Por Ivonne Mota
¿A poco también te han acosado?, ¿qué sentiste?, ¿por qué no le pegaste?, ¿lo reconoces?, ¿qué nadie te defendió?, son algunas preguntas que durante años han retumbado en mi cabeza.
Fue a los 17 años cuando sentí la rabia, desesperación y coraje que miles de mujeres acosadas sienten a diario en el transporte público, en casa, en el trabajo, en la escuela, en cualquier parte.
Recuerdo que eran cerca de las 10:00 de la mañana cuando tomé un autobús en el paradero de Indios Verdes rumbo a Ecatepec. En el camión veníamos entre seis y ocho pasajeros dispersos entre los asientos, acostumbraba sentarme en los penúltimos cerca de la puerta siempre junto a la ventanilla.
Para amenizar mis viajes en el transporte solía cargar un libro, de pronto perdí la noción del tiempo entre mi lectura y cuando levanté la mirada para ubicarme me percaté de que algunos pasajeros más habían subido al camión, entre ellos, un hombre de traje color café, corbata azul y camisa blanca, con un portafolio beige, que se sentó junto a mí.
Me pareció extraño por un momento ya que el autobús nunca se llenó e incluso en la parte trasera no había nadie más, solo ese hombre de tez blanca y complexión delgada y yo, sin embargo, no le tomé importancia y continué leyendo.
Nuevamente alcé la mirada y me di cuenta de que faltaban algunas cuadras para llegar a mi destino, por lo que decidí alistar mis cosas para bajar. Mientras guardaba el libro en mi mochila me percaté de que el hombre tenía sobre sus piernas el portafolio y sujetaba con su mano un espejo.
Cuando se dio cuenta de que lo había visto, el hombre se recargó en el respaldo del asiento dejando caer el portafolio y al descubierto su miembro erecto y su pantalón manchado.
En esos momentos no supe qué hacer, me quedé en shock. Cuando me vio a los ojos sentí mi cuerpo helado, mi corazón latía muy rápido, sentí pánico, enmudecí por completo.
De pronto, el claxon de un coche me hizo reaccionar y lo único que hice fue intentar pararme lo más rápido posible, pero no pude, el hombre me detuvo y me aventó para sentarme otra vez, segundos después me dijo “ya me voy a bajar”. Enseguida levantó el portafolio, se cubrió con una mano, tocó el timbre y se bajó.
Lloré de rabia y me culpé por no haberme defendido, por no haber gritado y alertado a los demás. Le conté a quienes consideré personas de confianza y entre los comentarios que recibí fue que “a los 17 años una mujer tendría que saber defenderse”.
¿A qué edad debemos aprender a defendernos por si nos acosan? ¿A qué edad debemos saber qué hacer por si un día un desconocido decide sentarse junto a ti para masturbarse viendo tu rostro a través de un espejo?
Hoy tengo 34 años y tuve que aprender a defenderme, porque lamentablemente en mi país, en mi ciudad, he sido acosada más de una vez.
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