Iguala, guerra de narcos y miedo en las calles
En Iguala de la Independencia, el lugar donde hace cinco meses desaparecieron 43 estudiantes, las cosas jamás serán como antes.
Y es que mientras en otras ciudades del país, el pasado 26 de septiembre, marcharon para recordar, aquí trabajan por olvidar. Sólo unos cuantos, muy pocos, buscan mantener el legado. Aquí no hubo marcha, aquí no hubo reclamo de justicia… aquí buscan algo más simple para después alcanzar lo otro… aquí buscan paz.
Y es que la ciudad está sumida en una ola de violencia que en menos de seis días dejó 18 personas asesinadas, la mayoría por ajuste de cuentas de grupos de la delincuencia organizada.
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El miedo se percibe en sus habitantes y al mismo tiempo lo expresan; al llegar, los mismos taxistas y comerciantes te preguntan de dónde eres porque se fijan mucho en el acento.
“¿Entonces no sabes cómo están las cosas?” es la segunda frase que sueltan a quemarropa y que se acompaña de una advertencia que debes ser cuidadoso. “Hay ‘orejas’ por todos lados” agregan.
Hace un calor seco, pegajoso. Mientras caminan por las calles, la gente observa con recelo a sus cuerpos policíacos. Hace tiempo que los soldados se fueron después que bajó la tensión tras la desaparición de los estudiantes y la aprehensión de decenas de patrulleros municipales. Por la zona circulan en volantas algunos integrantes de la Gendarmería federal, pero no ponen atención a lo que ocurre en la ciudad.
“Qué bueno que se fueron a la verga… los soldados y los de la federal nomás se venían a tomar fotos con las muchachas al Zócalo. Nosotros les decíamos que aquí no iban a encontrar a los muchachos, no en el Zócalo… pero nomás vinieron a simular que estaba protegido” señaló un comerciante.
En el fondo, los habitantes de Iguala se sienten abandonados, pero lo más grave es que se sienten traicionados.
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Son días de feria; después de todo, Iguala es la cuna de la bandera nacional. Desde el 24 de febrero había motivo de celebración. El fin de semana hubo baile y se presentó el cantante de banda Gerardo Ortíz.
Estacionado a un costado de La Pergola (una oficina del ayuntamiento), un Chevy pintarrajedo anuncia a todo volumen el costo del boleto en 250 pesos. Pero el sonido de la promoción es opacado por el ruido de otra camioneta propiedad de un pasquín local y desde el que gritonea las noticias de mediodía: por la mañana asesinaron a dos comisarios ejidales, uno de ellos ex regidor de Iguala.
Los peatones dejan de ponerle atención al Chevy que anuncia el concierto de banda y se concentran en el otro mensaje: que los Guerreros Unidos regresaron a la ciudad.
“No salgas de noche… mira, hay viejas bien buenas en esas cosas (los bailes), pero van los narcos y no te conviene, sobre todo de madrugada, nomás se agarran entre ellos, pero no te conviene” explica un taxista que de entrada, al abordar su vehículo, preguntó si este reportero era un “poli”… tuve que decir que venía a visitar a una tía. Uno entiende, la burra no era arisca, la hicieron.
Los Guerreros Unidos regresaron y retomaron el control de la región, nomás esperaban que los federales se fueran. Los habitantes temen que las cosas empeoren, porque de alguna manera los narcos deben de imponer su orden de nuevo. Y es que Iguala es vital… es el principal bastión para el control de terrenos donde se siembra amapola y mariguana a diestra y siniestra. El Cártel que controle la ciudad, puede operar una verdadera “mina de oro”.
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Tras la desaparición de los 43 normalistas y en señal de protesta, el 23 de octubre le prendieron fuego a la presidencia municipal de Iguala y desde entonces no ha sido reparada. No hay dinero afirman. Sólo colocaron unas puertas rotas para impedir el paso, aunque eso no frena a indigentes que usan el otro edificio público como mingitorio.
Tras la detención del alcalde, José Luis Abarca y su esposa, a los burócratas municipales les toca despachar amontonados en dos oficinas municipales a pocos metros de distancia. No hay para más.
En la explanada, justo enfrente del edificio, integrantes de la Coordinadora Estatal de Trabajadores de la Educación Guerrero (CETEG) tienen instalado un módulo de información sobre los muchachos de Ayotzinapa, pero acaban de agregar otro motivo de lucha: justicia para el profesor asesinado durante la represión de la Policía Federal registrada en Acapulco.
Mientras algunas personas se acercan para escucharlos y entender su propuesta, otros los confunden con los llamados “Ayotzinapos” que son despreciados en Iguala.
“Son vándalos, les vale una chingada lo de los desaparecidos, ellos lo que quieren es chingar y ya… no se vale lo que le hicieron el otro día a la bandera” menciona una señora que recogió a su hija de la escuela.
Apenas el miércoles, los llamados “Ayotzinapos” trataron de boicotear el izamiento de la bandera… para los habitantes de Iguala, es algo con lo que no te puedes meter.
En Iguala quieren que los muchachos aparezcan, lo que no les agrada es el modo en que están reclamando su aparición.
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Lo del alcalde Abarca y su esposa era un secreto a voces, todo el mundo sabía que estaban coludidos con el narco, pero nadie hablaba de ello.
“La esposa era la mera, mera, y los policías sicarios… pero te convenía fingir que no pasaba nada… el centro joyero cerca de la Central de Autobuses, las plazas comerciales, era de él… pero que podías hacer, era el presidente municipal”.
Y es que en Iguala se saben las cosas, pero es mejor fingir que no. Es la lucha por la supervivencia.
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Este lunes, decenas de familias marcharon por el Centro de Iguala. Demandaron el retorno de los policías que fueron detenidos, vinculados con grupos de la delincuencia organizada, pues afirman que los agentes de la Policía Federal enviados a cuidar el pueblo se olvidaron de su labor. Probablemente sea cierto: en sólo siete días 18 personas han sido asesinadas, entre ellas un policía, un funcionario municipal, dos ejidatarios y los cuatro integrantes de una familia.
Las noticias de los periódicos son rojas, la mayoría se vinculan a hechos de sangre. En los pasillos del mercado frente a la Central de Autobuses la historia es la misma: la comidilla entre los locatarios es el modo en que levantan y ejecutan. La inseguridad es un tema común, incluso algo peor, es un modo de vida.
Y es que en Iguala, con el retorno de los Guerreros Unidos, surgió un nuevo rival: se trata del brazo armado del grupo de Los Rojos, autodenominado Sierra Unida Revolucionaria, quienes de inmediato comenzaron a realizar “levantones” y homicidios, tratando de aprovechar que uno de los principales colaboradores de los Guerreros Unidos, el ex alcalde Abarca, se encuentra detenido y su policía diezmada.
La realidad es que sin importar cuál de los dos bandos gane la guerra, la ciudad y sus habitantes pierden.
Las fosas…
Miguel se acomide a llevarme al cerro cerca del Lago Tuxpan. Me dice que me enseñará donde están unas fosas. Es miembro del CETEG.
Ubicados al norte de Iguala, fue el sitio donde grupos de la delincuencia organizada, y los mismos policías municipales, enterraban los cuerpos de los enemigos del cártel. Sólo en noviembre encontraron 13 agujeros de este tipo con cuerpos en el interior.
Miguel no confía tanto en mí, pero yo tampoco en él; sin embargo, tengo que creer que me lleva por buen camino y él en que en verdad sólo soy un reportero.
Dejamos el coche y subimos al cerro, caminamos por una brecha donde encontramos jornaleros y niños corriendo, sólo para adentrarnos a una zona boscosa.
Ahí, en medio de los árboles, dos socavones. Personas, seres humanos estuvieron ahí dentro.
“Dicen que los muchachos de Ayotzinapa están por aquí, pero pueden estar en cualquier cerro… ve son puros cerros. No los quemaron, no pudo ser…” dice Miguel con tristeza.
Avanzamos un poco más y encontramos cinta que usaron los peritos para marcar la zona, sólo quedan jirones del plástico.
“Las familias se cansaron de buscar, pero tienen que estar en alguna parte”.
Seguimos caminando… avanzamos cien metros cuando Miguel voltea de repente y asustado me dice “vamonos, vámonos, aquí ya no”. Yo no entiendo y sólo obedezco.
Caminos aprisa, entonces me explica “mira, hay basura en el piso, esas no estaban hace una semana, hay gente, no tenemos que estar ahí”. Por gente se refiere a narcos, miembros de los cárteles… concuerdo, es hora de marcharnos.
La plática fluyó durante el regreso en el coche, “esta gente busca justicia, es lo único, no sólo son los de la normal, son todos los que tienen el derecho a saber dónde están sus familiares” .
La reflexión retumbó en mi cabeza toda la tarde.
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