El analista político asegura que Donald Trump podría provocar la segunda independencia
El historiador acaba de publicar su último libro, Distopía, en el que aborda diferentes temas de orden nacional, como la relación de México con Estados Unidos
Para el historiador y analista político Lorenzo Meyer, Estados Unidos encontró a México en uno de sus peores momentos, aunque asegura que en todas las crisis siempre existe una buena oportunidad.
Entrevistado por el portal SinEmbargo sobre su último libro Distopía mexicana. Perspectivas para una nueva transición, el periodista asegura que la visión que plasma en el libro sobre México no es la definitiva, ya que las “ciencias sociales son absolutamente objetivas, no tienen un grado científico. Así que esta mirada es la mía, puede haber otras”.
Meyer asegura que la construcción del muro representa una oportunidad para cambiar el rumbo del país, señalando que México tiene que volver a América Latina, “hay que hacer frente al cambio para que Estados Unidos no nos siga pareciendo conveniente”.
“Tiene que haber muchos mexicanos sacrificados, porque así fue en 1988 (cuando Salinas de Gortari firmó el Tratado de Libre Comercio de América del Norte). Pero el cambio será bueno”, aseguró.
Para el politólogo, dentro de unos años, los mexicanos levantarán una estatua a Donald Trump por ser “el padre de nuestra segunda independencia”.
Al ser cuestionado sobre si su último libro (distopía) es pesimista o sólo un reflejo de la sociedad actual, el periodista asegura que primero tiene que pasar el tiempo.
“Me gusta eso. Desde la óptica de un realismo casi brutal, no vale la pena hacernos ilusiones. Hay que poner las variables en la superficie, con ojos casi clínicos: el organismo nacional está muy enfermo, no vale la pena decir: ‘fue un catarrito’, como alguna vez llegara a decir el Gobernador del Banco de México (Banxico) sobre los efectos de la crisis del 2008. Hay que ver exactamente cuál es el caso de algunas de las instituciones principales. Ahora bien, yo no pretendo y nadie puede pretender, en estos asuntos, tener todas las circunstancias objetivas. En particular en esto de la política, la objetividad es imposible. No podemos tener los instrumentos poderosos que tienen la física, la química. No podemos hacer experimentos y nuestros conceptos siempre han estado mal definidos: no se puede tener conceptos tan claros como distancia, velocidad, peso. Aquí todo es más o menos. El diagnóstico que hago del México actual –el libro lo terminé de escribir y de redactar en 2016–, usando el enfoque histórico, de dónde viene ese problema, esta mala institucionalidad. Pero sí fue más factible un enfoque histórico, con una crítica social, porque creo que la ciencia social debe ser crítica y no consentir al poder, [sino] examinarlo e incluso reclamarle. Se puede ser optimista, a pesar de un diagnóstico más o menos crudo”.
Al preguntarle exactamente qué es la distopía, el autor asegura que fue Tomás Moro quien acuñó el término, que en un principio vino de la utopía.
“Es ese lugar que no existe. Desde la óptica de la Inglaterra de Enrique VIII, funciona como debería funcionar. Inglaterra y el mundo son la perfección, así es una sociedad sin conflictos, sin problemas, donde la persona humana puede desarrollarse plenamente. El término de la distopía –la editorial se lo pensó un poquito en autorizarme el título–, los valores negativos llegan a su máximo; el mal funciona y funciona bien, y algunas de las tendencias de la realidad mexicana se acercan más a ella que a la utopía. Cuando en el pasado fue al revés. Hubo una utopía mexicana. Adolfo Gilly, en un estudio sobre el México de 1930, que es su tesis doctoral, la tituló: La utopía cardenista. Ese momento en que un sistema político real, con todos sus defectos y problemas, había una utopía: quería llegar a un México más justo, en donde los que históricamente habían perdido, sobre todo los indígenas y campesinos, tuvieran el lugar preponderante. Bueno, esto parece ser la distopía priísta. Y no es nada más el PRI: son los poderes fácticos, los que mandan aquí. Llevan a la sociedad mexicana camino no a la utopía, sino a la distopía”.
En la entrevista, la periodista Mónica Maristain puso como ejemplo de distopía los robos que han hecho los gobiernos estatales, como el de Veracruz.
“Ahí está una distopía local. En Veracruz se llega a situaciones de perversión, que el peor gobernante se hubiera detenido. No era necesario parar las medicinas, ¿qué podía ganar? Sí, unos millones, pero ya tenía muchísimos, ya había robado al erario”.
“Los recursos que se necesitaron para llevar a cabo la elección de Enrique Peña Nieto vinieron de los estados, sobre todo de los estados de Veracruz y de México [Edomex]. En algún momento se interceptó, yo creo que por accidente, una maleta con efectivo que llegó de Veracruz al aeropuerto de Toluca y la autoridad ahí la decomisó. Era parte de ir financiando en efectivo, para que no hubiera huella de dónde vinieron esos recursos [hacia] la campaña electoral de Peña Nieto. Sí, se roba para la corona. Sobre todo en la parte inicial de los gobiernos de Duarte y Peña Nieto”.
Al ser interrogado sobre la forma en la que nuestro país deberá lidiar con una persona como Trump, Meyer asegura que como personaje es una persona importante.
“Para usar el concepto de [Daniel] Cosío Villegas aplicado a [Luis] Echeverría: es relevante su forma de ser, pero finalmente lo importante aquí no es Trump sino quienes lo votaron: esa parte de la sociedad norteamericana, minoritaria, es cierto, pero existente al fin; una mitad de la sociedad estadounidense se entusiasmó con un discurso, se distorsionó en exceso la realidad. Pero en el primer día de su campaña, para poder ser el candidato republicano, se lanzó contra México. Era un enemigo perfecto. Era un enemigo débil, pero muy expuesto, por la cantidad enorme de mexicanos que viven fuera de México. Una gran parte de Estados Unidos se entusiasmó con la frase ‘Construye la muralla y mátalos a todos’. ¿A quiénes se refería con “mátalos a todos”? Se refería a los mexicanos. ¿A los mexicanos indocumentados o a todos? Despertó entusiasmo. Despertó energía. Aquí están los mexicanos: son desagradables; no sólo están indocumentados, también están violando la Ley estadounidense. Además, roban empleos, estando aquí o estando fuera de aquí.
A la hora en que nuestras industrias van a poner sus plantas allá y le dan empleos la Ford a mexicanos en lugar de dárselos a estadounidenses, todo por unos cuantos dólares, porque allí les cobran más baratos, están robando empleos. Y eso entusiasmó muchísimo a la gente que ya ha perdido los empleos o que está por perder sus empleos. Ellos fueron trabajadores privilegiados en relación con el resto del mundo; fueron como una clase en ascenso en el medio de la potencia más grande del planeta y de repente se vieron cada vez más desplazados. Entonces Trump les devolvió el orgullo, usando primero el discurso antimexicano, luego antichino y de pasadita antiislámico y esgrimiendo su crítica a las clases políticas de la sociedad estadounidense: ‘estos, en Washington, nos han traicionado pero ya no nos traicionarán más’. Todo ese conjunto despierta la imaginación, los temores, los rencores, los prejuicios, en una sociedad como la estadounidense que es racista. Así nacieron, ¿qué le vamos a hacer? Bueno, pueden hacer algo: combatir el racismo, pero hay muchos que no quieren combatir el racismo. Caramba, ver a un presidente negro en la Casa Blanca, ver a su esposa mucho más negra que él, ver a sus hijas… es considerado una afrenta. Por eso Trump se lanzó contra Obama”.
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