Desde hace algunos años, las redes sociales se han colmado con una peculiar y distintiva frase, una consigna que individualiza y apropia una causa, una lucha, o una postura; estoy hablando de la frase: “Yo Soy”.
Tal vez las más importantes o las que más recordamos son: “Yo soy 132”, surgida después de la visita del entonces candidato Enrique Peña Nieto a las instalaciones de la Universidad Iberoamericana en Santa Fe.
Otro hecho que motivó el uso de esta frase fueron los tristes y lamentables acontecimientos ocurridos en Ayotzinapa, donde 43 estudiantes de la escuela Isidro Burgos fueron privados de su libertad, y cuyo destino aún es motivo de intrigas, supuestos y encubrimientos por parte de autoridades.
En los últimos días, esta frase tomo fuerza a raíz del atentado que sufrieron los editores del diario Charlie Hedbo en la ciudad de París, donde la expresión “Yo soy” (Je suis) dio la vuelta al mundo como grito de unión con las víctimas.
Pero ¿Qué hay detrás de decir “Yo soy”, de alzar la voz y unirse a causas de diferente índole, teniendo como emblema este pensamiento?
Parecería que los individuos cada vez se pierden más y más dentro de sus propias sociedades, pues la voz de “Yo soy” se muestra después de ocurridos los hechos; ahí es cuando se ve el momento preciso para decir; “Aquí estoy”, yo soy, ahora tengo una voz o al menos creo pertenecer a una causa.
Cuando se dice “Yo soy Ayotzinapa”, o “Yo soy 132” ¿Qué se busca ser? ¿Será que en la masificación se puede ser alguien, mientras que en la individualidad se pierde la fuerza de la lucha? Estas preguntas surgen porque, como mencioné anteriormente, se es después de ocurridos los hechos, después del acontecimiento se pertenece, pero antes de ellos, no soy o peor aún no existo.
“Yo soy Ayotzinapa” o “Yo soy Charlie Hedbo” me da identidad, me da una causa que apoyar y una ideología que seguir. Yo soy, yo soy, yo soy. Ahora que los medios, que la sociedad, que el mundo entero voltea a lo que sucedió, puedo decir que yo soy parte.
Es atractivo el hecho que el “Yo soy” da la vuelta al mundo, y encuentra su contraparte en quienes no se sienten identificados con la causa, generalmente diciendo Yo no soy; pero al final lo que se quiere es pertenecer, es ser parte de algo.
Qué resultaría si ese “Yo soy” fuera hoy y no mañana, que naciera del presente y no de un hecho pasado. Si yo soy esto o aquello adelantando al hecho, proponiendo y no esperando a ser parte.
El “Yo soy” es un grito esperanzador pero al mismo tiempo contiene matices desoladores, nos lleva a la reflexión que algo cimbró nuestra vida, algo cambió y nos unimos, unos por aquí y otros por allá, trasformando el grito de un “Yo soy” a un “Todos somos”.
“Todos somos” porque es la única forma de ser escuchados, “Yo soy” porque no he sido.
Un “Yo soy”, sumado a otro “Yo soy”, genera unidad, cohesión, identidad; claro ejemplo está en las palabras de algunos normalistas que después de decir “Yo soy” expresaron: “Estamos dispuestos a dar la vida por encontrar a nuestros compañeros”.
“Yo soy”, es el nuevo canto de emancipación y de pertenencia, el clamor de no ser uno más dentro de las masas, aunque esto signifique dejar el propio ser vulnerable ante no saber cuál será el nuevo “Yo soy”.
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