No creo que 2015 vaya a ser distinto a los anteriores 80 o más años. No creo que el PRI pueda vencer a la corrupción. El país verá más “casa blanca”, Grupo Higa, Arturo Montiel o Romero Deschamps un año más o un sexenio más porque el PRI es, en esencia, corrupción. Y esto no es una frase nada más. El PRI podría luchar contra la corrupción si quisiera (y de vez en cuando lanza sus “renovaciones morales”), pero su círculo de vida está garantizado en la corrupción: la siembra, la cosecha, se la come, la defeca y de esas heces fecales saca la semilla que siembra y cosecha para comer y así, al infinito.
La frase “un político pobre es un pobre político”, del descarado padre de generaciones de corruptos, Carlos Hank González, resume, sin necesidad de los griegos, esta realidad. Allí está, condensada, la lógica del PRI (que tanto aman ahora el PRD y el PAN, por desgracia). “Un PRI pobre es un pobre PRI”, podría decirse. La frase lo dice todo.
En la medida en que el PRI tenga presupuestos, en esa medida podrá sobrevivir. Un PRI rico es un gran PRI, les enseñó Hank González. Y esa es la mentalidad. La mansión de Luis Videgaray en Malinalco la vemos mal muchos, pero adentro de la clase política (sobre todo priista) es una osadía que arranca aplausos. Una osadía con lógica: la lógica del PRI a la que han caminado, gustosos, panistas y perredistas.
No es tan complicado entender por qué el PRI no combatirá la corrupción, pero me auxilio con dos mitos para explicarlo mejor:
El mito de la serpiente que se muerde la cola
La corrupción sistematizada del PRI y sus gobiernos (o por qué el PRI no puede con la corrupción) puede explicarse en la historia de la serpiente que se muerde su propia cola, un mito presente en muchas culturas desde hace tres mil años al menos.
El gobierno de Enrique Peña Nieto se hunde en acusaciones de corrupción. Pero transparentarse le resulta complicado porque significaría morderse a sí mismo: para creerle que atacará la corrupción se necesitaría –es un ejemplo mínimo– que la Secretaría de Hacienda mostrara que Angélica Rivera pagó impuestos por la fortuna que dice haber ganado y que justifica, según ella, la compra de mansiones (o casitas o como quiera llamarles) en Estados Unidos y en México. Eso es algo imposible. Es morderse la cola.
Una primera reacción de la serpiente es entendible: si muerde, le duele. Entonces el PRI en el Congreso se niega a transparentar la vida pública y a la vez rompe la promesa de Peña Nieto de crear un órgano anticorrupción y a la vez afecta la imagen de su Presidente y a la vez afecta su propia imagen frente a los votantes. Pero, ¿cómo crear una comisión anticorrupción si implica ir contra ellos mismos, los priistas?
(Era más cómodo gobernar en el Estado de México, donde apenas hay prensa y son casi inexistentes las organizaciones civiles, los activistas o la oposición. O era más fácil en Hidalgo).
El PRI no puede apretar los dientes a una comisión anticorrupción porque es su propia cola la que se muerde. Así se explica por qué la corrupción es una constante en México; así se explica por qué 2015 será igual a cualquier año de gobierno del PRI.
Acostúmbrense, pues, a que los sigan robando.
El mito de Sísifo
El mito de Sísifo es fácil de entender. Sísifo se pasa de lanza con los dioses, y los dioses lo condenan a empujar hacia arriba una piedra que cada vez que llega a la cúspide se regresa.
El PRI necesita ganar elecciones; para ganar elecciones, el PRI depende de los hombres cuyos votos no son libres, es decir, del voto corporativista de los (ejemplo) sindicalizados. Al PRI se le acusa de mantener zánganos y sátrapas cerca del dinero público, como don corruptote Carlos Romero Deschamps; esto afecta al PRI en su desempeño electoral pero, ¿cómo responder a la demanda de que se termine con la corrupción si para ganar elecciones necesita de esos votos que le garantiza el corrupto Romero Deschamps?
Otro ejemplo: El PRI es urgido por su propia imagen, por las instituciones internacionales y por las voces críticas al interior del país para que termine de una vez con la corrupción. Le acusan de tener una Elba Esther Gordillo, su engendro (salinista, por cierto). El PRI va contra ella, la mete a prisión, pero deja a un hombre igual o peor al frente del sindicato de maestros.
En otras palabras: el PRI empuja la piedra que llega a la cima; pero la piedra se regresa porque el PRI está fundado en esos absurdos: en sus cimientos mismos está el absurdo: ¿quién sino los corrutos le pueden garantizar el triunfo en el futuro, un triunfo que pone en riesgo porque no combate, entre otras cosas, a los corruptos?
Entonces, como está imposibilitado para combatir la corrupción pero la corrupción le hace daño a su imagen, se vuelve más corrupto: necesita corromperse y corromper más y más para garantizarse votos por el daño que le causa a su imagen ser tan corrupto. Así nacen los operativos como Monex, por ejemplo: es corrupción a niveles masivos; así es como se compra a la prensa: corromper sectores estratégicos. Corrupción de todos y a todos los niveles. La corrupción somos todos porque si no somos todos, entonces solamente es el PRI, y eso sí resta votos.
En el mito, Sísifo es condenado por los dioses. En México, el PRI se condena a sí mismo: el PRI es la piedra que empuja (la corrupción) y esa piedra empuja al Sísifo priista a un eterno retorno.
El PRI no puede ir contra la corrupción porque sería acabar con el Sísifo priista, y hasta con la piedra.
Y así se explica por qué la corrupción es una constante en México; así se explica por qué 2015 será igual a cualquier año de gobierno del PRI.
Así que acostúmbrese: el PRI seguirá robando.
El país verás más “casa blanca”, Grupo Higa, Arturo Montiel o Romero Deschamps un año más o un sexenio más porque el PRI es, en esencia, corrupción.
*Esta columna refleja sólo el punto de vista de su autor
Por: Alejandro Páez Varela
@paezvarela
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