“Hay gente que piensa que sólo a una parte del país se la va a llevar la chingada. Chingo a mi madre si la Chingada, cuando llegue, no nos lleva a todos”. No, no se trata de una frase de Octavio Paz, sino de una sentencia de Guillermo del Toro, reconocido cineasta tapatío que está de regreso en su tierra, como hijo pródigo, para recordar lo que él y otro grupo de loquitos iniciaron hace 30 años: la Muestra de Cine Mexicano, donde él y otros cineastas exhibieron por primera vez su trabajo y fue el trampolín para su proyección nacional o, como en el caso de Del Toro, internacional.
Hoy ese chilpayate se ha convertido en un monstruo de mil cabezas y se conoce como Festival Internacional de Cine de Guadalajara.
Del Toro se refería así al panorama de inseguridad y corrupción que vive el país y que se recrudece con violencia cotidiana y gratuita, que cada vez se nos vuelve más cercana. Una violencia que a él le debe doler bastante, pues fue por causa del secuestro de su padre que se vio obligado a irse fuera del país, ese que tanto ama, y lo ama tanto que aunque venía en visita de doctor se dio tiempo para ir a comprar camotes a Amatitán, pues dice, como esos no hay igual en el mundo.
Y aunque duela, hay que aceptar que Del Toro tiene razón. Al país se lo está cargando la chingada. Y se lo está cargando, sí por la violencia, sí por la inseguridad, pero también por la corrupción, de los de arriba, de los de abajo y de los de enmedio “Si no nos preocupa la corrupción, ella se va a encargar de nosotros. Vivimos un hito de descomposición histórico (…) Vivimos un momento en que la mayoría de las estructuras que nos sostienen, ahora se demuelen”, son otros de los dardos de Del Toro que dieron en el corazón.
Y dieron en el corazón, porque la realidad, esa que él ficciona tan bien, se encargó de darle la razón en menos de 24 horas: el Fiscal Luis Carlos Nájera, con su ya característica insensibilidad y altanería le respondió desde su burbuja que no veía que los cineastas pasaran de la crítica a la propuesta y que criticaban desde una posición muy cómoda. No entendió, que no entendió.
Un poco más tarde nuestros legisladores le dieron su visto bueno y patadita de la suerte a Eduardo Medina Mora para convertirse en Ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Una burla de la partidocracia gobernante si se toma en cuenta que cuando estuvo al frente de estructuras policíacas fue incapaz de respetar los derechos humanos, fomentó la impunidad y formó parte de los gobiernos con los que, si bien no comenzó el baño de sangre en el país, si se recrudeció de forma muy cabrona. Al premiarlo así, con un puesto vitalicio, los senadores demuestran que ellos tampoco entendieron que no entendieron, y que el presidente Enrique Peña Nieto, que lo propuso – vayan ustedes a saber a cambio de qué- sigue sin entender que no ha entendido que no entiende.
Para colmo, la misma noche que Del Toro hacia estas declaraciones se dio a conocer que el peso, ese que es la antítesis de Carstens, pues cada vez luce más delgado, había alcanzado su mínimo histórico frente al dólar. El todopoderoso billete verde llegó a los 15 pesos con 78 centavos, casi 16 por cada billetito del Tío Sam, y aunque los macro economistas dicen que eso está bien chido porque favorece las exportaciones, la neta es que no lo está tanto porque en este país se importa hasta el maíz y todo se cotiza en dólares, empezando por nuestra ropa, pasando por nuestros gadgets y por supuesto, por la comida, así que no nos vengan con esas mamds. Las autoridades económicas tampoco entienden que no entienden.
Con estos tres aspectos se demuestra la lejanía del pueblo, de la gente de a pie, con esos que hacen como que nos gobiernan, sólo favoreciendo a sus cuates, o intercambiando cartitas ente ellos para quedar impunes. Y mientras tanto crece el descontento social.
Hace algunos meses, un amigo, Javier, preguntaba en el ciber qué creía que iba a pasar con las manifestaciones de descontento social hacia el PRI y le decía entonces que mientras no se tocara el bolsillo de los mexicanos, nada.
Serían sólo un grupo pequeño pero ruidoso que terminaría desinflandose, pues la experiencia y estudios nos dicen que a las mayorías no les importa un mal gobierno, mientras haya una buena economía – lo dice Latinobarometro y ahí están Fox y Calderón para comprobarlo-, pero cuando la economía se jode, la gente se emputa, la inseguridad se dispara y entonces sí pasa a la acción – como sucedió a De la Rua en Argentina, por ejemplo-.
Pues bien, el gobiernazo y sus compinches se están empeñando en que este proceso se acelere. Están estirando la liga peligrosamente de eso que llamamos paz social. Así que no hay que ser Del Toro para darse cuenta que cada vez sirven menos sus válvulas de escape, como regalar teles, despensas u obras y hablar bonito con cifras oficiales que dicen que todo es una chulada en el país. Eso ya no funciona. El desmoronamiento de las instituciones, su erosión, ha comenzado y en la medida que vaya afectando los bolsillos el tren que nos llevará a la chingada irá tomando velocidad.
Triste que no entiendan, porque sí lo hicieran, existe un grano de esperanza de que podría frenarse, pero así no.
A destacar:
El argumento favorito de los que no entienden que no entienden es que todo está en el marco de la ley. El último en aplicarlo fue el presidente del Instituto Electoral de Jalisco, Guillermo Alcaráz Cross, que se autorizó un sueldazo de 190 mil pesos, en tiempos de austeridad. Y su argumento para ir en contra de la ética es que sólo obedece la ley. Ya hasta la chingada llamó para deslindarse y decir que ese vato no es su hijo.
Esta columna sólo refleja la opinión de su autor.
Escrita por: Ricardo Salazar
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