Por Pablo Montaño
“…el príncipe cuyo gobierno descanse en soldados mercenarios no estará nunca seguro ni tranquilo, porque están desunidos, porque son ambiciosos, desleales, …y ya durante la paz despojan a su príncipe tanto como los enemigos durante la guerra, pues no tienen otro amor ni otro motivo que los lleve a la batalla que la paga del príncipe…” – Maquiavelo
Algo se rompió, pasado el huracán que fue la visita de Donald Trump, se revelaron fuertes cambios en las dinámicas de poder en México. En el momento más crítico de su sexenio, se han transformado las alianzas del Presidente. Me sorprendí de ver a Peña acorralado ante una Denise Maerker que le atajaba las salidas con preguntas que exigían un sí o un no; fue increíble, en Televisa, el Presidente se veía incómodo, fuera de guion, lo estaban golpeando en la televisora que lo acompañó hasta la Silla, el canal que lo hizo nacer, sus suegros y padres mediáticos. Su semblante se descompuso y lanzó las pocas frases que sus asesores le prepararon: “se dejó claro que México no pagaría el muro”, “defendí a México de un tirano”; tristes consuelos de un capitán encallado en un iceberg. Los cuestionamientos de Denise me dieron gusto, sin perder de vista que se trata del mismo noticiero que se estrenó dejando fuera la nota del plagio presidencial, publicada horas antes de su debut y comentada a nivel global.
Días más tarde se hizo pública la entrevista/diálogo de Carlos Marín. Una entrevista que tuvieron guardada por varios días, ya sea para revivir la polémica en el momento oportuno o porque no les llegaron al precio del silencio. En ella, el director general editorial de Milenio (mismo diario que en la campaña de 2012 llegó a publicar encuestas que rebasaban el 100% con tal de pintar a un inalcanzable Peña) se lanzó a discutir cual tío alcoholizado en plena cena de Navidad, fuera de toda forma periodística, criticaba la reunión con Trump a base de insultos y generalidades bobas, le reclamaba a Peña la falta de una mentada de madre. Una vez más, el Presidente lució desconcertado, rayaba en lo furioso y se prestó al juego de las interrupciones. El absurdo rayó la escena cuando Marín citó a Ricardo Alemán para criticar el actuar de Peña, ya nada hizo sentido.
Los medios parecen haber abandonado al Presidente y la disgustada población por fin sentimos que los medios corresponden nuestro desencanto; sin embargo, las razones pueden ser muchas: La primera, que han recapacitado y les avergüenza seguir defendiendo lo indefendible. Segunda, el pago o el acuerdo económico que los mantenía alineados ha faltado. O la tercera y la más probable, se ha dado la orden de abandonar a Peña y los hilos ya tiran en otra dirección, los mercenarios tienen nuevo príncipe.
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