Por Pablo Montaño
Existe un mantra que se repite después de tragedias y desastres: “evitemos que se politice”. La noción de lo política se ve como amenaza a que cierto partido o figura política saque provecho de la necesidad y el dolor de las personas, evitar este escenario resulta lógico y deseable. Sin embargo, nuestro miedo al repetitivo abuso de partidos y políticos nos termina privando de tomar posturas políticas colectivas que obliguen a que los responsables paguen por sus acciones y omisiones.
Bookchin, afirma que nuestra sociedad ha diluido el concepto de ciudadanía al punto donde la palabra significa poco o nada. Más allá de nuestra limitada participación al ejercicio del voto, hemos llevado el ser ciudadano a un ejercicio mercantil: pago de impuestos y demando servicios a cambio. El vicio de esta fórmula es que deja fuera la posibilidad de transformar las instituciones públicas y hacerlas nuestras. El actuar cívico se guarda en un cajón con el recibo del predial y la credencial de elector, ignorando que todo lo que hacemos tiene un potencial político y una postura.
Hago este recorrido teórico para subrayar una simple idea, hace falta politizar. Cualquier cosa debe cargar el mensaje del país y la sociedad que queremos construir y la negación de aquella que sentimos opresora y corrupta. Resulta cómodo ver la tragedia de terremotos, socavones, pobreza, inundaciones y carencias, dando vuelo a las voces que piden mantenerlo todo al margen de lo político; con ello respiran tranquilos los funcionarios que desaparecieron el presupuesto, los que dieron el permiso, los que amañaron el contrato, los de siempre.
¿Qué pasaría si asumiéramos la postura de politizarlo todo? Llevando las discusiones políticas a nuestro actuar profesional, personal y colectivo; abandonando la falsa amabilidad de no tocar temas políticos, de no discutir ideas. Encontraremos que mucho podemos hacer de nuestra cotidianeidad; hay política en todo, nos guste o no, depende de nosotros si impregnamos nuestro deseo de cambio o si le dejamos el cheque en blanco al cinismo y la corrupción que nos rodean.
Hace una semana hice mi registro como aspirante a candidato independiente para diputado federal del distrito 8, de Jalisco. Me llevo la tarea de presentar las discusiones incómodas, la de politizar aquello que se ha pervertido entre élites y cúpulas, la de seguir derrumbando los muros que nos han hecho sentir ajenos a lo público. No me queda duda que cuando nos politicemos, y seamos nosotras y nosotros los que hagan la política, ésta volverá a ser nuestra.
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