Los gobiernos del Partido Revolucionario Institucional (PRI) suelen presumir, desde hace décadas, que México es un país con “paz social”. Lo promovieron en spots recientemente, lo citó el Presidente Enrique Peña Nieto en un acto público. Está en su libreta de logros, pues. Y lo sacan como as de la manga. Podremos ser corruptos en extremo; podremos ser un país desigual, lleno de miserables y de ricos obscenamente ricos; podremos ser un país con un Estado de Derecho abollado pero, ah, disfrutamos de “paz social”. Ese es el discurso, en resumen.
¿Pues de dónde sacan esa definición de “paz social”?
Hay una definición de los juristas y de los filósofos del derecho sobre la paz social. No me meto a eso. Rescato brevemente, porque lo vale, una definición de Hans Kelsen: La paz es una situación que se caracteriza por la ausencia de la fuerza. Y una sociedad en paz es la que promueve el desarrollo progresivo, respetando sus deberes y derechos, con un Estado que supera adversidades por medio de la paz y no de la fuerza.
¿En México hay paz social? ¿Debemos agradecerle a la clase gobernante “casi cien años de paz”, como suele presumirse? Honestamente, no lo creo. Me resulta imposible asimilar un país en paz social sin justicia social, por ejemplo. La justicia social es una condición de esa paz, así de simple. El bienestar de la paz social se alcanza con la justicia.
No puedo asumir que haya “paz social” cuando la pobreza y la desigualdad son producto de la voracidad de unos cuantos. Es paz relativa, ciertamente, que esos millones que jamás vieron un peso de la riqueza petrolera no se levanten contra Carlos Romero Deschamps –Senador del PRI y líder sindical de Pemex–, por ejemplo. Pero no lo es a la inversa, es decir: Romero Deschamps (y otros como él) no están en “paz social” con el resto porque mientras él y su familia se dan vida de jeques árabes, una mayoría es obligada a vivir con menos de lo indispensable. La de Romero Deschamps es guerra social, en resumen. Saquear y empobrecer a la mayoría es una guerra social y no “paz social”, como pregona el partidazo en su locura.
No creo que México viva en “paz social” cuando decenas y decenas de miles de mexicanos han muerto en una guerra inútil, planeada y ordenada desde Estados Unidos. Es cierto que esas familias víctimas de la guerra de las drogas no se han levantado en masa contra sus verdugos (funcionarios, policías y civiles criminales), pero lejos está eso de ser “paz social”. Habrá pasividad, exceso de pasividad, pero no es paz social. Miles y miles de desaparecidos, ¿es paz social? Cientos de miles de desplazados por la violencia, como nunca antes desde tiempos de la Revolución de 1910, ¿es paz social? Quizás diferimos en qué significa paz social pero eso (los muertos, los desplazados, los desaparecidos) no es “paz social” ni se le parece a la paz social.
No es paz social la que viven, un lunes sí y el otro también, los habitantes de Tamaulipas (sigo con ejemplos). Cuando los veo, en los videos, correr despavoridos a refugiarse en mercados o bajo los autos mientras se escuchan las detonaciones, no puedo pensar sino en guerra. Unos cuantos (políticos, funcionarios, empresarios) podrán vivir en paz cruzándose a Texas o con escoltas; pero la mayoría debe enfrentar la zozobra y la violencia. Y eso no es paz social; no es paz, siquiera. Es guerra que muchas veces se transforma en guerra social: no hay garantías de Estado de Derecho, de desarrollo, de respeto a la Ley y de equidad. Ni Tamaulipas ni Chiapas, donde la pobreza es vergonzosa, tienen paz social.
La semana pasada, el Presidente hablaba de “estabilidad laboral y clima de paz social”. Lo presumía desde la Residencia oficial de Los Pinos, frente a los empresarios de la Ford Motors Company. Inviertan, decía; aquí hay paz social y laboral. Yo pensaba: estabilidad laboral y paz social significan que qué, ¿que los miles de desempleados o los que están en la economía informal no se levantan y no reclaman trabajos y mejores salarios? ¿Básicamente presume, el Presidente, la pasividad de los obreros mexicanos? Porque no es paz social que millones de mexicanos deban sobrevivir con salarios miserables. No es paz social, en un país de archimillonarios, que gran parte de esos salarios raquíticos vayan a dar a los bolsillos de unos cuantos, como Carlos Slim. A la paz social no puede definirla que los obreros no protesten. La paz no es que los miserables no levanten la voz mientras que los ricos se hacen más ricos. Eso, con todo respeto, es guerra social. Guerra pasiva que se puede presumir ante empleadores de la Ford, pero que sigue siendo guerra, no paz social.
Cierto que los obreros no se levantan en México; cierto que los ciudadanos de este país son pasivos. Pero eso no autoriza a hablar de “paz social”. Los dueños de los monopolios en este país están en guerra contra los ciudadanos, al igual que su clase política; no es una guerra de exterminio porque no son pendejos: quieren que los ciudadanos vivan porque los vivos, por más pobres que sean, dejan dinero. La guerra del despojo es una guerra social. Va contra los pobres, en beneficio de unos cuantos archimillonarios.
¿Hay “paz social” cuando un puñado de empresarios inmorales está enviando generaciones completas de mexicanos pobres a la diabetes, la obesidad y la muerte –vía Bimbo, Sabritas, Marinela, Pepsi o Coca– sólo para seguir acumulando fortunas que nunca podrán gastar (más ejemplos)? ¿No es guerra social que Carlos Slim haya explotado a millones de ciudadanos y no sea capaz de compartir una baba de bienestar a los más pobres, llevándoles, por ejemplo, un mísero cable de Internet gratis?
¿Puede considerarse en “paz social” al Estado de México, por ejemplo, cuando sus gobernadores cambian votos por embarradas de aire; cuando las mujeres (y los hombres) deben sobrevivir por sus propios medios porque sus gobiernos no les garantizan la seguridad; donde millones de anónimos trabajan día y noche y viven sin servicios públicos y no pueden, siquiera, aspirar a elegir en libertad a quienes los representan? ¿Eso es “paz social”?
Paz social mis polainas. México vive una guerra social permanente, y no le conviene a nadie reconocerlo. Es guerra, la de los depredadores contra una mayoría; es guerra la que ejerce contra los ciudadanos esa clase política que secuestró al Estado y vive de él, tramposamente, de generación en generación.
Aunque las mayorías no están en guerra (y eso suele definirse como “paz social”), los que administran México sí está en guerra contra ellas: las saquean arbitrariamente, les dan empleos de hambre, les cobran por respirar, les privan de justicia, les roban sus derechos. Eso, aunque no se quiera reconocer, es guerra social.
Sin justicia social, ¿cómo puede haber “paz social”? ¿De qué “paz social” estamos hablando? ¿De dónde se sacan su definición de “paz social”?
Su “paz social” no es paz social, no. Y ya mejor ni le sigo con los ejemplos.
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