¿Censura o mandato del Estado?, esa es la cuestión en el caso Aristegui, un hecho que tiene más preguntas que respuestas. Unos alegan abuso de confianza por parte de la conductora, otros por su parte esgrimen censura cuyo origen parece ser Los Pinos, presión del Estado a la cadena de noticias, conflictos de interés y una serie de descalificaciones que van y vienen pero al final un turbulento desenlace.
Más allá de las verdades que se cuentan en ambos lados de esta historia, es pertinente hacer un espacio para la reflexión de lo que sucede con los periodistas y la labor que ejercen al rededor del mundo.
De acuerdo con la SIP (Sociedad Interamericana de Prensa), la impunidad de los crímenes contra los periodistas y la censura son los principales obstáculos que enfrenta la libertad de prensa en América.
En nuestro país se tiene memoria de la censura periodística en las últimas décadas del siglo pasado y esto parecía haber quedado en el recuerdo de la opresión, parecía que se había dado un paso en pro de la libertad de expresión dentro del periodismo, pero hoy la sombra de la censura parece emanar una vez más desde lo profundo de la oficina presidencial.
Es un hecho que el mandato de Enrique Peña Nieto ha sido sumamente turbulento, la desaparición de los estudiantes, el incremento sustancial del dólar y la privatización de recursos nacionales son profundos problemas con los que ha tenido que sortear el presidente mexicano, pero la censura ante la periodista que develó sus propiedad, la tristemente célebre Casa Blanca, ha dado pie para interpretar que los días de oscuridad en el periodismo han regresado.
Tal vez el golpe asestado contra Aristegui y su equipo fue más una táctica política para reacomodar el tablero frente a las elecciones del próximo mes de junio, donde el PRI tiene la duda o el temor de perder lo que había ganado apenas tres años atrás.
Desde el año 2000, aquel que parecía dotar de esperanza y progreso a nuestro país después de años de traición y dictadura perfecta, 120 periodistas han muerto debido al crimen organizado o a la organización del crimen, con el fin de callar las voces que pretenden no alinearse a lo que el Estado quiere que digan.
Decía Gil Duarte que “Los periodistas mueren de noche” y así morían en el período de Salinas de Gortari, pero hoy en día mueren a todas horas, mueren no solo por las balas sino por el silencio al que son obligados.
La libertad de expresión parece desaparecer entre nuestras manos, y peor aún no sabemos si a la que hoy funge como víctima del poder gubernamental es la portadora de esa verdad que el mexicano espera conocer.
Mencioné en alguna red social que estaba analizando que está peor en nuestro
país, si la victimización de la periodista (Aristegui) presentándose como la periodista objetiva y sin sesgo frente a la verdad o que ella fuera la “única” periodista comprometida con esta causa.
Ahora es tiempo de voltear al periodismo en México y preguntarse ¿y los demás qué rol juegan dentro de la comunicación? Será que solo existe una sola periodista que está en búsqueda de la verdad y en el ejercicio ético de la profesión de periodista, garantizando el derecho humano fundamental que es la libertad de información como lo menciona el Art. 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de la ONU.
Si es así ¿por qué lo es? Será que el periodismo en nuestro país se ha vuelto nuevamente en el mensajero de la absurdez, de la corrupción y del servilismo ante la clase política.
Creí que los días nublados del periodismo y de la prensa en México habían llegado a su fin. Hoy es un día soleado como lo mencionó aquel 2 de Octubre Jacobo Zabludovsky, pero es un día soleado para aquellos que escribimos, que rechazamos cualquier presión del sistema de Estado y/o de otras instituciones que pretenden obligar a distorsionar o mutilar la información.
Para algunos de nosotros esto es el día soleado que pretendemos y no el día soleado que el Estado quisiera presentar con sus bufones en los noticieros que buscan acrecentar sus cuentas callando ante la represión, corrupción e impunidad del gobierno que encubren.
Por: Fernando Ortíz
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