El proceso del cambio económico, social y político de Brasil iniciado en el 2003 por el líder sindical Luiz Inácio Lula da Silva, enfrentará el próximo 26 de octubre su más grande reto, teniendo a Dilma Rousseff como la encargada de seguir con el modelo que ha logrado sacar de la pobreza desde el año 2003 a más de 35 millones de personas, lo cual representa aproximadamente el 17% de la población total del país sudamericano.
Brasil ha mantenido una política exterior fuera del sometimiento al mandato norteamericano y al capital financiero internacional, tal es así que el grupo conocido como “los BRICS (compuesto por Brasil, Rusia, India y China) ha llevado la propuesta de fundar el Nuevo Banco de Desarrollo, creando de esta manera una estructura que servirá como alternativa al FMI y al Banco Mundial, dominados por EE.UU. y la UE.
Pero el reto está en que los presuntos problemas de corrupción del gobierno de Dilma con la empresa Petrobras, el caso de espionaje por perpetrado por parte de la NSA contra su gobierno (Agencia de Seguridad Nacional del gobierno de los Estados Unidos), la desaceleración económica, donde el PIB marcan tan solo un incremento del 0.8%, cuando el año anterior fue de 2.3% y una inflación del 6.30%, no echen abajo el trabajo y el proceso trasformador de Brasil.
Las revueltas ocurridas en el año 2013 en el marco de la celebración de la Copa Confederaciones de fútbol, donde miles de personas salieron a las calles a manifestarse con cuestiones relacionadas a salud, educación y principalmente movilidad urbana, son elementos que hacen tambalear la continuidad del gobierno de la ex guerrillera Dilma Rousseff.
Otro de los grandes problemas que han marcado el gobierno de la apadrinada por el carismático ex mandatario Luiz Inácio Lula da Silva, fueron las faraónicas obras realizadas en los estadios de fútbol que fueron sede del Mundial. 11 mil millones de dólares es el valor aproximado de las inversiones realizadas, lo cual fue el detonante para que la popularidad de Rousseff cayera más de 30 puntos con respecto a los 77 puntos que obtuvo en su primer año de gobierno.
Dilma aún posee los vestigios del carisma de Lula, lo cual toma gran importancia para que los brasileños den una oportunidad y un voto de confianza en el proyecto del Partido de los Trabajadores que cuenta con logros como la disminución de los niveles de desnutrición y desescolarización, al mismo tiempo que ha alcanzado, mediante su Plan de Bolsa de Familia, aumentar el salario mínimo en más del 50%.
Por esto, tanto el pueblo brasileño como los países latinoamericanos, están al pendiente de lo que suceda con los comicios del gigante sudamericano, la mayor democracia de Latinoamérica, pues es un país clave dentro de la economía mundial, y sus las alianzas con el Mercosur, Unasur, Celac, Banco del Sur y la Alianza del Pacífico integrada por Chile, Colombia, México y Perú, creada el 28 de abril de 2011, son pieza fundamental para el desarrollo del continente, sumando a esto la postura de Rousseff de integrar una estructura de cooperación con América Latina, lo que conllevaría al fortalecimiento de gobiernos progresistas dentro de la región.
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