen periodismo, el que es “valiente, digno, responsable y honesto” y que desgarradoramente “no tiene sociedad alrededor”. Me taladra su reiteración de la soledad que viven los periodistas, más allá de la rabia y la indignación que me ha traído su asesinato, esta vez me lleva la vergüenza de saberme cómplice del silencio que también lo vulneró. Debemos ser la comunidad que nuestros periodistas merecen y necesitan. Sus voces no pueden perderse en el vacío a pesar de la guerra que nos narran, esa que duele por retratar los lugares que conocemos y por mentar los nombres de aquellos con los que convivimos.
En nuestra voluntaria ceguera, perdemos de vista lo que nos está sucediendo y por más voluntad que tengamos, no podremos corregir lo que nos negamos a reconocer.
@Pabloricardo2
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