El sexenio está a la mitad. Una muy mermada mitad. Hemos perdido todos: el Presidente Enrique Peña Nieto ni habla porque en cuanto habla, pierde algo de vuelo; yo digo que mentalmente ya ni está entre nosotros. La “izquierda” se ha partido en dos y Miguel Ángel Mancera ve, en números constantes y sonantes, en lo que se traduce su campaña suicida de destrucción. La economía, atascada en el fango; la corrupción y la violencia son la sopa que se come a diario.
Por allí, algunos logros: que si el triunfo de Manuel Clouthier o el de Enrique Alfaro; que si el de “El Bronco”. Más caro el caldo que las albóndigas: miles y miles de pesos para que sólo tres ciudadanos, que en realidad son dos, o uno, lleguen a algún puesto para tratar de hacer algo. Falta que los dejen (o lo dejen) hacer algo.
Ni los que tenían la posibilidad moral de ganar en esta elección ganaron: sólo escaramuzas de boicot electoral, por ejemplo; y nada de votaciones copiosas, por otro lado.
Para los que nos estamos acercando a viejos, no es sino la misma torta de ayer: cambiaron la mortadela por el salchichón.
Una primera mitad muy cansada, honestamente, para esto que vivimos ayer.
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Mi amigo dice, y le creo, que dejar el PRD en Oaxaca será una tarea muy difícil.
–Es un tema de orgullo. Las familias en los pueblos se dividieron entre PRI y PRD.
Mi amigo oaxaqueño me dice otra cosa:
–También es un tema de sangre. Hubo muertos, acá, para abrirle espacio al PRD. Muertos.
Luego me narra el camino que tendrá Morena; cómo deberá luchar contra una inercia perredista de dos décadas. Y me dice, y le creo, que sólo Andrés Manuel López Obrador podría provocar una migración del PRD a la fuerza de izquierda naciente. Sólo él. Nadie más.
–Muchos, por el compromiso que tienen con él, juegan en los dos bandos [PRD-Morena]. Todavía se puede. Hasta 2017 tendrán que decidirse entre uno y otro.
–Por el PRD irá Miguel Mancera –le digo, le sugiero.
–Ja.
–¿Ja?
–Si es Mancera, pues se acabó el PRD –agrega.
También le creo. Pero no se lo digo.
–Bueno, ya casi no queda el PRD como lo conocidos –sugiero.
Él me sugiere que quizás esté en un error al generalizar. Me dice que está el mal-llamado “voto duro”, que es la gente que está allí por Cuauhtémoc Cárdenas y otros líderes fundadores.
–Ellos ya se fueron –corrijo.
–Sí. Pero las tradiciones perduran.
El PRD que ya no es PRD todavía vive de aquella fama, pensé.
También pensé que no tardará mucho en dilapidarla.
Al primer cañonazo presidencial se doblarán.
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–Pues que gane Monreal –me dijo la semana pasada mi amigo zacatecano, ahora radicado en el DF–. Pero, híjole, ése también trae una colaaa…
Mi amigo zacatecano me cuenta horrores de Ricardo Monreal y sus hermanos. Horrores. Y no me horrorizo porque una amiga me contó, años atrás, cómo “llegaba el dinero en bolsas de Palacio de Hierro a la representación de Zacatecas”. Alguna secretaria presumió que, a veces, algún billete o algún fajo delgado “se caía” sobre su escritorio.
Nada de eso puedo probarlo. Será, quizás, irrelevante en estos días.
Me quedo con el dicho: en todos lados se cuecen habas.
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Suele decirse que la debilidad del Presidente marca el inicio de carrera presidencial. No es el calendario: es el mandatario en turno el que relanza la ambición.
Por eso es que, a estas alturas, “la izquierda” tiene tres precandidatos: Andrés Manuel López Obrador, que va por Morena; Marcelo Ebrard, que convencerá a Movimiento Ciudadano; y Miguel Ángel Mancera, que jura tener agarrado de los puros tanates al PRD. O lo que queda del PRD; o lo que él, Héctor Serrano y “Los Chuchos” han dejado del PRD.
La ciudad amaneció con las paredes manchadas de amarillo. Estaban pintadas de amarillo; pero hoy, el color del sol se escurre hacia las alcantarillas.
No hay Mancera que aguante tres años, creo. No habrá tampoco Ebrard en 2018, es lo que calculo. Y AMLO es AMLO: siempre un misterio.
En las filas del PAN son muchos los que quieren. Y en el PRI, la caballada del gabinete queda famélica mientras que un nuevo corcel negro se levanta en vuelo, con sus dos gubernaturas bien ganadas: Michoacán, con Aureoles; y Sonora, con la Pavlovich. Ese es Beltrones el zorro, y que Dios nos agarre confesados.
Arrancan las presidenciales, señores. Qué emoción (ajá).
Una primera mitad muy cansada, honestamente.
Y la otra mitad viene peor.
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