Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros.
Así versa el primer artículo de la Declaración de los Derechos Humanos, derechos que son para todos, sin exclusión, derechos que cada día se lucha más por ejercerlos y que no se vean menguados, pero al mismo tiempo se voltea la cara a las implicaciones que conlleva profesarlos, las obligaciones y responsabilidades que imperan para hacerlos válidos.
La atroz situación cometida contra el diario francés Charlie Hedbo abrió las puertas a una oleada de consigas xenófobas en contra de la población de origen árabe que habita en Europa, añadiendo improperios contra la religión que su mayoría profesa (el islam) y al mismo tiempo creando peligrosas generalizaciones, inventando dichos de supuestos “mandamientos” que estos individuos siguen y creando una histeria y odio que han traspasado las fronteras del país de la “Igualdad, Libertad y Fraternidad”.
Libertad de expresión a decir lo que quiera, lo que sea, lo que piense o simplemente salga de mi boca sin importar a quién afecte o a quién agreda.
Charlie Hadbo, es conocido por la sátira que emanaba de su tintero, no sólo en contra del profeta Mahoma y los fieles a él, sino contra el cristianismo, políticos y todo aquello que pudiera ser polémico, basado generalmente en insultos o en provocadoras imágenes.
El desagarro de vestiduras llegó con la noticia del atentado, muchos periodistas exigían no cercenar el derecho a la libertad de expresión, y muchos de ellos tildando a la comunidad islámica como “locos radicales retrogradas y parias” que están destruyendo Europa y el mundo.
Que yo tenga derechos me genera obligaciones y responsabilidades, ya lo decía el propio filósofo francés Jean Paul Sartre: “Mi libertad se termina dónde empieza la de los demás” o el revolucionario ruso Mijail Bakunin quien apuntaba: “Yo soy libre solamente en la medida en que reconozco la humanidad y respeto la libertad de todos los hombres que me rodean” y en este caso los musulmanes tienen derecho a creer y defender lo que para ellos es la redención y la trascendencia de su existencia, y aquí hago una acotación, no estoy a favor de la masacre perpetrada por los “seudo islámicos”.
Por qué a cualquier persona que asesina y tiene nombre árabe o hace alguna referencia al islam es considerado un mensajero de su religión; por qué si tres desadaptados gritan oraciones islámicas se hace una generalización de la religión; ¿por qué si su credo fuera otro, serían considerados “locos,” y un hecho aislado?
Esto es lo que los medios de comunicación, en su “libertad de expresión” dicen y perjudican sin ningún argumento a los árabes, musulmanes y principalmente al islam. Fundamentalistas existen en todas las religiones y credos, y muchos de ellos cometen atrocidades pero no se lanza una cruzada religiosa ni una fobia generalizada.
Europa está siendo víctima de su propio sistema, recordemos aquel fatídico 22 de julio del año 2011, Anders Behring Breivik, mató a más de 70 personas, y era un fundamentalista cristiano, y no se levantó una lucha crisitanofóbica por todo el mundo, sino se consideró un hecho aislado de un psicópata, ¿por qué no se mide con la misma vara a los perpetradores de los hechos ocurridos en París?
Querían multiculuralidad en Europa, apertura de fronteras y saquear los países de origen de estas personas, las consecuencias aquí están, una falta total de identidad en los pueblos, una lucha constante entre “mis y tus derechos”, un descontento por la marginación de la que son víctimas; muchos de estos “terroristas islámicos” son refugiados que han huido de sus patrias porque han sido bombardeadas y destruidas por Francia y sus aliados (caso de Libia). Argelia, Líbano, Marruecos, Túnez, Siria saqueados por Europa y sus guerras de poder por el petróleo.
Los islámicos no llegaron un día y se asentaron en Europa, ha sido un proceso largo y que fue muy bien visto por los europeos pues eran mano de obra barata, obreros que podrían reactivar la economía.
Además los hermanos Kouachi, perpetradores de la masacre en París poseían pasaportes franceses, entonces por qué no hablar de una decadencia de la sociedad francesa, por qué su “cuestión religiosa” es preponderante ante su nacionalidad. ¿Por qué se debe de poner atención en sus creencias?, son franceses los asesinos, producto de la misma sociedad francesa.
Pero hay mucho más detrás de esta matanza, Hollande no ha sido el presidente que los franceses esperaban, su gobierno lleno de problemas públicos y personales, sumando una posible derrota frente al ex presidente Sarkozy han provocado el desencanto, pero el pasado 15 de diciembre ocurrió un hecho del que se debería indagar y ver las cuestiones políticas que pueden vincularse a los sucesos ocurridos contra el periódico Charlie Hadbo.
El presidente Hollande pronunció un discurso en el Museo de la Historia de la
Inmigración, que decía: “No podemos tolerar que nadie sea atacado por su religión, su color, su origen o su cultura”. ¿Y ahora el discurso ha cambiado? Sus contrincantes políticos (Sarkozy) reconocido por sus propuestas anti-migratorias y anti-islámicas no vieron con buenos ojos este discurso.
Sarkozy es recordado por ser un lacayo de la OTAN y de los Estados Unidos, apoyando cualquier cantidad de intervenciones, guerras e invasiones, además de ser un fiel aliado al Estado de Israel.
Ahora recordemos que el pasado 2 de diciembre el gobierno francés en su asamblea aprobó la iniciativa en la que insta al Gobierno a reconocer el estado palestino, lo cual no fue del agrado del primer ministro israelí Netanyahu quien calificó de “Grave error” dicha resolución, y a la cual Nicolás Sarkozy expresó: “El apoyo a esta propuesta puede ser contraproducente y no contribuirá a relanzar el proceso de paz entre las partes”.
Los matices políticos comienzan a presentarse, bajo la nube de humo de las “cuestiones religiosas” y terroristas.
El hecho es que se está utilizando la libertad de expresión como bandera de “unificación” en Francia, creado un enemigo común llamado islam y al mismo tiempo se aprovecha las posiciones políticas para ser el líder de la cruzada que se emprende.
El rechazo generalizado de líderes islámicos ante el asesinato de los caricaturistas del diario Charlie Hedbo no se hizo esperar, por ejemplo Omar Suleiman, escribió en su cuenta de Facebook: “Para el Profeta más insultante que unas viñetas satíricas son aquellos que asesinan a gente inocente en su nombre.”
La ignorancia de tomar al azar algunas frases Corán y adaptarlas a conveniencia para presentar una enseñanza de muerte, destrucción y asesinato es lo que terriblemente han hecho medios de comunicación y periodistas ejerciendo su “libertad de expresión” y dejando a un lado la obligación y responsabilidad de informar y argumentar.
Los únicos “musulmanes” que festejaron y llamaron héroes a los asesinos de los caricaturistas de Charlie Hedbo, fue el Estado Islámico, fundado y patrocinado por gobiernos europeos, quienes a su vez son los que engrosan sus filas en su mayoría ingleses, chechenos o franceses.
Si la mayoría islámica rechaza los acontecimientos suscitados en París, si la gran mayoría de los árabes migrantes condenan dichos actos, ¿por qué la islamofobia?, será por cuestión política, y no religiosa que provienen de más allá de las propias fronteras francesas.
Ahora sí, el periodismo es limpio y pulcro cuando de atacar al pueblo musulmán se requiere; no nos cabe la menor duda de que “todo es verdad” de que nada es manipulado. Franceses que saturaron las redes sociales con escritos deplorando la violencia y unas horas después, mezquitas y lugares vinculados a la comunidad musulmana fueron objeto de ataques, llegando al punto que en Vaucluse, el coche de una familia musulmana recibió varios disparos.
Ya lo decía Marx: “Nadie combate la libertad; a lo sumo combate la libertad de los demás. La libertad ha existido siempre, pero unas veces como privilegio de algunos, otras veces como derecho de todos”.
¿Tu libertad de expresión mengua mi derecho a defender lo que creo?; ¿tu libertad de expresión está sobre mi derecho a ser respetado?, o mi derecho de no ser humillado y agredido ¿merma tu libertad de expresión?.
Esto es la continua discrepancia, es la lucha que parece no puede resolverse porque surge la pregunta ¿dónde empieza o dónde terminan los derechos individuales y colectivos?, ¿en contratos sociales unilaterales? ¿En situaciones que se creen son entendidas de facto o por la “obviedad” de lo que predican?
Voltaire y Montesquieu, líderes de la Ilustración decían: “Detesto lo que escribes, pero daría mi vida para que pudieras seguir escribiéndolo”. Está es una máxima que pudiera ayudar a hilvanar una coyuntura entre el respeto y la libertad de cada individuo.
Recordemos que nosotros somos juez y parte en llevar a cabo ya sea la libertad o el respeto, nosotros somos quienes regimos y dirigimos nuestro actuar, si nuestra razón nos lleva a definir que dentro de nuestra “libertad” estamos afectando a otros, ponderemos si es necesario expresarlo o nosotros mismos tomamos nuestro derecho a no ejercerlo. Charles Kingsley, novelista inglés del siglo XIX postuló: “Hay dos clases de libertad: la falsa, en la que uno puede hacer lo que le plazca, y la verdadera, en la que uno puede hacer lo que debe hacer”. La convivencia social puede ser en ocasiones más importante que nuestra “libertad”, no es callar sino no insultar, no trasgredir, no infundir y mucho menos difamar.
Lo sucedido en la redacción de Charlie Hadbo invita a una reflexión profunda de parte de ciudadanía y gobiernos de todo el mundo para establecer los límites, si los existen, en los derechos de cada persona, en si es válido atacar y provocar a otro grupo.
Sabias palabras las del antropólogo alemán Rudolf Virchow sobre la libertad: “La libertad no es actuar arbitrariamente sino la capacidad de poder hacerlo sensatamente”.
Cierro este texto invitado a la reflexión sobre las cuestiones políticas (que parecen religiosas) y las religiosas (que parecen políticas) que acontecen en el mundo y llevando a cabo un análisis de cuándo expresar y ejercer nuestra libertad de expresión y cuando voltear a ver los derechos de los demás, buscando una convivencia, al fin y al cabo, guste o no vivimos en sociedad y tendremos que saber cuándo es momento de alzar la voz porque nuestros derechos han sido violados o mancillados y cuando debemos anteponer el respeto (aunque no le encontremos nosotros ningún sentido) a las creencias y costumbres de otros.
Ya lo decía Bernard Shaw “No busquemos solemnes definiciones de la libertad. Ella es sólo esto: Responsabilidad”.
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