Por Pablo Montaño
Carlos Montemayor relató en su novela Las Armas del Alba, el ataque de 1965 al cuartel militar de Ciudad Madera; un acto de insurrección que marcó el inicio de las guerrillas en México. En esta narración aparece como escenario la Sierra Madre Occidental, que kilómetros más al sur se vuelve La Tarahumara, donde Montemayor retrata el abuso y la explotación que orilla a tomar las armas. Años más tarde, una nota deambula por nuestros diarios, primero era la desaparición de 80 Rarámuris, ahora la Secretaría del Trabajo de Chihuahua afirma que son 80 obreros “reubicados” por su patrón; una versión que contrasta con la de Elmer Cruz, jornalero que afirma haber escapado de este sitio donde era obligado a trabajar privado de su libertad y alimentado con comida en mal estado.
Hoy, la Sierra de Chihuahua agoniza en violencia, con una tasa de homicidio cercana a la de San Pedro Sula, Honduras, el paraíso de cañadas, pinedas y barrancas es víctima de su codiciado silencio y aislamiento. La región donde no pasa nada, aunque pase; donde nadie muere de hambre, aunque abunde la desnutrición; donde no hay sicarios, porque nadie ha querido verlos. Montemayor y su relato de un Chihuahua de hace casi 60 años sigue vigente alrededor de la explotación y la injusticia.
Pero hay quien alza la voz donde todos callan, el Pato Avila, párroco de Creel, dirige una oficina de Derecho Humanos a donde acuden indígenas de toda la sierra a denunciar desparecidos, ejecutados y campesinos expulsados de sus tierras por mineras o sicarios. El Pato predica, a los que acuden, digna resistencia y no violencia; pide enfrentar pero evitar las provocaciones. Sobra decirlo, su vida corre un inmenso peligro.
¿Qué salidas quedan para esta ecuación de muerte? Me gusta pensar que algo se puede hacer, especialmente desde el gobierno del Estado de Chihuahua y desde la voluntad de Javier Corral. Por qué no preguntarle ¿qué vas a hacer? Reconociendo las dificultades que enfrenta su gobierno y las limitaciones detrás de pacificar un terreno tan maravillosamente imposible como la Sierra Tarahumara, y más allá de las miles de razones que hay para “no poder”, y des el Pato Avila y los líderes comunitarios Rarámuris que ya hoy ponen su vida para que las cosas mejoren, tú, gobernador del estado, ¿qué vas a poner?
Para bien y para mal, siempre podemos contar los contrastes en México; esta misma semana, María Jesús Patricio ha sido elegida como candidata para representar a los pueblos indígenas en la elección presidencial de 2018. Marichuy, la médica tradicional, viene a rompernos la imagen del indio postrado y derrotado, esa idea que permite olvidar la Sierra e ignorar sus muertos, sus esclavizados y a aquellos que lo denuncian.
@Pabloricardo2
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