A estas alturas la historia ya se conoce muy bien: Un funcionario de medio pelo de la administración federal se asusta porque cree que un poema escrito hace muchos muchos años está dedicado al patrón de su patrón y, tras su lectura en voz alta en una exposición, grita que el poema es una mierda, pide porras para su mero jefe, el presidentazo emanado del partidazno, nadie le hace caso, se enoja y se va. No sin antes amenazar con desmontar la mentada expo al día siguiente. Ese lamebotismo le costó la chamba. Por andar de quedabien me lo mandaron al mismo rancho donde López Obrador dice que vivirá su retiro algún día.
El mensaje implícito está padrichimo… peeeero… Es genial que el partidazo del presidentazo al que se acusa de promover una ley quesque para censurar internet aplique una huracarrana a quien osa sugerir o aplicar censura para mantener la imagen de su jefe copetudo intacta. Es genial porque le dijeron: “Pérate mi chavo, ¿quién te pidió eso?, ¿Dónde en tu contrato se establece que hay que interpretar la voluntad del jefe e impedir o manchar su impoluta efigie?”. Nadie, nadie le pidió eso, y por andarse tomando atribuciones que no le correspondían, bye.
Eso es genial porque en otros tiempos, los del verdadero partidazo, o los del panismo de rey chiquito, no sólo se habría aplaudido al fulano sino que hasta se habría ganado una audiencia privada con el SEÑOR presidente, su agradecimiento con agarrón de mano y abrazo con palmada desnucadora en la espada y claro, foto con el mandatario, y chance, hasta un ascenso. Pero no, hoy no. Hoy se volvió un apestado.
Eso está padre porque es un mensajote del presidente y su gabinetazo a otros grupillos, como los de ciertos gobernadores (incluido el de Jalisco), alcaldes o poderes informales, de que los tiempos han cambiado y que tener séquitos para interpretar la voluntad del jefe y cortes de lamebotas oficiales que pueden cobrar o no del erario, está más que old fashion. Es una invitación a que esas formas de los gatos que son más papistas que el papá le bajen de espuma a su chocomilk.
Y es también una invitación a molestar, a ser críticos, a decir la neta. Aunque duela. Es una interesante muestra de tolerancia que es raro ver en esferas de poder de los reyes y mirreyes elegidos por una minoría en las urnas, que durante su paso por ese ladrillo elevado hacen todo por evitar la crítica, por neutralizar a quienes consideran opositores sólo por señalar sus errores o no aplaudirles, y a cooptar a quienes practiquen ese ejercicio. Es una invitación a aguantar vara con los que disienten. Ojalá se entienda así por quienes cobrando lana del erario, dentro o fuera de las estructuras gubernamentales, siempre aplican el filtro tonto ese de “no le vaya a molestar al señor”.
Ahora, dudo que Peña Nieto y su equipo hayan pensado todas estas implicaciones, porque cierto es que han dado muestra de que les encanta reproducir esquemas del partidazo que dan hueva. Desde sus operativos de seguridad ofensivos hasta la mamarrachada del lunes en que eligieron a un público cómodo en Ocotlán que aplaudiera como loco al presidentocho y no conformes con eso, le treparon a una morra para decirle que en agradecimiento al apoyo que da la región –como si no fuera esa su obligación- le llevaba un beso a nombre de todas las mujeres del ejido. Penosa rancherada que sólo reproduce esquemas machistas babosos.
Pa colmo, el presidente, no sólo aceptó eso, sino que además devolvió el gesto con un beso “para todas las damitas guapas” (a las feas no) y un saludo “a los hombres trabajadores” de Jalisco (a los huevones o desempleados no) y dijo que vendría más seguido y haría más obras aquí porque nuestro estado y su gente siempre lo reciben con tal calidez que siente que todavía anda en campaña. Osea que donde le chiflan, ni visitas ni obras. Chale y recontrachale.
Ese tipo de esquemitas, son los que deberían cambiar. El día a día de Peña Nieto y de los que vengan, o de los góbers como Aris, de cualquiera que esté en un puesto de poder, no tiene por qué ser un culto a su persona, sino un ejercicio de neta, donde se permita la crítica y sí, también la porra, si y sólo si, es genuina. De lo contrario, lo de Fausto Alzati habrá quedado como un hecho aislado y no como el principio de un cambio de fondo en las formas añejas que un affaire como este debe significar.
*Esta columna refleja sólo el punto de vista de su autor
POR: Ricardo Salazar
@salazargdl
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