Por Alejandro Páez Varela
Las conversaciones del Frente Ciudadano por México, que parecieron entrar en un tobogán en las últimas dos semanas, siguen. Eso me confirmaron anoche. Y no sólo para la Ciudad de México y los estados, como era una posibilidad: también para la nacional. Las diferencias entre Miguel Ángel Mancera y Ricardo Anaya eran casi irreparables. Alguien cedió. La semana pasada, gente de Mancera me dijo que la posición de Anaya era, por decirlo de manera light, “ventajosa”. En realidad me dijeron que era “gandalla”. Pero algo pasó, y hay fichas más acomodadas. He rehecho esta columna muchas veces durante el domingo. Es lo que hay, hasta anoche. Andrés Manuel López Obrador dijo ayer en una gira por Michoacán que se había roto el Frente. Yo dije hace una semana que agonizaba. Pues no, sigue. “En lo nacional y en la ciudad, todo”, me dijo escuetamente uno de los operadores de la mesa más chiquita. Otra fuente, en la que confío, me dijo que están trabajando “a mil por hora, porque los tiempos así lo imponen”. Siguen negociando.
Miguel Ángel Osorio Chong ya quedó fuera de la competencia. Eso me lo dijo, ayer domingo por la mañana, una segunda fuente (la primera fue el viernes). Así se lo habría anunciado a su equipo cercano. Habló de “lealtad con el Presidente Peña” y etcétera, ya saben, lo que viene pegado a un anuncio de ese tamaño. Me parece lógico que quedara fuera. Francamente el Secretario de Gobernación es impresentable para una elección; el fracaso en seguridad es tan contundente que en las últimas semanas desde los analistas hasta la iglesia creen que el Gobierno federal perdió control de todas las variables: que “ya tiró la toalla”. Osorio Chong tiene a estas alturas la misma imagen de Felipe Calderón. Veía desde ya las pancartas con su foto calcada sobre una calavera, si es que lo lanzaban. Tratar de sobreponer a Osorio de su propio fracaso sería más difícil que impulsar que a José Narro, a quien casi como una mala broma han colocado en la competencia. Que no va, me dijeron ayer domingo, y que ya le avisaron. Cuando lo estaba escribiendo, lo soltó Reforma. He rehecho esta columna muchas veces, ya.
Que José Antonio Meade ya está listo y que esta misma mañana renuncia. Eso circuló ayer. Deja la Secretaría de Hacienda. El rumor, que se extendió por la tarde de este domingo, no dice si se adelanta para irse a Banco de México. O si es para, ya, de plano, irse a la presidencial. Para la presidencial, ni siquiera están considerados así los tiempos oficiales dentro del PRI. Pero he rehecho esta columna muchas veces durante el domingo. La dejo hasta aquí, con lo último que leo y tengo. Meade está más que apuntado para la presidencial, dicen. O para Banxico, dicen. Creo que en lógica tiene lógica: sería muy difícil de vender porque no tiene ninguna presencia a población abierta, y creo que su atractivo, dividir votos del PAN, no lo es tanto: ya el joven Anaya se encargó de eso. Pero, bueno, unos apuestan a que es Meade.
Y que Aurelio Nuño será el candidato del PRI. Eso no me lo dijeron. Eso es lo que deduzco. Lo deduce cualquiera. Sin Meade, sin Osorio, queda Nuño. Si fuera así, Luis Videgaray habría ganado las dos posiciones importantes que se juegan este frío otoño: la de Banxico y la candidatura del PRI. Los dos, Meade y Nuño, son gente muy cercana a él.
Pero, ¿Nuño? ¿En serio Nuño? ¿Nuño para Presidente?
Bueno, pues parece que es Nuño. Ayer me dijeron que era Meade pero parece que es Nuño. O me dijeron que era Nuño y luego, muy tarde ya este domingo, que era Meade. O al revés.
Los dejo con lo que me dijo anoche un amigo periodista en el que confío: “Para donde quieras leerlo, sale: si quieres acomodar a Meade o a Nuño [en la Presidencial], los puedes acomodar. Son muchos los nervios. Súmale el teléfono descompuesto y cualquier señal se puede interpretar como quieras”.
Totalmente cierto. Yo mismo, que ni fu ni fa y sólo husmeo por deporte –bueno, para tener qué escribir–, he rehecho, muchas veces este domingo, mi columna.
Como escribía mi querida Dolia Estévez: ni la CIA le atinaba al tapado en tiempos del PRI. Y como el tapado está de regreso, pues todo es puro albur. Todo es puro adivinar. Estamos en la hora de los nervios.
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(Sólo por no dejarlo pasar, y para distraerlos de desgracias mayores: ¿Quién ganaría si les pregunto a quién aborrecen más, a Diego Fernández de Cevallos o a Carlos Romero Deschamps? Es probable que gane Diego. No estoy seguro. Pero el fin de semana, cuando circuló el video en el que los dos personajes son increpados por un ciudadano en un restaurante, me pareció ver en redes más ataques en contra del ex candidato presidencial panista que en contra del llamado “dueño de Pemex”. Son el diablo encarnado: ¿qué negociaban, de qué hablaban? Imagínense. Sus partidos en un tobogán, y ellos haciendo negocios; qué miedo. Si hay algo como un PRIAN, allí está. El diablo más diablo, encarnado. Me golpea en la frente una frase de Calvino: “Hay que recordar que el diablo tiene sus milagros, también”. ¿Qué milagros planean? Por lo pronto, agarren sus carteras: esos hacen bolita para robar).
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