Por Alejandro Páez Varela
Margarita
Ya fue. Lo que iba a suceder, sucedió. Una fuente en el PAN y cercana a los calderonistas me dijo a principios de la semana pasada que la decisión de dejar el partido estaba tomada desde tiempo atrás y que la presión del registro ante el INE era lo que apuraría el anuncio. Y así sucedió: Margarita Zavala perdió las vencidas con Ricardo Anaya Cortés y se va en solitario, sin estructura partidaria, como independiente, a competir en 2018.
–Margarita nunca va a ser candidata del PAN. Mucho menos va a ser candidata del Frente –me dijo hace muchas semanas uno de los precandidatos presidenciales.
–No. En el PAN no gana. Así salga como salga en las encuestas [a población abierta], no gana dentro del PAN –me dijo un Gobernador.
Entonces –me dijeron ambos–, como no va a renunciar a sus aspiraciones, lo que les queda (plural, siempre en plural) antes de irse, es hacer un estruendo, un pataleo fuerte. Y así sucedió.
La mayor y última apuesta de Margarita Zavala y de Felipe Calderón, a falta de votos suficientes dentro del PAN, era vencer “desde afuera” a Anaya; provocarle una inestabilidad mayúscula, con ayuda de la prensa que tiene el Gobierno federal en el puño (y en la cartera). Querían lograr su renuncia y entonces tomar por asalto el partido y luego apoderarse o desmantelar el Frente.
No pudieron (plural, siempre en plural). De cara al público villamelón, los venció el muchacho, los derrotó Anaya.
Pero no sólo es eso, no sólo fue él, Anaya.
Los panistas lo saben: Margarita y Felipe se derrotaron a sí mismos, tiempo atrás. Fueron derrotados en la mesa por el temor que existe entre muchos panistas, y sobre todo en los líderes, de que regresen al partido los gritos, las ofensas y los manotazos de Calderón.
Anaya fue un instrumento perfecto para decirles NO.
Felipe
No creo que sea solamente un berrinche. No conozco bien a Margarita Zavala pero a Felipe Calderón sí. O lo deduzco un poco más que a ella. Y puedo decir que es calculador. Sabemos todos que es calculador.
Pero Calderón no calcula con la cabeza fría. Siempre tiene grandes expectativas de sí mismo y eso lo hace perder el cálculo. De que es un berrinche calculado, lo es; pero de que el cálculo sea frío, pues no.
Calderón no ha considerado, por ejemplo, que tiene más de una década sin ganar una elección. Y entrecomillo “ganar” (en referencia a 2006) porque fue un proceso lleno de irregularidades. Una elección de Estado, como el mismo Vicente Fox se ha encargado de pregonar-reconocer durante una década. No desempolvemos aquello pero sí lo que le siguió: la derrota en 2009, la derrota en 2012.
El PAN pasó de ganar dos presidencias al hilo a perder las intermedias dramáticamente y luego Los Pinos, e irse a tercera fuerza. Esas son las cuentas de Calderón.
Los panistas saben esto y lo sabemos los demás: que durante el sexenio de Felipe Calderón, quien estuvo al frente del PAN, atenta del PAN, moviendo fichas en el PAN, fue la señora Zavala. Entonces comparten, ella y Calderón, el fracaso de seis u ocho años para el partido.
Hasta ahora el PAN ha comenzado a tomar aire. Salvo en Veracruz, en el resto de las entidades ganó una combinación de nuevos personajes y la dirigencia de Ricardo Anaya. Podrá parecernos un personaje sórdido, oscuro y tramposo –así lo dicen los mismos panistas–, pero el PAN recuperó la racha ganadora con Anaya. Y el poder no lo da la capacidad para imponerse a madrazos: el poder, en un partido, lo dan los triunfos.
Personalmente creo esto: que el Gobierno federal hará su parte para inflar a Margarita y a Felipe. Primero, con la extensa cobertura de la prensa que se ha llevado gran parte de los 38 mil millones de pesos que Enrique Peña Nieto les ha repartido. Luego, trato amable: no habrá filtraciones de videos y audios, no habrá “investigaciones de la PGR en proceso” que luego “se desmienten” –después de ponerles una verdadera madriza–, como le hicieron a Josefina Vázquez Mota o le hacen a Ricardo Anaya. Trato amable. Con ganas de que se crezcan.
Creo que Margarita Zavala prendería al electorado si su fuerza de colisión se canaliza como energía de empuje. Así, posiblemente, se volvería un fenómeno. Pero para eso tendrían que maniatar a Andrés Manuel López Obrador. Morena es el fenómeno (lo subrayo) de esta elección. Es, como se dice, su momento. ¿Podrán Felipe y Margarita derrotar “el momento” de Morena?
Pero antes de enfrentarse al “momento” de Morena, el gran reto de corto plazo para la ex pareja presidencial es el Frente. Quieren los votos del Frente. Y la renuncia de Margarita al PAN deja a Felipe, su operador político, prácticamente sin estructura.
La estructura del Frente no es poca cosa. PAN, PRD y Movimiento Ciudadano se complementan y no se estorban. Tres ejemplos: Jalisco es MC; la Ciudad de México es PRD; Guanajuato es PAN. Se complementan y no se estorban. ¿Podrá Felipe competir contra eso? ¿De qué tamaño tendría que ser el fervor margarianopara poder vencer esas estructuras que se desdoblan, además, en candidaturas, en representantes de casilla, en dinero, etcétera?
Algo importante es que los calderonistas no renunciaron al PAN. La lectura de este hecho es básica. No renunciaron, porque “el mejor Presidente de México en la historia”, como diría Javier Lozano, no se va del PAN. Sueña con revertir la derrota frente a Anaya. Y, como es él, por supuesto que sueña con la venganza.
Los calderonistas serán una piedra en el zapato de Ricardo Anaya. Están alojados en el Senado, pero ése cambiará en un año y Anaya les va a dar alpiste en la siguiente elección.
Ricardo
Ahora, otra cosa es Ricardo Anaya. Que la ambición de Margarita Zavala diluya las acusaciones contra el presidente del PAN no significa que sea una persona de fiar.
Una dirigente de Morena me dijo, hace poco tiempo, que Anaya es “un manojo de mentiras”. Me contó que la única vez que tuvo un acuerdo con él en la Cámara de Diputados –estando ella en el PRD–, lo vendió de inmediato al PRI a cambio de “beneficios personales”.
No es la primera ni la única vez que se habla pestes de Ricardo Anaya. Y las acusaciones se centran más o menos en el mismo eje: corrupción, hipocresía, arribismo. Hambre desmedida de poder.
A finales de julio de 2015, cuando competían por la dirigencia del partido, Javier Corral lo acusó de lo mismo que Margarita: de usar recursos públicos para promoverse. “¿Puede alguien hablar de anticorrupción cuando ha utilizado recursos públicos de la Cámara de Diputados para promover su campaña?”, le dijo. Lo señaló por el cobro de comisiones o “moches”.
El mismo Gustavo Madero lo ha dicho. En 2016, el año pasado, lo acusó de haberse apoderado “de la silla” y operar desde allí, con recursos del PAN, su candidatura. “Está construyendo ese proyecto de candidatura a partir de una ‘silla’ y es lo que no se vale. La gente puede no entender bien esta reflexión, pero ‘la silla’ te da recursos, presencia, una coyuntura, pero una vez que te bajes vas a quedar desprovisto de toda esa armadura y vas a tener que atenerte a tu contenido propio”.
Ricardo Anaya ha sido acusado permanentemente y durante años de corrupción, pero también se le señala, con una gran insistencia, de “hipócrita” y “traicionero”. Hay mucho publicado de eso.
Me regreso a aquél debate entre Corral y Anaya, en julio de 2015.
“Francamente –dijo Anaya a Corral–, usas el lenguaje de Andrés Manuel López Obrador. Hablas de la estrategia militar convertida en guerra de Calderón. Hablas de decenas de miles de muertos, mutilados, heridos. Oposición sí, Javier, oposición a los priistas, a los de enfrente, no a nuestro buen Presidente panista”.
Y a la vez que Anaya le sobaba la joroba a Calderón, lo empujaba hacia la puerta.
Así es Anaya, dicen hasta los que tienen un cierto respeto por él o que se le han unido, por hoy, ante el temor real de que regresen al PAN los gritos, las ofensas y los manotazos de Calderón.
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La periodista juarense Leticia Castillo contaba en julio de 1991, en una crónica publicada en la revista Proceso, cómo el periodista y activista Víctor Manuel Oropeza, quien abrazó la lucha de aquél PAN de los 1980, había iniciado sus colaboraciones en El Diario. Fue con una columna dedicada a la esposa de Manuel Buendía.
Citaba a doña Consuelo Ávalos, quien solía decir: “Más vale ser la viuda de un valiente, que la mujer de un cobarde”.
Buendía fue asesinado y también el periodista Víctor Manuel Oropeza. Dio su vida –hizo huelga de hambre en los ochentas junto a Luis H. Álvarez– a denunciar la corrupción.
Así se peleaban (y se pelean, que sigue muriendo gente) las causas justas.
En su video-carta de despedida, Margarita Zavala decía, palabras más, palabras menos, que en el PAN se perdió la mística y se va por los presupuestos. Cuánta razón.
Porque yo no veo a Margarita, a Felipe o a Ricardo declinando a sus aspiraciones de poder como, de manera generosa, acaba de hacer Emilio Álvarez Icaza. No veo a ninguno de los tres aceptar su sino sin berrinches, sin hacerle daños a la causa.
Los que veo es a tres enfermos de poder, hundidos en los rencores.
Los veo –a Margarita, a Felipe y a Ricardo– más cerca del PRI que nunca: haciendo todo, todo, con tal de mantenerse en el presupuesto.
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