Por Karla Lara
Cada vez más las redes sociales no solo funcionan como medio de comunicación, ahora son una inmensa ventana para dar y compartir opiniones y posturas.
Soy mamá de 4 hijos pequeños (3 varones y 1 una niña) y la “equidad” es algo en lo que pongo mucha atención cuando se trata de guiar y de educar por el género, y así no solo tratas de practicar la igualdad en el trato, pero también de enseñarles que hombres y mujeres tenemos los mismos derechos y las mismas obligaciones y en la búsqueda de herramientas es fácil perderse en corrientes que más que erradicar la violencia de género, lo que buscan es publicidad.
En la pasada entrega de los Globos de Oro, muchas celebridades (Cate Blanchett, Ashley Judd, Natalie Portman, Meryl Streep, Nicole Kidman, Jennifer Lawrence, Emma Stone, Salma Hayek, Oprah Winfrey y Margot Robbie) usaron el negro para alzar su voz a favor de la igualdad y contra el abuso sexual en la industria del entretenimiento, esto para dar visibilidad a las tantas decenas de víctimas de acoso sexual que han salido a contar sus historias, y en apenas tres meses han logrado terminar con carreras como la de Harvey Weinstein, Brett Ratner, Kevin Spacey, James Toback, entre otros. La campaña se llama Times’s Up (que se traduciría como “Se acabó el tiempo”) y es un brazo de la campaña llamada #MeToo (yo también o a mi también).
En respuesta a esta campaña, un centenar de artistas e intelectuales francesas lanzó un manifiesto en el que critican el “puritanismo” de la campaña, en un texto publicado por el diario francés Le Monde. Estas mujeres defendieron la “libertad de importunar” de los hombres, que consideran “indispensable para la libertad sexual”. El texto se lee así:
“La violación es un crimen. Pero el coqueteo insistente o torpe no es un delito, ni la caballerosidad una agresión machista.
Como consecuencia del asunto de Weinstein, se ha tomado consciencia de la violencia sexual que las mujeres experimentan, particularmente en los lugares de trabajo, donde algunos hombres abusan de su poder. Era necesario. Pero esa liberación del discurso se convierte hoy en lo contrario: se intimida a la gente para que hable ‘correctamente’ y se acalla a quienes no coinciden, y las que se niegan de doblegarse son vistas como cómplices o traidoras.
Pero es propio del puritanismo tomar prestado, en nombre de un llamado bien general, los argumentos de la protección de las mujeres y su emancipación para vincularlas a un estado de víctimas eternas, de pobres pequeñas cosas bajo la influencia de demonios falócratas, como en los viejos tiempos de la brujería.
De hecho, #Metoo ha llevado a la prensa y a las redes sociales una campaña de denuncias públicas y de destitución de personas que, sin tener la oportunidad de responder o defenderse, fueron puestas exactamente en el mismo nivel que los agresores sexuales.
Esa justicia expeditiva ya ha dejado sus víctimas, hombres sancionados en el ejercicio de su oficio, expulsados de sus empleos, etc., cuando todo lo que hicieron fue tocar la rodilla de alguien, intentar robarse un beso, hablar de cosas ‘íntimas’ en una cena profesional o de enviar mensajes con connotación sexual sin que la atracción fuera recíproca.
Esta fiebre de enviar “cerdos” al matadero, lejos de ayudar a las mujeres a empoderarse, sirve en realidad a los intereses de los enemigos de la libertad sexual, a los extremistas religiosos, a los peores reaccionarios (…)”.
NO estoy de acuerdo. Tomando en cuenta ambas posturas, lo urgente es voltear a ver la realidad que por lo menos en la mayoría de los países de América nos duele y nos afecta. Realidad que en México alcanza niveles de locura. Aquí la realidad de la violencia de género principalmente contra las mujeres (a pesar de que también se da contra los hombres) no consiste en “importunar”.
Una inmensa mayoría de mujeres ha sufrido algún tipo de acoso, por decir lo menos. Muchas otras han experimentado muchas formas de violencia que ha llegado a su propia muerte, y no todas esas mujeres pueden alzar la voz, porque ello solo las expondría a mayor violencia.
Ahora se sabe públicamente que mujeres preparadas, con un buen estatus social y con una situación económica privilegiada, también han sufrido acoso y violencia, se han visto expuestas no solo a comentarios “machistas” fuera de lugar, sino a violaciones y chantajes.
En la desigualdad y violencia de género ya no es posible encontrar y aplicar lo “justo” como concepto, que sean acciones comunes no lo hace normal, no lo hace aceptable. No puede defenderse desde el juicio o desde el ego de querer tener la razón. Se trata de reconocer que siempre ha habido alguien que ejerce la ley del más fuerte, y que ello ya no puede seguir, porque el más fuerte somete al grado no solo maltratar, pero hasta matar.
No se trata de “importunios”, se trata de actos reales, vigentes, excesivos y absurdos de violencia contra niñas, adolescentes y mujeres de todas las clases sociales.
No deberían las mujeres con mejores oportunidades atacar a otras mujeres, no importa a qué continente pertenezcan o en que sitio de la tierra vivan, menos aún cuando se trata de minimizar los actos de violencia contra nuestro propio género. Somos humanos, ya no se trata de defender el género, sino la humanidad, el derecho de coexistir, de vivir, de ser y de estar y también de pensar, de trabajar, de brillar, de ganar, de tomar decisiones.
No debería darse espacio alguno para juzgar si el acto o la palabra de otra mujer vale menos o no debe ser. Es momento de abrir al menos los ojos y ojalá la boca. No importa cuál sea el nombre de la campaña, o el color de la prenda de vestir, importa que no sufran más mujeres a manos, actos y palabras de quienes pueden más que ellas. #NiUnaMenos, #NiUnaMas porque peor que ejercer la acción de dañar a alguien, es permitir que otro alguien lo haga.
¿Desde dónde defendemos lo que no entendemos?, ¿Desde el ego o desde el género?
@KarlaDoula
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