Jóvenes durante la campaña de 2012. Foto: Cuartoscuro
Por Alejandro Páez Varela
“Los pobladores de Nochixtlán están muy enojados; están muy desconfiados, incluso con la prensa. Andan muy nerviosos”, me contó la reportera Shaila Rosagel el viernes, desde ese pueblo oaxaqueño. Habían pasado apenas unas horas de la visita oficial y Roberto Campa Cifrián no había logrado nada –asumí–; absolutamente nada.
Ese mismo día, los padres de los 43 salieron realmente molestos a dar una conferencia para decir que le subirán de tono a sus protestas porque no tienen respuestas de nadie. También se habían reunido con el mismo funcionario.
Ese viernes, los reportes en la radio y en la prensa hablaban de bloqueos de padres y maestros en la Ciudad de México y en unos seis, siete estados.
También se divulgó en Texas que Humberto Moreira fue señalado en un juicio por un ex líder de Los Zetas de dar protección a los criminales y de recibir millones de dólares por supuestamente facilitarles hasta helicópteros y autos oficiales para traficar o para huir sin ser detectados por la Marina Armada de México.
Un día antes, César Duarte se aprobó –con ayuda de sus diputados priistas– más deuda para Chihuahua. El mismo jueves que Javier Duarte y Roberto Borge presionaban a sus congresos, en Veracruz y Quintana Roo, para que les aprobaran nombramientos clave que les permitirán huir sin pagar por su cochinero.
¿Así o más revuelto?, podría pensar cualquiera. Más revuelto, en realidad: la economía va de tumbo en tumbo, y todos los proyectos importantes , los que anunció esta administración, son huesos tendidos sobre la arena (ya algunos dudan que tengamos Nuevo Aeropuerto). Mientras, las reformas hacen agua: la educativa naufraga mientras que la energética, la perla, puede resumirse en esto: un fraude. Ni trajo millones de empleos remunerados, como dijo el Presidente Enrique Peña Nieto, ni generó crecimiento económico y ni siquiera pudo bajar los precios de combustibles y energía eléctrica, como se prometió.
Mientras, en el otro gran frente, la violencia y la brutalidad no ceden. Cuando se calma en alguna región, es porque ya está ardiendo otra. Los números dicen que, por un lado, estados pacíficos como Guanajuato ahora son frente de batalla mientras que otros pacificados, como Chihuahua, están bajo amenaza: Rafael Caro Quintero, liberado en este sexenio, opera para tratar de quedarse con esa entidad; los reportes de inteligencia tanto del Ejército mexicano como de la DEA dicen que quiere específicamente Ciudad Juárez y el Valle de Juárez, y que para lograrlo se ha unido con otra banda sanguinaria que pelea territorios a Joaquín “El Chapo” Guzmán: los Beltrán Leyva.
Por eso digo: más revuelto, muy revuelto el país. Y lo peor es que el segundero sigue su marcha y este sexenio está empezando a entrar a la parte alta de su última temporada, donde las variables no le pertenecen y las cosas empiezan a salirse de control, si es que alguna vez lo estuvieron.
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Durante años se dijo que Humberto Moreira escondía detrás muchas sospechas. Pero cuando el Gobierno español le tendió el guante la administración Peña Nieto –vía Relaciones Exteriores– metió las manos para rescatarlo.
Durante años se alertó que el Gobierno de Javier Duarte de Ochoa en Veracruz está manchado de sangre de activistas, de pueblo, de periodistas; que las cuentas no cuadran y que las deudas se acumulan. Pero la administración Peña Nieto no lo entendió y lo mantuvo bajo su protección, sin pedirle cuentas ni como priista ni como gobernante.
Durante años se ha alertado que César Duarte hizo de Chihuahua un reino personal, y más: que la deuda se estaba elevando mientras la información disponible indicaba que su fortuna personal también. Hace casi dos años que se alertó que él y su esposa, junto con su Secretario de Finanzas, tenían un banco, por ejemplo. Pero la administración Peña Nieto cerró los ojos y allí está, monstruo crecidito.
Durante años se ha denunciado que Roberto Borge es un hombre sin control de ningún tipo. Que agrede a opositores, a periodistas; que usaba la mayoría priista (que ahora ha perdido) para amedrentar a quien se le pone enfrente, como lo hace cualquier cacique que cree que el poder es para usufructo personal. Se habló sobre el endeudamiento de Quintana Roo, del manoseo de leyes. Se dijo que estaba repartiendo entre sus socios hasta los manglares. Pero la administración Peña Nieto no hizo caso.
Durante años se le ha dicho a la administración Peña Nieto que la agenda prioritaria para los mexicanos sigue siendo esa que olvidó el PRI durante más de 70 años que tuvo el poder: la justicia social, la igualdad económica, la seguridad, el fin de la corrupción. Pero como si les hubieran dicho que hicieran lo contrario. México es más desigual, es más injusto, es más inseguro y más corrupto que cuando regresaron los priistas al poder.
No se sorprendan, pues, por el revoltijo de país. Todo eso que hace a México vivir en sobresalto, se le dijo a la administración Peña Nieto; se le dijo a Miguel Ángel Osorio Chong, a Luis Videgaray.
Pero como si les hubieran dicho lo contrario. Y allí está, pues, el resultado.
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“Peña/bombón/te quiero/en mi colchón”. Pf.
Había, además, un club de fans que se llamaba “Las Gaviotas”. Estaba en una casa de lámina, pobrísima, en una zona que huele a caño. Como huele Ecatepec: de día, por el sol que evapora las aguas negras; de noche, por los vapores que se desprenden del tendido de mierda sobre la tierra.
Y en medio de tanta porquería, un incomprensible canto de las víctimas que aplauden a sus victimarios, que vitorean a los que les procuran tanta porquería.
Un grito sin una pizca de inteligencia, sin ideología: “Peña/bombón/te quiero/en mi colchón”. Pf.
–Nos va a salir caro Peña –le dije a alguien. También lo escribí y lo publiqué.
“Peña/bombón/te quiero/en mi colchón”. Imaginen a los electores: patético grito, ese de 2012, para elevar a un hombre a Presidente de México.
Caro que nos salió.
Cosas que no termino de comprender: el grito de simpatía (“Peña/bombón…”) venía de esos mismos que, generación tras generación, han sido humillados por los gobernantes de Edomex.
Y esos mismos abandonados que viven con un olor a caño en las narices –como se vive en Ecatepec– son los que pagan parte de los platos rotos. Cuando se habla de inseguridad, hay que citar a Ecatepec; cuando se habla de corrupción, hay que citar Ecatepec.
A ver ahora a quién más quieren llevarse al colchón. Osorio Chong rima: pueden empezar a preparar las porras.
*Twitter: @paezvarela
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