Especialistas señalan que la garganta emite señales que indican en qué momento debemos dejar de beber agua
Un equipo de investigadores descubrió que la regla de beber ocho vasos de agua al día no es aplicable para todas las personas.
Los especialistas aseguran que esta regla es demasiado general y es necesario especificar de qué tamaño deben ser los vasos. Además, consideran que cambiar la medida por litros tampoco es útil, porque las necesidades de las personas cambian de acuerdo a la edad, a los padecimientos o al clima que experimente en el lugar que vive.
El estudio señala que es importante saber en qué momento es conveniente parar de beber agua, ya que este líquido vital también puede ser tóxico para el organismo en grandes cantidades.
El agua afecta al organismo a nivel celular. Ingerir demasiada agua de golpe puede dañar nuestros riñones porque no siempre son capaces de procesarla y el cuerpo termina almacenándola en los tejidos.
En la mayor parte de zonas, las células tienen espacio para expandirse tras absorber el exceso de agua, pero el cerebro no es una de estas zonas. El exceso puede producir un edema cerebral en casos muy extremos.
Además, el exceso de agua en el cuerpo puede provocar hiponatremia, es decir, un déficit de sodio. Este electrolito es fundamental y si falta puede provocar falta de apetito, apatía, náuseas o desorientación. La hiponatremia es el trastorno electrolítico más común en el ser humano. Su frecuencia es mayor en mujeres, ancianos y pacientes hospitalizados.
El investigador Michael Farrell y sus colegas de Monasch han descubierto que en realidad no tenemos que ir por la vida haciendo cálculos sobre cuánta agua hemos de beber o cuándo parar. La respuesta la tiene nuestro propio organismo.
Tras analizar la condición de 20 voluntarios en diferentes situaciones de sed, los investigadores descubrieron que al igual que sentimos sed cuándo nos falta agua, el organismo reacciona rechazándola cuándo ya tenemos demasiada: la garganta se contrae cuando hemos bebido demasiado, provocando que sea más difícil tragar líquido. El cambio en la garganta se une a la inhibición del reflejo de tragar en el cerebro.
Farrell y los investigadores han registrado mediante resonancia magnética un aumento en la actividad del córtex frontal cuándo la persona bebe sin tener sed. Se trata del cerebro anulando la orden que inhibe el reflejo de tragar.
Dicho de otra forma, el cerebro reacciona de forma adecuada cuando ya no quiere beber más agua. Por eso los especialistas explican que aunque el mito de los ocho vasos no es dañino, conviene escuchar a nuestro propio cuerpo y atender sus necesidades.
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