Mjú, resulta que los que no votan, no jalan parejo. No importa que paguen sus impuestos, no importa que formen parte de la economía que mueve al país, no importa si hacen sus tareas o si hacen aportaciones de tipo científico, altruista o académico a la sociedad, no importa, lo que importa es que vote. Tampoco importa que el voto sea un derecho que el ciudadano decida no ejercer, si no lo haces, por la razón que sea, el INE te pone una espantosa equis.
Y esto es muy muy triste viniendo de una institución que promueve los valores democráticos, donde todas las voces deben contar y ser escuchadas, pero más aún, las que son mayoritarias no sólo deben ser escuchadas, sino atendidas y el Instituto Electoral está renunciando a eso. Hay entre 31% y 60% de abstencionistas a los que cómodamente se opta por ignorar.
Para el INE no importa si uno no vota porque está enfermo, porque salió de viaje, porque se puso una peda un día antes, porque no se quiere perder el partido de fútbol, porque el clima lo impidió, porque no hubo nadie que lo convenciera o simple y sencillamente porque se le pegó su regalada gana. No importa. No votas: tache, fuchi, eres mal ciudadano. Y con ello convalida la farsa democrática en la que nos tiene sumidos la partidocracia que domina y mangonea al país a su antojo.
Para el INE hay que escoger a huevito de una de esas marcas entre las cuales hoy por hoy no hay diferencia ni garantía de cambio. No se trata de elegir al mejor, sino al menos peor. Vaya lindura, ¿no? Y esto llama poderosamente la atención porque el Instituto prefiere ignorar que hay una cantidad creciente de gente que de manera consciente decide no acudir a las urnas porque ningún candidato o partido lo convence, pero en lugar de hacer un llamado a los partidos para que eleven su nivel de debate, de propuestas o su trabajo en el gobierno, opta por patear al ciudadano: si las cosas están jodidas no es por culpa de estos, sino por culpa tuya porque no votas. Muy bonito.
Es increíble cómo el Instituto Nacional y los organismos locales se han vuelto comparsas de los partidos al grado de asumir que una parte de su labor es que no se vayan a molestar los mandamases, porque corren el riesgo de que los quiten, y para qué quieren, mejor llevar la fiesta en paz.
En lugar de buscar mecanismos para hacer valer la verdadera mayoría que hoy en México son los que no están votando los organismos electorales optan por fingir demencia y sacarse los mocos.
Hay que repetirlo, es un escándalo que tengamos gobernantes que llegan con mayoría simple de los que fueron a votar y no mayoría calificada del padrón electoral. EPN llegó a la presidencia con 19 millones de votos, de casi 80 millones posibles en una elección en la que 30 millones de personas, no fueron a las urnas ¿cuál es la verdadera mayoría?
Eso es lo que urge cambiar, subirles el mínimo a los cabrones de los partidos para que no lleguen a las sillas grandes con tan pocos votos: la persona que no se electa con la mitad más uno de los votos del padrón –osea 40 millones para presidente -, no llega y se declara nula la elección y se llama a otra. ¿Es tan difícil de entender? Con esta fórmula ninguna de las elecciones recientes habría sido válida, por eso mejor no le mueven.
A DESTACAR
1.- Igual de irritantes resultan los fanáticos de izquierda que culpan a los abstencionistas o votoanulistas de favorecer al PRI con su ausencia o anulación. Eso les sirve para lavarse la cara que muestra la realidad: no han sabido convertirse en una opción atractiva.
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